Primer (espero) viaje a París (I)
Siendo prácticamente un chaval, con respecto a lo que descubrir lugares del mundo se refiere, visité la ciudad de París en el año 2015 con 19 años. Fue un viaje cuya planificación resultó un tanto extraña. Yo llevaba con ganas de ir a Paris desde hace prácticamente 3 años, era la ciudad sobre la que más me había informado y me apasionaba cultural e históricamente.
Entonces, un día de noviembre de 2014, vi que el cantante Noel Gallagher iba a dar una serie de conciertos por Europa y no tenía España entre los destinos. Yo tenía suficiente dinero ahorrado para hacer un gran viaje en verano, pero los acontecimientos hicieron que la compra de los billetes de avión se precipitase unos cuantos meses. Y ahí estaba la ciudad de París, en la que iba a dar un concierto el 12 de marzo de 2015. Yo, sin pensármelo dos veces compré las entradas y días después los billetes de avión. Todo indicaba que iba a ir solo, y no me importaba demasiado hacer un viaje introspectivo por mi propia cuenta a ver la que, hasta hoy, es muy ciudad favorita en todo el mundo. Y, por supuesto, para ver a mí cantante favorito.
A día de hoy, no sé si fui a París para ver a Noel Gallagher o usé al mismo como pretexto para visitar París cuanto antes. El caso es que cualquier excusa es buena para hacer un viaje sin pensárselo dos veces.
Planificación
París probablemente sea el destino al que es más fácil de llegar te encuentres donde te encuentres en Europa. Prácticamente desde cualquier ciudad importante salen vuelos directos a un precio que por lo general es muy razonable. Para cualquier persona que aún no haya visitado la ciudad o que viva fuera de Europa y esté realizando cualquier tipo de estancia en alguna otra ciudad del continente, debería ser un viaje imprescindible.
Yo, durante mi Erasmus en Turku, no me salía mejor el ir a París que si lo hago ahora desde donde vivo, en Madrid. Pero si hubiese hecho un Erasmus en sitios como Londres, Bruselas o el oeste de Alemania, no habría dudado en ningún momento el volver a visitar la ciudad de París.
Para este viaje, que en un principio iba a hacer por mi propia cuenta, al final tuve la suerte de que tres amigos me acompañasen, ya que, aunque soy un férreo defensor de viajar sólo, cuando lo haces en compañía te sientes más arropado.
El ir cuatro personas trastocaba un poco los planes que tenía pensado, los cuales pasaban por ir a una habitación de algún albergue juvenil, las cuales en París no son especialmente baratas. Lo poco que estuve mirando no bajaba de los 20 euros la noche en habitaciones compartidas por al menos 10 personas.
Fue entonces cuando descubría la forma de encontrar alojamiento que llevo usando desde entonces. La página se llama Wimdu, y ofrece apartamentos a muy buen precio que salen muy rentables cuando se viaja con un grupo de personas, aunque para viajar dos personas también puede salir mucho mejor que una habitación de hotel. Nosotros encontramos un pequeño apartamento cerca de la plaza de la República que nos salió aproximadamente a 10 euros por persona y día. Sin duda, una oferta inigualable para los precios del alojamiento en París.
Los billetes de avión, comprados con varios meses de antelación salieron a unos 100 euros por persona con RyanAir, saliendo desde Madrid y llegando al aeropuerto Charles de Gaulle y volviendo desde el aeropuerto de Beauvais. Es cierto que RyanAir es una de esas compañías que siempre acaban ofreciendo problemas tanto a la hora de embarcar como incluso en pleno vuelo (véase el tema de las descompresiones de cabina durante el vuelo o los problemas con el combustible), pero a mí hasta el momento no me ha ofrecido ningún problema. Espero que sea así, porque, por desgracia, la gente que disponemos de poco presupuesto para viajar nos tenemos que lanzar a este tipo de ofertas para volar.
Llegando a París
El vuelo desde Madrid se hace muy rápido, son escasamente tres horas de viaje. A la llegada al aeropuerto de Charles de Gaulle habíamos quedado con el propietario del apartamento que habíamos alquilado, al cual no tuvimos mayores complicaciones para encontrar. Bueno, miento, porque al principio nos confundimos con un señor que estaba sentado a la salida de la terminal porque era bastante parecido a esta persona que nos alquiló el piso.
Este es uno de los aspectos más positivos de reservar en Wimdu, es habitual que los propietarios se ofrezcan a ir a recoger a sus inquilinos al aeropuerto por un precio mucho menor que el que costaría un taxi. En este caso fueron 40 euros en total (10 euros por persona).
Durante el viaje, además, se puede ver lo caótico que resulta el tráfico en París y que, al fin y al cabo, en España no somos tan agresivos conduciendo por las calles. Pero no hubo problemas, después de una media hora en coche llegamos a la puerta del apartamento. El hombre nos explicó cómo funcionaban las llaves y nos enseñó el apartamento, que estaba muy bien equipado y limpio, aunque para cuatro personas resultaba bastante pequeño (sobre todo a la hora de cocinar). Tenía dos pisos, el de arriba con una cama grande y el de abajo con un sofá cama, cocina y baño. Había que organizarse para dormir, eso sí, esto era una desventaja, sobre todo porque la comodidad de una de las camas (la de arriba) era mucho mayor que la del sofá cama, el cual era simplemente una especie de colchón muy fino que hacía a la vez de cojín del sofá cuando se recogía.
Primeros pasos por las calles
Una vez fuera, fichamos los supermercados (un Carrefour Express principalmente) que nos había recomendado el hombre del piso para cenar esa misma noche y los días siguientes, y nos orientamos de forma básica con respecto a las líneas de metro que teníamos cerca y las calles. A pesar de que París es una ciudad enorme, no tuvimos muchos problemas para movernos por la ciudad. El principal truco es usar el río Sena y las calles perpendiculares como referencia (y el GPS del móvil, instrumento imprescindible para cualquier viajero).
Lo primero que hicimos fue caminar hasta encontrar el río, y de ahí seguir andando hasta llegar a la Torre Eiffel y disfrutar mientras del atardecer. Por el camino hasta el Sena nos encontramos con el Museo Pompidou de Arte Contémporaneo, un museo muy curioso y llamativo de cara al exterior que no llegamos a visitar pero que nos servía como guía para encontrar el correcto camino a casa. No fue un viaje en el que visitásemos demasiados museos, sólamente los típicos, pero si vuelvo a París sin lugar a dudas me gustaría entrar al Museo Pompidou, ya que además de interesarme mucho el arte contemporáneo me genera bastante curiosidad ver cómo es por dentro.
Una vez llegamos al río, lo que hicimos fue seguir su curso parándonos en cada uno de los puentes para disfrutar de las instantáneas que dejaba el atardecer. Lo cual fue muy especial, ya que a medida que seguíamos el río se empezaba a ver a lo lejos la torre Eiffel, una imagen muy especial cuando la ves por primera vez (y más si llevabas tanto tiempo esperándola ver como yo). El atardecer fue de los atardeceres más bonitos que he llegado a ver en una ciudad. Da la sensación de que París es una ciudad especialmente preparada para verse bien sea cual sea el ambiente que haga o la hora del día. Es como si todo le quedase bien.
Como se puede ver, el tiempo nos respetó bastante todos los días. Temperatura agradable y una mezcla de nubes y sol a lo largo de los días. Toda una suerte para ser mediados de marzo. Siempre me ha contado mi padre que en París, si se visita en algún momento que no sea verano, lo más habitual es acabar viendo días cubiertos de nubes o incluso niebla, algo bastante común en la estampa parisina que no llegamos a presenciar en nuestro viaje.
Después, cuando el sol cada vez ofrecía menos luz, recorrimos los campos Elíseos prácticamente enteros hasta llegar al Arco de Triunfo. Un paseo que de la forma en la que lo hicimos (desde los jardines hasta el Arco) es cuesta arriba, así que no conviene menospreciar el tiempo en el que se tarda en recorrerlo. Yo diría, que en total tardamos una hora en llegar hasta el monumento. Sin exagerar, la verdad. Es cierto que nos tomamos nuestro tiempo y fuimos con tranquilidad, parándonos en los escaparates de las tiendas y demás, pero es un paseo muy largo.
Al Arco de Triunfo no llegamos a subir (otra cosa que queda pendiente), lo cual me habría gustado bastante, porque estoy seguro de que ofrece una perspectiva increíble del skyline de la ciudad. Se puede observar en la foto como arriba del todo hay siluetas de personas que en ese momento estaban arriba del Arco de Triunfo.
La torre Eiffel
Una vez visto el Arco de Triunfo el objetivo era callejear cuesta abajo hasta llegar a la Torre Eiffel, la cual se iba divisando (ya encendida) a través de los edificios según nos íbamos acercando. Cuando llegamos tomamos las innumerables fotos correspondientes de la torre Eiffel, que de noche luce realmente espectacular. Así que lo que hicimos al acabar fue hacer cola para subir de noche a la torre. El precio para subir en los ascensores (que quieras o no, es la única opción para ir arriba del todo) es de 12 euros. Un precio que hay que pagar sin pensar en si es justo o no. Había muchísima gente, así que en verano el tiempo de espera debe de ser horrible, pero en algo más de veinte minutos estábamos en el ascensor, el cual hace tres paradas: dos en los primeros pisos y la última directamente hasta arriba del todo.
Hay que tener en cuenta, si se sube de noche, que la temperatura cuando se va el sol disminuye bastante, y más cuando se llega arriba del todo si hay fuertes corrientes de aire (como ocurrió en este caso). Así que es recomendable ir con algo abrigado por si acaso. Esto imagino que será aún peor si se viaja en invierno o en otoño, por ejemplo.
Las vistas nocturnas desde arriba del todo son espectaculares, y para las personas que tengan vértigo no hay muchos problemas, ya que la valla protectora recubre por completo la base. Aunque he de decir, que a pesar de ello la sensación de altura es de las más únicas que se pueden experimentar. Son nada más y nada menos que 300 metros de altura, no es una tontería.
Una vez arriba se puede estar el tiempo que quieras, por lo que conviene fijarse en los pequeños detalles, como por ejemplo la reproducción de la habitación de Eiffel que se encuentra en la parte más alta o las inscripciones en rotulador que hace la gente en las paredes, que aunque la mayoría son simples tonterías también se pueden encontrar escritos interesantes y bonitos.
Sobre si es mejor subir de noche o de día no sabría qué decir, ya que yo únicamente estuve de noche. Pero lo que sí puedo decir es que hay que seguro que hay que probar ambas opciones.
Para volver decidimos hacerlo en metro, ya que el cansancio del viaje y del paseo ya se notaba y se había hecho bastante tarde. Además había que comprar la cena en el supermercado que, por fortuna, seguía abierto. Eso sí, cocinamos unos huevos que descubrimos que estaban pasados, curioso teniendo en cuenta que los habíamos comprado en un supermercado conocido y nada más y nada menos que en París.
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