Pompidou, Bici-Taxi, Stravinski
Bici Taxi por París
Allí mismo en la plaza en la que se encuentra Notre Dame, me llamó la atención una parada de bici-taxi que había. Y es que llevaba todo el día viendo aquellos curiosos vehículos sin saber de donde saldrían, cuanto costarían y por donde te llevarían. Ya iba directo a preguntarle a uno de los bici-taxistas cuando se me adelantó una pareja de policías a preguntarle algo… o a pedirle algo… o a ¡detenerle! Parecía ser que no todos los bici-taxistas son legales y hay alguno que coge su propia bicicleta con carro y se pone a dar vueltas a los turistas por todo París. Lo cierto es que su carro era blanco y la mayoría de los que había visto eran amarillos y seguramente que había que pagar un buen pellizco para tener licencia de bici-taxista. Como ya estaba detenido y la bicicleta confiscada, me puse a andar y me olvidé de la idea de coger un bici-taxi.
Volví a la Plaza del Ayuntamiento por la calle d´Arcole y por el Puente d´Arcole y me puse a callejear otro poco. Fui hasta la Iglesia de Saint-Gervais y después de haber estado en Notre Dame parecía muy poca cosa. Y después, viendo en el mapa que estaba cerca del Centro Pompidou, me fui para allá.
Todas las calles de alrededor estaban llenas de turistas, típicos cafés parisinos, tiendas de recuerdos, tiendas de comida rápida… Compré un par de cosillas para la familia y un llavero para mí, llamadme raro pero me gusta coleccionar llaveros de los sitios que visito. Y poco a poco me fui acercando al Centro Nacional de Arte y Cultura George Pompidou, que es como se llama realmente. La calle Aubry le Boucher que es una de las que va a desembocar el la Plaza Georges Pompidou, era peatonal y estaba llena de tiendas de todas las marcas y por lo tanto estaba llena de gente. Había muchos artistas callejeros, músicos, mimos, estatuas humanas… Pero el mejor de todos era un hombre con un acordeón que cantaba canciones francesas y que le ponía banda sonora a todo aquel flujo de gente. Ya en la misma Plaza Pompidou, había unos cuantos “manteros” con sus perros al lado, que vendían pulseras de cuero, colgantes de abalorios, objetos hechos con latas de coca-cola… En España los llamaríamos perro flautas, pero en Francia no llegué a saber como los denominaban. En general el ambiente de la plaza era muy bueno y el centro Pompidou llama mucho la atención.
Algo más íntimo
Al lado de este, hay una plaza más pequeña que se llama Igor Stravinsky y que es algo más intima, con terrazas perfectas para ir con tu pareja. Había una fuente y estaba llena de muñecos multicolor de todos los tamaños. Por las calles que rodeaban aquella zona, me compré la cena y decidí que era el momento de volver a casa, ya que se estaba haciendo de noche y tenía un cansancio encima inimaginable. No se cuantos kilómetros andaría a lo largo del día, pero fue matador.
De vuelta a casa
Saqué mi billete del metro y me fui otra vez a la parada del ayuntamiento Hôtel de Ville, cogí la línea 1 y de vuelta a Château de Vincennes. Mis anfitriones estaban también en casa, estuvimos hablando un poco sobre lo que había visto y comentando mi primer día por París, que había sido agotador. Así que nada más cenar, me puse la camiseta que tenía por pijama y me fui a dormir del tirón para salir al día siguiente por la mañana y seguir conociendo aquella gran ciudad, en la que cada paso que daba por ella me gustaba más.
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