Mis lugares favoritos de París vol.2

Aquí os dejo un post acerca de lugares gracias a los que la estresante e inhumana París logra parecer una ciudad llena de muy buena comida y de personas muy amables.

Rue Champollion, una calle "de cine"

En primer lugar, me gustaría hablar de una calle muy especial que se encuentra escondida muy cerca de la famosa universidad de la Sorbona. Esta pequeña y discreta calle lleva el nombre de un conocido egiptólogo francés, Champollion, que fue quien descifró los jeroglíficos egipcios. Lo que hace que la rue Champollion me resulte tan especial es que esconde tres cines maravillosos. El primero se llama «La Filmothèque du Quartier Latin»; el segundo, «Reflet Medicis» y el último, «Le Champo». Todos son cines artísticos construidos en las décadas de 1950 o 1960 en los que se proyectan películas tanto del cine antiguo como del moderno, y, en ellos, se respira una atmósfera muy familiar. En los tres cines siempre te atienden los mismos vendedores de entradas apasionados por las películas de alta calidad; y se conocen entre ellos. Soy estudiante de cinematografía y descubrir esta calle para mí fue una auténtica revelación. Como en Praga tan solo hay unos cuantos cines artísticos, me sorprendió la variedad que hay en París y no sabía a qué cine ir primero. ¿Es mejor ver la retrospectiva de John Cassavetes o deleitarme con las películas restauradas digitalmente de Hitchcock? Me sentía como si estuviese en el cielo.

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Le Reflet, un bar junto al cine

Hay otro establecimiento muy popular en la rue Champollion. Justo al lado de los tres cines que ya he mencionado, hay un pequeño bar llamado Le Reflet. Este bar está conectado de alguna manera con los cines que le rodean porque siempre está lleno de amantes del cine que se reúnen allí antes o después de las proyecciones para tomar una copa. El personal de las salas de cine también acude a este bar: el señor mayor que vende las entradas en La Filmothèque se toma un café antes de empezar su turno y los jóvenes trabajadores del Reflect Medicis vienen a comer aquí durante sus descansos. Y también está el amable y parlanchín proyeccionista del mismo cine, monsieur Bernard, que siempre se toma una copa de vino en este local mientras que se proyecta una película. Durante mi primer año en París, pasaba mucho tiempo en Le Reflect. Como no conocía a mucha gente y no me apetecía mucho quedarme cada noche sola en mi habitación, me dirigía a este establecimiento después de los pases, me sentaba en el bar y leía un libro interesante. Pronto conocí a todo el personal y al simpático monsieur Bernard. Una vez, me prestó un libro en francés titulado "Zazie dans le métro" y recuerdo que era muy complicado leerlo porque estaba lleno de expresiones francesas... También conocía a una camarera italiana muy agradable que se llamaba Margherita. Ella estudiaba filosofía en la Sorbona y, como entendía perfectamente mi situación como extranjera en París, decidió presentarme a sus amigos y, durante ese verano, hicimos algunos pícnics juntos, etc. Margherita era una persona muy sabia y muy amable. Al año siguiente decidió marcharse de París y se mudó a Argentina con su novio para convertirse en profesora de Yoga. Espero que sea muy feliz allí. Al parecer, París no es una ciudad en la que la gente decide instalarse, más bien parece un intercambio de líneas de transporte en constante movimiento...

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Mercados callejeros

Una cosa que me encanta de París es su aspecto multicultural. Aquí las tradiciones francesas se mezclan con la cultura africana, asiática o latinoamericana. Este crisol de culturas da como resultado cantidad de mercados callejeros muy interesantes y llenos de riqueza. Las crêpes de la rue Mouffetard de las que ya he hablado anteriormente son un buen ejemplo de esta mezcla. Los turistas van a las calles que conservan la antigua esencia de la vida parisina para catar platos que comúnmente se acepta que representan la esencia francesa; sin embargo, estas crêpes las hace un señor mayor de origen griego y sus ayudantes hindúes. París está llena de paradojas como esta. En los mercados callejeros parisinos también podréis percibir esta mezcla cultural con mucha intensidad. Estos mercados, que podréis encontrar en cada distrito de París por lo menos dos veces a la semana, pertenecen a París tanto como las crêpes o las baguettes. Cuentan con una tradición muy antigua que no parece desparecer porque siempre están llenos de gente que viene a estos mercados de forma regular. Conocen a los vendedores y esto crea un ambiente familiar muy especial. Me encantan estos mercados. Me encanta mirar todos los puesto llenos de fruta fresca, verduras, pescado fresco, pan casero y queso. ¡Todo parece tan apetecible! A la vez, aunque los mercados sean "tradicionalmente" franceses, están llenos de puestos regentados por vendedores asiáticos y africanos que también ofrecen sus productos. ¿Os apetece un pan de pita libanés? Los mercados callejeros parisinos son el mejor lugar para conseguir uno. ¿Necesitáis especias o fruta deshidratada? Los marroquíes venden las mejores. ¿Queréis mejor pasta? Dirigíos a los puestos regentados por italianos.

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Mis vendedores favoritos

Con los años, yo también he encontrado mis mercados y vendedores favoritos a los que visito regularmente. Cada miércoles y cada viernes, voy a Place Monge para comprar tomates en el puesto de un señor procedente del norte de África cuyo nombre sigue siendo un misterio para mí. Siempre sonríe incluso en los peores día y siempre me pregunta cómo estoy. Y, como ya me conoce, me hace un descuento especial y me regala una pequeña clementina. ¡Realmente me alegra el día! Otro señor que se ha convertido en mi "amigo del mercado" es un vendedor de pan del mercado de la Bastilla. Se llama Ms. Bruno Plaisance y vende un pan casero delicioso, baguettes y dulces. Me he acostumbrado a comprar en su puesto un pan de centeno con cereales al que llaman "Vikingo"... ¡Simplemente me encantan los mercados!

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Chez Le Libanais

En efecto, sin duda adoro la comida y me encanta descubrir platos nuevos y catarlos. Creo que fue así cómo descubrí el pequeño bistró libanés Chez Le Libanais. Chez Le Libanais se encuentra en la calle rue Saint André des Arts, muy cerca del metro y de la estación del RER de Saint Michel. Se especializan en crear sándwiches fabulosos con pan de pita libanés casero. Preparan el pan directamente en frente de ti en una especie de horno cóncavo especial. Una vez que el pan se ha tostado, lo rellenan con ingredientes muy sabrosos. Cuentan con una selección extremadamente grande de rellenos, que van de la carne con especias a los sándwiches vegetarianos con espinacas o los faláfel. Todo va acompañado con verduras frescas. Debo decir que son platos perfectos para almorzar o cenar. No puedo olvidar mencionar sus variantes dulces que son una alternativa a las omnipresentes crêpes; me encantan las que están rellenas de requesón, plátano y miel.

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Durante mi primer año en París, comía en este restaurante casi a diario, porque sus precios son muy razonables y porque no me gusta mucho cocinar. Encontré rápidamente mi sándwich favorito, el «Chiche Taouk», que consiste en trozos de pollo deshuesado marinado en una mezcla especial de especias acompañado de hummus (elijo esta opción antes que la salsa de ajo que se suele servir con este sándwich), tomates, ensalada y encurtidos. ¡Es simplemente perfecto! Además, como iba mucho a este local, los dependientes se acordaban de mí y, a veces, me regalaban el sándwich gratis junto con un pequeño baklava como postre. Fueron muy amables conmigo durante este tiempo. De hecho, al año siguiente me mudé a un piso que se encontraba justo al lado de esta Mecca de la comida y, paradójicamente, dejé de ir tan a menudo, principalmente porque pensaba que me resultaba más ventajoso comer algo en mi piso. Mi estancia Erasmus de un año, llena de descubrimientos y degustaciones, había terminado y ahora era el momento de empezar a vivir la verdadera vida parisina en la que todo es muy caro y no tienes tiempo suficiente para vagar por las calles. De todos modos, seguí pasando por allí de vez en cuando para saludar al personal que había sido tan amable conmigo y disfrutar de una comida muy delicada.

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