"La motivación nos impulsa a comenzar y el hábito nos permite continuar." Jim Ryun

Y, de nuevo, llega el lunes, el día más “adorado” por los estudiantes, en particular, y los trabajadores, en general. El comienzo de la rutina diaria: querer matar al despertador por las mañanas, tomar un café bien cargado, vestirse con los ojos medio cerrados sin ni siquiera saber qué te estás poniendo, echar el último vistazo a la cama y pensar en qué pasaría si te quedases dormido, comprobar que el Navigo va en el bolsillo del pantalón (no como la última vez que lo olvidaste y tuviste que hacer un chanchullo con tus amigos para no tener que pagar un billete de metro -consejo: no reírse ni aparentar ser extranjero-), mimetizarse con la multitud que se apresura para no perder el metro, ver las mismas caras serias de todos los días, sonreír al hallar a la típica persona que finge leer el periódico cuando en realidad está echando una cabezadita... En fin, la batalla diaria de cualquier persona en cualquier extremo de la Tierra.

Pero, entonces, sales de la boca del metro y ves la Torre Eiffel en el horizonte. Miras en otra dirección y contemplas, a lo lejos, el precioso Sacre Coeur. Recuerdas los sitios maravillosos que llevas visitados y los que te quedan por visitar; las comidas deliciosas que has probado y que te quedan por probar; las experiencias inolvidables que has vivido y que te quedan por vivir... Y, por último, miras justo en frente de ti y ves la Sorbona, el lugar donde soñabas estar desde hacía mucho tiempo. Y piensas: ¿hay alguna forma mejor de empezar el día que ver como tus sueños se hacen realidad?


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