Fin de semana en París (mañana del 8/12/2012)

Publicado por flag-es Elisa A.C — hace 6 años

Blog: Dá a día
Etiquetas: flag-fr Blog Erasmus París, París, Francia

El segundo día nos levantamos tempranito por dos motivos: debíamos abandonar el hostal a las diez de la mañana según la normativa, y por otro lado, así aprovechábamos mejor el día, claro.

Así que, tanto mi novio como yo pusimos el despertador a las ocho y media de la mañana. Normalmente sólo lo pongo yo y lo despierto a él, pero con eso de estar durmiendo en literas por separado, pusimos los dos a la vez.

Cuando sonó intenté apagarlo lo más rápido posible para no despertar a nuestro compañero de habitación que estaba durmiendo en la litera de arriba.

La habitación no era más que eso: una litera triple con un poco de espacio a los lados para poner las maletas, dos percheritos para colgar los abrigos y las toallas del baño, el lavabo y la pequeña ducha con su mampara, ahora eso sí, teníamos una pedazo de ventana con vistas al Río Sena.

Bueno pues, apagamos rapidito el despertador para no molestar y como era temprano y teníamos tiempo hasta las diez, mi novio decidió bajarse a mi cama y quedarnos un rato juntitos, ya que habíamos dormido separados y ya no estamos acostumbrados a eso, después de meses aquí en Amiens viviendo juntos.

Nos quedamos allí un ratito hasta casi las nueve o así y ya decidimos que iba siento hora de vestirse. Nos pusimos toda la ropa que pudimos para intentar pasar menos frío que el día anterior y yo me coloqué hasta tres pares de calcetines uno encima de otro. A pesar de eso, mis botas seguían húmedas por dentro del día anterior, así que por muchos calcetines que me pusiese no me iba a solucionar mucho pasadas unas horas, pero bueno, al menos tardaría más en llegarme la sensación de mojado al pie.

Menos mal que nuestro compañero estaba durmiendo porque me daba un poco de corte peinarme y maquillarme en el lavabo allí en medio de la habitación, pero bueno.

Terminamos de arreglarnos y cogimos la caja de galletas que teníamos guardada para el desayuno, la metí en el bolso y cerré la maleta ya para bajarla directamente. Teniendo en cuenta que estábamos en una cuarta planta, así no tendríamos que volver a subir y a bajar de nuevo.

Fuimos hasta la cocina, donde también se encontraba la sala de equipaje con vigilancia. Me fijé en que se me había olvidado ponerle la contraseña a la maleta y siempre es mejor prevenir que curar, así que le puse su contraseña y la dejé bien cerrada. La verdad que si alguien te quiere robar, te roba sin más, por mucha contraseña que tenga siempre puede rajas la cremallera, pero bueno yo me quedo más tranquila poniéndole su contraseña y ya está.

Colgamos los abrigos en los picaportes de la puerta de la cocina, porque no había ningún sitio donde ponerlos, ni ninguna mesita para sentarse a comer. No sabíamos si subir a desayunar al bar con nuestros zumos de cañita y nuestras galletas o comérnoslo allí, por la cosa de que podía quedar feo comer en el bar nuestra comida sin consumir nada, aunque a mi me daba la impresión de que todo el mundo hacía eso.

Finalmente, decidimos subir al bar y sentarnos a desayunar más tranquilos.

Nadie nos dijo nada de que tuviésemos que consumir, así que desayunamos a nuestro ritmo y sin prisas, aunque al final pedimos un zumo porque teníamos más ganas de comer galletas y se nos habían acabado los nuestros.

Nos clavaron 2, 50 euros por un botecito de zumo, pero bueno ya sabíamos que iba a ser caro porque la noche anterior pagamos 2, 90 euros por cada cerveza Desperados y 2, 50 por cada copita de vino rosado. Vamos lo normal en estos bares de copas, lo que pasa que yo estoy acostumbrada a no pagar nunca porque mi novio trabaja en un bar de copas en Albufeira y todo lo que pido me lo dan gratis, así que siempre que tengo que pagar algo en bares me resulta carísimo.

En fin, mientras terminábamos de desayunar llegó un niño pequeñito que estaba allí con sus padres y empezó a ponernos caras graciosas, era el niño más lindo.

Hasta se quería venir con nosotros cuando nos fuimos de allí.

Bueno, ya eran casi las diez, así que decidimos empezar nuestra ruta. Nos pusimos el abrigo, nos enredamos la bufanda con varias vueltas alrededor del cuello, nos colocamos el gorro y los guantes y a la calle. Hacía tanto frío como el día anterior, pero al menos no parecía que fuese a llover, y de hecho según el tiempo de internet, parecía que iba a hacer un día despejadito.

Montmartre

Lo primero en nuestro plan era visitar el barrio de Montmartre, tan famoso por la película de Moulin Rouge.

Había leído en internet que era un barrio bohemio impregnado por el arte de pintores y artistas en sus calles, así que me lo imaginaba parecido a la Rambla de Barcelona, donde están todos los artistas pintando, haciendo mimos y demás. Por eso estaba deseando verlo y ver si los precios de las pinturas no eran muy caros para comprarme una, que esas cosas me encantan.

Así que para dirigirnos hacia allí, según mis indicaciones debíamos coger el metro número dos en Jaurés, junto a nuestro hostal, en dirección a la Porte Dauphine y en cuatro paradas bajarnos en “Anvers”.

Basílica del Sagrado Corazón

Lo primero que íbamos a visitar era la Basílica del Sagrado Corazón. Por las fotos que había visto, parecía impresionante por fuera, pero a mi novio no le gusta mucho visitar iglesias por dentro, así que lo puse en nuestra ruta sólo como un destino para ver desde fuera y hacernos algunas fotos.

Tenía escrito que debíamos coger la Rue de Steinkerque, atravesar un parque y después seguir de frente. Pero la verdad es que la Basílica es tan grande, que al salir del metro ya se ve donde está y no es necesario seguir ninguna indicación, simplemente seguimos el camino más corto por el que la veíamos.

Vamos, tan solo, salir del metro y girar a la derecha, por la primera callecita cuesta arriba y estrechita que te encuentras ya llegas bien.

En esta callecita, además había unas tiendas muy curiosas. La primera tienda a la izquierda parecía un mercadillo de ropa barata e imitaciones de marcas. Pero lo divertido era que la gente arrasaba con toda la ropa en cuanto la sacaban del camión. Veíamos el camión aparcado justo en la puerta con varios hombres rajando las cajas donde venía la ropa y desde arriba del camión directamente la iban lanzando a las cajas donde la cogía la gente. Parecían todos desesperados por comprar de todo allí, pero la verdad es que parecía ropa bastante malilla, aunque el ambiente era divertido.

Siguiendo hacia arriba la calle nos encontramos con varias pastelerías que olían de maravilla, también varias tiendas de souvenir y varias floristerías. Parece que de todos los comercios que había, tenían varias tiendas iguales. Un poco más arriba también había otra tienda igual a la que estaba debajo de la ropa, pero de la misma empresa y todo, aunque en esa estaban menos desesperados por llevarse toda la ropa.

Llegamos arriba de la calle a una placita desde la cual se veía muy bien la basílica por fuera y era perfecta para hacernos unas fotitos. Pero para quien quería llegar hasta la misma puerta o entrar en la basílica, había un funicular, debido a que la calle era bastante empinada y cuesta arriba. Además, la puerta de al basílica estaba llena de gente haciendo cola y todo para entrar, así que nosotros nos hicimos unas fotos y ya está. Era complicado hacernos una foto juntos cogiendo nosotros mismos la cámara porque el día estaba muy nublado y la basílica es muy blanca, así que salíamos nosotros enfocados, pero la basílica no se veía en el fondo del cielo tan blanco. A penas se veía el contorno y no se distinguía bien lo que era, así que decidimos pedirle a una señora que pasaba que nos hiciera la foto juntos, y esa sí quedó muy bonita.

De allí, según mi plan, debíamos volver a la avenida donde nos había dejado el metro y continuar andando por el Boulevard de Rochechouart hacia el Boulevard de Clichy, donde se encontraba el Moulin Rouge.

Moulin Rouge

Ya me había informado sobre cuánto costaba entrar y es horrible de caro, al menos para mis presupuestos.

Si quieres ver sólo el espectáculo, que ahora mismo es el de “Feerie”, son unos 105 euros y hay dos horarios a elegir por la tarde noche. Si quieres ver el espectáculo y además cenar, es a partir de 175 euros, y va variando dependiendo por ejemplo de si quieres mesa individual o mesa compartida con otras personas.

Con esos precios, nosotros no teníamos ni la más mínima intención de entrar, tan sólo queríamos hacernos unas fotitos en la puerta y punto.

Así que cogimos el camino desde la anterior parada de metro y nos pusimos a andar.

A lo largo del Boulevard todo lo que encontramos son cosas porno. Un montón de sexy shop, un montón de tiendas de lencería provocativa, un montón de sex videos, la verdad... era la calle del putiferio. En eso sí que me recordó mucho a la película, como decía el padre del protagonista, aquello es “un barrio de pecado”. Era divertido pasearse por allí porque nunca he visto tantas tiendas de este tipo concentradas todas juntas. Lo mejor de toda la calle, que además llama la atención desde lejos, es un “sexodrome”, traduciendo al español, un sexódromo, que yo no sabía ni que existía esa palabra. Mi novio y yo nos pusimos a debatir qué se supone que se hace en un sexódromo. Mi teoría era que si a un kartódromo se va a montarse en coches y a un hipódromo se va a montar a caballo, a un sexódromo no quedaba más remedio que ir a practicar sexo, pero hasta ahora yo pensaba que a eso se le llamaba “puticlub” o clubs de alterne, vamos los sinónimos que todos conocemos para referirnos a esos lugares.

En el centro del escaparate ponía “Centre de divertissement pour adultes” y en ambos lados ponía spa, jacuzzi, hammam y sauna en un lado y sexy lingerie, sex toys, dvd y cuir latex en el otro lado.

Así que mi conclusión es que es un balneario donde la gente se monta orgías porque otra cosa no se me ocurre con todo eso que pone en la puerta.

Os dejo una foto para que lo veáis vosotros mismos que es divertido. Ah y otra cosa que llama la atención es que en el escaparate de arriba, en lugar de poner algo sexy, han puesto a Papá Noel con sus renos y unos arbolitos de navidad nevados. Bueno, que cada uno saque sus conclusiones, pero si alguien sabe realmente qué es este sitio que me lo cuente.

Seguimos andando por el Boulevard divirtiéndonos con las diferentes tiendas que hay a su paso, hasta que llegamos al Moulin Rouge, que tampoco era nada del otro mundo comparado con el de la película. Tiene la apariencia de ser un restaurante o un teatro cualquiera con un molino rojo encima, pero bueno a mí me hacía ilusión verlo, así que nos hicimos unas cuantas fotitos.

Justo escuchamos a una pareja que también se estaba haciendo fotos y eran españoles, así que aprovechamos para pedirles que nos hicieran una foto juntos. Por supuesto, nosotros también le hicimos una a ellos.

Después nos paseamos por el barrio para buscar los supuestos artistas que pintan en al calle. Subimos y bajamos muchas cuestas porque ese barrio era lo que tiene, que todo son cuestas. Pero sólo encontramos muchas pastelerías y tiendas de souvenir, nada de pintores ni artistas. No se si igual es porque sólo se ponen allí cuando hace menos frío. La verdad que con el frío que hacía debía ser difícil pintar, pero en fin.

Después de bastantes vueltas nos cansamos y decidimos seguir con nuestro plan.

Después de esto, según mi ruta nos tocaba ir a ver el Arco del Triunfo.

Arco del Triunfo

Para llegar debíamos coger el metro número dos una parada más delante de donde lo habíamos dejado, que quedaba más o menos a la altura del Moulin Rouge, pero como habíamos estado dando vueltas ya no sabíamos muy bien dónde quedaba esa parada de metro. Así que nos metimos en el primero que encontramos, que resultó no ser del número dos, pero bueno cogimos otro y lo enlazamos con el dos en dirección a la Porte Dauphine y nos bajamos en “Charles de Gaulle” para llegar al Arco del Triunfo.

Cuando llegamos, nos hicimos unas fotitos por separado y juntos. Nos fijamos en que toda la avenida estaba llena de banderas francesa y brasileña, no sabemos por qué, pero a mi novio le hizo mucha ilusión y se puso a hacer fotos del Arco del Triunfo con su bandera brasileña.

Según mi plan, después de esto debíamos ir al mercado de las pulgas y más tarde a los Campos Elíseos, pero lo que yo no sabía es que el Arco del Triunfo está al comienzo de la Avenida de los Campos Elíseos. Así que hicimos un cambio en los planes para ver los Campos Elíseos ya que estábamos allí.

También hicimos fotos por allí de una tienda muy chula llamada "Cartier" con unos relojes muy pijos y caros, pero lo divertido era los gatos iluminados que tenía en la fachada del edificio.

También entramos en la tienda Disney, que por cierto había unas colas para pagar horribles. Tiene dos plantas pero tampoco es demasiado grande.

Seguimos andando y viendo las diferentes tiendas. Otras que impresionan son los concesionarios de Peugeot, Renault, Citroen y Mercedes que hay en la avenida. No son los típicos concesionarios, claro, son de estas tiendas que te anuncian un solo coche y te venden un montón de cosas carísimas de la marca, pero que no tienen nada que ver con coches. Venden chaquetas, llaveros, carteras... cualquier cosa a la que se le pueda poner el logotipo, aunque normalmente son accesorios para hombres.

Entramos también en varias galerías, todas muy pijas y con cosas muy caras, pero con el frío que hacia en la calle, en las galerías se estaba súper calentito. En una de ellas me llamó la atención unas libretitas con dibujos de La Torre Eiffel y del Moulin Rouge, todas muy lindas, pero hasta las más pequeñitas eran caras; la más barata costaba 10€, así que no me lleve ninguna.

Había otras tiendas curiosas como una de zapatos carísimos de hombre y ni siquiera eran bonitos, eran rarísimos.

Llegamos a un cruce de la avenida donde encontramos un Ferrari y un Lamborghini en la calle. Estaban de exposición para probarlos y tenían escrito un numero de teléfono al que podías llamar para concertar una cita.

El Lamborgini marcaba un precio de 89€ los 20 minutos, pero el Ferrari no ponía precio, así que debía ser mas caro todavía. De cualquier forma, tampoco podíamos pagarlo. Pero a mi me hacia ilusión hacerme un fotito con el Ferrari para picar un poco a mi hermano, que le encantan. Así que hice varios fotos del coche para que mi hermano lo viera y mi novio me hizo la otra a mi con el coche. También hicimos fotos del Lamborgini, aunque a mi me gusta mas el otro.

Después de los fotitos seguimos nuestro camino y entramos en un tramo de la avenida donde había un mercadillo de Navidad enorme a ambos lados, que se extendían hasta el final, donde estaban los Campos Elíseos y la gran noria.

La comparación con el mercadillo de navidad de aquí de Amiens, el de allí es enorme.

Ya habíamos pasado por otro pequeñito en Montmartre, de hecho en París hay muchos mas en diferentes barrios.

Bueno, fuimos viendo todos los puestos. Además también había una pista de patinaje sobre hielo para adultos y para niños.

Alrededor de la pista se podían ver algunos muñecos en movimiento para el disfrute de los más pequeños, como renos, osos polares, monos con sus crías...

También una especie de ratonera bajo tierra donde se podía ver através de un cristal la vida de los ratones. Unos en el comedor, otros tirando de una zanahoria en la superficie, otros en la habitación, otros haciendo ejercicio...

Mirando al cielo se podía observar un trineo tirado por renos enganchado en una tirolina. Supongo que el día de Noche Buena estará Papa Noel en el trineo para que los niños vean como vuela en su trineo.

De tanto andar y ver puestos nos empezó a entrar hambre.

Si hubiésemos seguido mi plan a esa hora debíamos estar en el mercado de las pulgas y justo al lado había un McDonald´s para comer baratito. Pero como nos habíamos desviado del plan, debíamos encontrar un lugar para comer, y teniendo en cuenta el lugar donde estábamos, no iba a ser fácil encontrar un sitio barato por allí.

Empezamos a ver puestos dentro del mercadillo de Navidad que vendían perritos, hamburguesas y esas cosas, pero mi novio decía que eso iba a ser más caro que el McDonalds, así que seguimos andando. A mi la posibilidad de encontrar un McDonalds al final de la avenida me parecía complicado, así que después de mucho andar por los siguientes puestos, decidimos comer en uno que vimos muy grande con mucha variedad de comida.

Tenia comida italiana tipo pizzas, calzone, panini y esas cosas, comida china, comida americana que eran básicamente hamburguesas, comida tailandesa y varios puestos mas que no recuerdo, todo bajo una misma carpa. Yo me decante por una pizza focaccia, mientras que mi novio eligió una hamburguesa. No estaba mal del todo de precio, pero te clavaban en la bebida: yo pague seis euros por mi pizza, pero tres por una Coca-Cola y mi novio pago otros seis euros por su hamburguesa, pero decidimos compartir la Coca-Cola para no gastar tanto.


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