Una experiencia para no olvidar

Comenzó siendo un sueño, que en principio se veía lejano pero a la vez cercano: desde que entré a estudiar la licenciatura, amigos de semestres posteriores, habían participado en movilidad estudiantil, programa de intercambio académico que semestralmente ofrece nuestra universidad. Me agradó la idea de participar y mi intención inicial era viajar a un país en el cual se hablara inglés pero, como no lo dominaba y ese era una prioridad, lo descarté y opté por irme a España. Comencé haciendo trámites a tres universidades, fui preseleccionada en una de ellas, la Universidad de Cádiz, pero luego se me informó que no había cupo, por lo que opté por la Universidad Pública de Navarra que se encuentra en Pamplona, España, seguramente más de alguno habrá escuchado alguna vez de esta ciudad, famosa por la celebración de su patrono San Fermín, mejor conocida como la Fiesta de la Pamplonada.

Fue así como comenzó mi estancia de movilidad estudiantil en dicha universidad a inicios del 2008. Previo a mi partida, contacté a todos los chicos de la UdeG que también estarían allá, siguiendo así la recomendación que nos hicieron de procurarnos para compartir gastos y experiencias, y con ello, además hacer nuevos amigos, cuidarnos unos a otros, aunque no está por demás mencionar lo que una amiga italiana me dijo: “si quieres hacer amigos de otros lugares, procura no siempre andar con los de tu país”, ya que, en su opinión, se aprende más viviendo con chicos de otros países. Finalmente, me fui con una chica que estudiaba Ingeniería Industrial en el CUCEI y, una vez instaladas, llegaron los demás compañeros, una mujer y un hombre, todos estudiantes de la misma casa de estudios.

Fue una gran experiencia, por una parte, porque hice nuevas amistades provenientes de diferentes partes del mundo —conocí personas de España, Francia, Alemania, Polonia, Grecia, Chile, Argentina, Noruega, Suecia, Lituania, Italia, de Asia, entre muchos otros—. Con ellos compartí cultura y tradiciones, viajes, aventuras, fiestas, comidas… Por el aspecto académico, tuve la oportunidad de conocer el funcionamiento del departamento de recursos humanos de la empresa de Investigación y Desarrollo (Cemitec); y participé en un concurso de marketing para la empresa Dipesa, que es una empresa dedicada a la venta de inmuebles.

Entre muchas de las cosas que me sorprendieron, estuvo el darme cuenta de cómo los chicos europeos saben más sobre nuestro país que nosotros mismos. También por la sensación que da el tener un acento diferente a los demás, lo cual resultaba agradable pues eso hacía que la gente preguntara de dónde éramos, y a la vez uno se preguntaba de dónde provenían los demás por su manera distinta de hablar. Había quienes preguntan si éramos ERASMUS, —ERASMUS es un convenio europeo de becas pero a todos los extranjeros los llaman de esa manera como una forma de identificarlos—.

La movilidad estudiantil es una oportunidad de aprendizaje, tanto en el aspecto académico, ya que se conocen otras formas de enseñanza y de estudio, pero también en lo personal, pues se aprende a ser independiente de la familia, pues el hecho de tener que viajar solo a un país lejano y diferente, en el que no se tendrá cerca a una mamá que esté al pendiente de ti por si te enfermas, que te haga de comer, o lave tu ropa, conlleva que aprendes a hacer tus cosas por ti mismo, y terminas valorando más a tus seres queridos y las cosas materiales con las que cuentas, pues tomas consciencia de que en ocasiones las cosas no son tan fácil como se piensa.

Al regreso de esta experiencia, la tierra que te vio nacer y crecer, ya no es lo misma, la vida cambia en todos los sentidos: volver a retomar la vida de antes de partir y volver a tu casa y con tus padres, ya no es la misma libertad que cuando se estaba lejos de ella. Ocasionalmente, se empiezan a ver algunas cosas con aburrimiento, otras con añoranza, porque se extraña el ritmo de vida que se tuvo, y se lamenta el haber dejado aquellas amistades que se hicieron, entonces cuesta trabajo adaptarse de nuevo a la normalidad y no sentirse más alguien extraordinario por tener un acento diferente.

Todo queda en la mente como un sueño hermoso o como un cuento que se pudo vivir en carne propia; esa experiencia que se vuelve extraña al momento en que se comparte o se trata de explicar a los demás, que no la entienden o la suponen ser fantasía. Espero algún día poder regresar y volver a ver a esos amigos que hice, mientras seguiré llevando en mi memoria estos recuerdos, y tomaré todo lo aprendido para seguir adelante, procurando mantenerme en contacto con ellos.

Como en todo, siempre hay un inicio y un fin, y sólo los que han tenido esta oportunidad o los que podrán hacer una movilidad estudiantil sabrán de lo que les estoy contando.


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