Al sur del norte

La Florida es casi otro país. Casi, casi te olvidas de que estás en Estados Unidos. Esta región tiene las mismas características del resto del país: necesitas carro para moverte, hay un shopping center en todas las esquinas, existe ese rarísimo canal del medio para cruzar con el carro, los peatones son igual de ignorados, los dinning son como de película. Sí, de forma es igual que el resto de Estados Unidos, pero de contenido es un fenómeno extraordinario.

Hoy fui a misa en Español. Era una iglesia gigante, St. Isaac Jogue, y estaba completamente llena. Había gente parada, yo estaba parada... y no podía dejar de pensar que Florida es un lugar de locos. Y justo pensando esto y la Primera Lectura que decía: "No hagas sufrir ni oprimas al extranjero". Pareciera que esto fue lo que le dijeron a esta ciudad en sus primeros días. La mezcla de culturas es tan impresionante, y es un factor tan decisivo en el dia a día, que el otro día en un Mall una muchacha me habló en español e intercambiaba constantemente palabras con el inglés. Cuando le pregunté de donde era -porque hablaba buen español- ¡me dijo que era de Israel! Le pregunté que cómo había aprendido español y simplemente me dijo: "pues porque trabajo aquí", como si el español fuera el idioma oficial de USA. Y casi es asi. En cualquier tienda, mercado, farmacia, hospital, en cada patrulla de policías, hay por lo menos un hispano. En la radio hay emisoras en español, en la televisión hay canales hispanos... puedes incluso solicitar tener los canales de tu país; esto, en nuestro caso, es especialmete genial pues la mayoría de los canales venezolanos que se ven aquí están censurados en Venezuela. En Walmart, el supermercado americano por excelencia, venden toda clase de comida internacional: mexicana, venezolana, puertoriqueña, cubana...

Este pedacito de tierra es un remolino de culturas: hoy el cura quería hacer referencia a un bus y tuvo que decir guagua, camión, buseta y bus -usó todas las palabras- para que toda su congregación entendiera bien de lo que estaba hablando. Este rincón de Estados Unidos, donde los americanos vienen a hacer turismo, le pertenece realmente a los turistas, a los extranjeros, a los inmigrantes, a los ilegales, a las segundas generaciones, a los recién llegados. Este pedazo de USA, donde Trump tiene sus hoteles más caros, es la entrada a una mejor vida para millones de personas que no hablan inglés, que nunca se han montado en un avión, que probablemente nunca habían salido de su país y que, tal vez, en su cabeza nunca lo dejaron, pues se lo trajeron consigo e hicieron una imitación en las calles de Florida. Los chinos llegaron a NY y los italianos, y la mayoría de los europeos, y de alguna manera le pasaron su misticismo y su refinamiento a esta ciudad, haciéndola lo que es hoy en día. Así mismo, los hispanos han tomado la Florida. La diferencia es que no están concentrados en un par de manzanas, como en NY; están -estamos- en todos lados. Como les digo, en todas las tiendas hay un hispano hablante, en cualquier parte. No es como en NY, donde hay zonificación, aquí la cultura americana y la hispana se difuminan: un arroz con mango, como diríamos en Venezuela.

Esta fronter meridional de USA está expuesta, por su ubicación geográfica, a huracanes, tornados y tormentas tropicales, y aún así es intensamente turística, incluso en temporada de mal clima. Pero ¿es acaso turística? Tal vez esa es la impresión, si no conoces el estatus migratorio de tus vecinos. Estatus migratorio. Ese es el tercer idioma de la Florida, la jerga miratoria, casi legal, de todos los que vinieron buscando quedarse. Todos saben a qué te refieres cuando preguntas por ciertas cosas, incluso los nacidos y crecidos aquí, incluso los que tienen padres americanos, saben a lo que te refieres, porque todos tienen algún amigo, algún novio o familiar en esa situación.  

Los americanos, debo decirlo, tienen muchas cosas malas, pero han permitido que su país sea un refugio para muchos. Esto podría cambiar, ellos dicen que quieren cambiarlo. Pero yo creo que en el fondo saben que su industria, su economía y en gran parte su cultura, depende de esta mezcolanza de gente. Alguien me dijo una vez que las venezolanas y las colombianas eramos hermosas porque nuestra raza estaba muy mezclada. También me dijeron que los latinos eran listos por la misma razón. Probablemente no sea verdad, si fuéramos tan listos nuestros países no estarían como están. Pero algo de razón tiene que tener todo razonamiento, y el hecho de que la mezcla fortalece las razas es innegable. Orlando -y Miami es Orlando elevado a la décima potencia- es una ciudad próspera, bonita... y es un lienzo en blanco. Millones han venido y han dejado pinceladas de su cultura, detalles linguísticos, históricos, el que viene, aunque sea unos meses, no toma sino que deja. Y me parece a mí que la obra aún está por terminar.


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