Día 86. La cobra que vive debajo de mi cama.
Pues… Adivina. Esta noche me dio por salir solo en Oporto. Si de día y acompañado ya pasan cosas extrañas, no te cuento de noche y solo. La ciudad no es que se apague, es que se vuelve oscura.
Comencé la triste velada en una cafetería encallejada por ahí. Como el café no me salió barato, precisamente, lo alargué toooooodo lo que pude. Cuando se volvió estúpido seguir sentado allí, con aquel camarero siniestro que no hacía otra cosa que mirar al suelo, salí.
Y como soy afortunado, tras media hora deambulando me encontré con cuatro españoles… que por dios. Les hice de guía por algunas zonas de marcha, en plan callejeros.
Ey, esto se vuelve aburrido por momento. Hay que meter un dragón.
Total, que acabamos en una bar de dos plantas (era el único que nos dejó pasar gratis) y, cuando se fueron (tras varios intentos muy machos de ligar con una inglesa medio borracha) me quedé allí hasta que cerraron.
Luego volví a deambular (de eso hace ahora como media hora) y volví a casa cuando, como en el café, me di cuenta de que ya iba siendo hora.
No sería del todo malo si mañana no madrugara, la verdad. Aunque qué coño, estamos a dos pasos de Navidad, de volver a casa. ¿Quién quiere volver? ¿En serio?
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Comentarios (3 comentarios)
Rosa hace 13 años
una historia un poco tétrica tal y como la cuentas..
Nuria hace 13 años
Yo quería y no quería volver pero la comida y tu cama bien calentita son placeres que uno echa de menos allí. Dentro de una o dos semanas ya me entrarán ganas de volver...jejejeje
Aguilucho Recién Nacido hace 13 años
Si, Rosa... yo me la imagino en blanco y negro, con manos negras saliendo de las paredes de los edificios, en plan peli de Tim Burton...