Día 244. Aviso: Jabalíes salvajes en la zona.
Hoy no tengo una divertida anécdota que contar. No esperéis fantásticas historias de unicornios de esas que me suelen pasar a mí en esta ciudad dejada de la mano de dios. No me he visto envuelto en una alocada persecución a lomos de un velociraptor en mitad de la avenida de Aliados a las tantas de la mañana. Qué va.
Tengo que hablar de algo mucho peor que miles de ratas corriendo tras de ti en un pasillo a oscuras. Algo que te hace sufrir durante días, te tortura y te mortifica. Nadie me había avisado que conseguir la firma digital, necesaria para pedir la ayuda económica Séneca, era tan endemoniadamente complicado. De haberlo sabido, habría empleado mi tiempo en ir a España a hacerla en persona.
Pues sí, queridos lectores, todo comenzó cuando me informaron de que había recibido una plaza en Salamanca para el próximo curso (segunda parte de este blog en proceso) y yo, muy contento, me dispuse a hacer la petición por internet.
He contado 18 llamadas a España, 12 euros en móvil, tropecientosmil intentos de entrar en las webs (empiezo a pensar que el problema está en mi ordenador lleno de hormigas), cinco viajes a la embajada española, cuatro solicitudes de código y muchas, muchas noches de desespero. El feliz resultado ha sido que tengo la firma electrónica una semana después de que cumpliera el plazo de presentación de la séneca. La beca vagabundus para el año que viene está en camino, señores.
¡Última hora! Pues sí, me nombraron en el programa de radio de Erasmusu. Y para que todo no sean desventuras, ahí va una foto de Guimaraes, un pueblucho medio medieval así con iglesias y casa con tejado acabado en punta. Castillo en ruinas incluido en el recorrido, no tiene desperdicio ninguno.
Y estas son las mortíferas escaleras que crujían y temblaban al bajar y al subir a lo alto de la torre.
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