Día 22. Dragones y mazmorras y mi facultad

Si alguien se propusiera crear un edificio cuyo objetivo principal es que fuera IMPOSIBLE encontrar la sala que buscas, no le saldría ni la mitad de bien de lo que está hecha mi facultad.

Bellas artes, en Salamanca, comparte edificio con la facultad de psicología. Y, aunque en principio el edificio se divide en dos alas (derecha e izquierda), cruzar la frontera entre una facultad y otra es tan sencillo como dar tres pasos de más en un pasillo.

Y claro que notas el paso de una a otra; en bellas artes, la taquilla que menos tiene relieves, las paredes parecen haber sido bombardeadas por oleadas de militares con pistolas de pintrua, y cada dos pasos hay carteles absurdos que nos indican cómo abrir una puerta o cómo entra el aire por una ventana. Pero las diferencias entre un ala y otra no importan lo más mínimo.

Aquí comienza el laberinto

Pasillos sin salida, puertas cerradas, muros inexplicables y ventanas que dan a patios que no has visto nunca se repiten a lo largo de los tres pisos que conforman el edifico; ha sido toda una odisea llegar al aula 3. 4, teniendo en cuenta que, aun encontrándome a dos metros de ella, he tenido que bajar al vestíbulo, subir tres pisos, entrar y salir de Psicología, cruzar un aula enorme y atravesar una puerta perfectamente disimulada por una columna que, sin saber por qué, se encuentra en mitad de la sala.

No es de extrañar que haya llegado a mi primera clase, Arte Ambiental, con la lengua fuera. Y casi podría haberme ahorrado el paseo, pues la asignatura (orientada a gente de 4º y 5º) trata conceptos que vi en mi primer año de carrera, hace ya lo que parece toda una eternidad.

Aunque tampoco hecho muchas pestes de todo esto. Quiero decir que una puerta cerrada o una escalera que desciende hasta el sotanillo de mantenimiento puede ser la escusa perfecta para desviarme hasta la cafetería para la cual, inexplicablemente, tengo un GPS de serie que me lleva directamente, cruzando puertas de cristal que parecen decir ‘’ de aquí no pasas’’