Dia 12. Fotosíntesis asistida

La narración siguiente es inventada, y cualquier parecido de las personas descritas aquí con la realidad es pura coincidencia. Pero os prometo que es cierto. He tenido suerte, desde luego. Puede que el piso sea del año de la pera y que la puerta de salida esté acolchada con terciopelo rojo; la cocina sea tan vieja que temo que explote, o que el microondas no parezca haber sido limpiado nunca. Pero es barato, y el atardecer el digno del final de algún documental sobre la ciudad.

El año pasado, en Porto, conviví con lo que deben ser las personas más sucias de este país. Este año, y aunque sólo llevo aquí tres días, se presenta cuanto menos interesante.

Este 9º piso tiene cinco habitaciones, ocupadas por un brasileño, dos españoles, un mexicano y yo, en ese orden. Aunque si dijera que vivo solo sería igualmente creíble, porque nunca, nadie, está en casa, provocando un exceso de tranquilidad. Un señor de 60 años, un chico que parece morirse cuando entra al baño y otro que no deja de hablar del ‘’amor de dios’’ y del ‘’gran suceso’’ son las personas con las que convivo, o mejor, con las que veo muy de vez en cuando.

Por suerte, ha pasado algo que seguramente no te interesa, pero que como ya has empezado a leer, puede resultarte entretenido. He conocido a los Erasmus que viven encima de mí, en el ático, y su terraza con vistas a la ciudad promete noches de acoplamiento. Suecos, ingleses, italianos, brasileños y alemanes, y todos, en mayor o menor medida, hablan o intentan hablar español de manera correcta, por lo que adiós al sueño de practicar inglés gratis.

Internet es otro sueño frustrado; ahora mismo, lo robo de un banco cercano cuyo nombre no diré para proteger mi integridad, pero sobra decir que es lento, irregular, débil y gratis.

Mientras pasan los días hasta que comience la facultad, no tengo otra cosa que deambular cual ánima desde las nueve de la mañana, que es cuando me despierta mi compañero a portazos, hasta las cuatro, hora en que los mamíferos se van a dormir.

'Estas son las vistas que tengo desde el salón. Touché.


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