Tras haber vivido seis meses en Noruega y haber realizado algunos viajes sin duda me quedo con el que realizamos a Lofoten Islands. Estas islas son un archipiélago en el que las islas están unidas por puentes y túneles.
El hecho de estar algo apartadas hace que su naturaleza se mantenga prácticamente intacta y a que todo lo que allí se produzca sea de una naturalidad incalculable.
Lofoten no solo es recomendable de visitar, sino que es casi una visita obligada si visitas Noruega. Muchos son los que se van al Preikestolen y a Trolltunga, completamente comprensible, pero sin bellezas algo más vendidas. Esta, sin embargo, es la virginidad que te abofetea la cara. La nieve de las montañas y su contraste con el paraíso de sus playas en pleno Círculo Polar Ártico hace que ames Lofoten nada más el sol te roza la cara, a pesar de las temperaturas.
Sus pueblecitos se esconden tras las montañas y las casitas se apiñan en las planicies de sus faldas. Nada como perderse entre sus fiordos y descubrir dónde se encuentra el museo del pueblo y ver como no se acaban los, para nosotros, extraños secaderos de bacalao y otros pescados autóctonos.
Admiración sentirás por sus lugareños: aguantar viviendo allí todo el año, en el techo del mundo, donde para nosotros no hay nada pero para ellos está todo. Y descubres que, después de todo, es un lugar más del mundo donde sí que se puede ser feliz y que es precisamente esa virginidad la que hace a sus gentes quedarse junto a las chimeneas de sus casas, a pesar de que sus hijos tengan que hacer varios kilómetros todos los días para ir al colegio.
Saborearás Lofoten con solo oler su aire: el olor del pescado salando te da de lleno en la cara, pero luego te acostumbras y acaba por gustarte de un modo extraño y casi tierno. Porque Lofoten no es muy grande, pero tiene todo cuanto una persona sencilla puede necesitar.
Una cosa queda clara tras haber visitado las islas: sonríes. Sonríes de una manera increíble al notar el sol salir tras la montaña nevada, sonríes al cruzarte con los renos en la cuneta de la carretera como si fuesen las ovejas en España. Ríes cuando alguien te lanza una bola de nieve y suspiras con sus puestas de sol en caso de que no se te erice la piel con sus auroras boreales o su sol de medianoche.
Con Lofoten sientes, y te sientes vivo.
Desde mi corta pero intensa visita, os recomiendo increíblemente que visitéis las islas de Lofoten si tenéis oportunidad en vuestra vida porque jamás me he sentido tan increíblemente diminuta al pensar lo cerca que estaba del cielo, el Polo Norte y el sol, todo a la vez.
Precioso.