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Cómo acabé en Murcia


Cómo acabé en Murcia

A veces tenemos que ver el vaso medio lleno en lugar de medio vacío. Hay que saber ver las cosas con perspectiva, ver el lado bueno de las cosas. ¿Y por qué digo esto? No os preocupéis, os lo explico ya mismo.

Al principio, se suponía que mi Erasmus no iba a ser en Murcia. Cuando rellené todo el papeleo del Erasmus, mi primera opción era la Universidad Complutense de Madrid por su prestigio y por su reputación. Cuando nos dieron la resolución del Erasmus, vi que me habían aceptado en la universidad, en mi primera opción. Yo ya me imaginaba viviendo en la capital. Pero por aquel entonces las cosas no me salieron como quería.

Para poder entrar en esa universidad tenía que tener un nivel C1 de español, o al menos para mi rama de estudios (Filología Española). El nivel de estudios que había en esta universidad era muy alto, por eso querían asegurarse de que tuviera un buen nivel de español, para que pudiera seguir las clases y que no fuera perdida. La verdad es que es una buena iniciativa, porque de nada sirve ir a una universidad como esta y que, al final, no te enteres de nada y acabes perdiendo un año entero.

Bueno, como iba diciendo, para que me pudieran aceptar, mi profesor tenía que certificar que tenía el nivel suficiente de español. Certificó que tenía el nivel suficiente pero le dijeron que el certificado que había mandado "no cumplía las normas", que no era un documento oficial. Podría decirse que lo hizo deprisa y corriendo. Por eso, aunque hubieran aceptado mi candidatura de Erasmus en la Universidad Complutense de Madrid, cuando revisaron mis papeles se dieron cuenta de que algo no cuadraba. Pensaron que yo había falsificado el certificado para que me aceptaran y al final acabaron anulando el acuerdo que tenía con ellos para poder ir a su universidad. Obviamente, intenté arreglar las cosas y le pedí a mi profesor que se pusiera en contacto con la universidad para que confirmara que el certificado estaba en regla y que lo había hecho él. Pero fue demasiado tarde, otro alumno ocupó mi plaza de Erasmus en la universidad.

Llegados a este punto, solo podía sentirme decepcionada. Seguramente ya sabréis lo que se siente al pasar por esto: os emocionáis por algo, pero luego todo se va al traste. Pero antes de que se vaya todo al traste, os ha dado tiempo a darle rienda suelta a la imaginación, ya os habéis hecho a la idea de muchas cosas, os imagináis ya los preparativos, os habéis informado ya sobre los transportes y los pisos de allí e incluso habéis dado ya la noticia a toda la familia de que os han aceptado en una de las mejores universidades de España, hasta os plantáis en la ciudad para ver la facultad... Vamos, que cuando me dijeron que por un malentendido administrativo no podría ir, me invadió una mezcla de enfado y decepción. En resumen, que no fue la mejor época de mi vida.

Cuando pasé la fase de enfado y decepción, me tocó vivir la fase de aceptación. No me quedaba otra que aceptar la situación. ¿Qué podía hacer al respecto? Nada. Además, para poder seguir adelante, primero hay que saber aceptarlo. Así que nada, cuando por fin llegué a esta fase, me puse a buscar alguna alternativa porque no quería abandonar mi plan de irme de Erasmus. Aunque con todo el alboroto, la fecha límite de las demás universidades estaba a punto de expirar.

Aquí me ayudó mucho el Área de Relaciones Internacionales. En la Universidad de Orléans (mi universidad) todos son muy competentes y trataron de ayudarme lo mejor que pudieron. Nos pusimos a buscar juntos universidades que aún aceptaran estudiantes Erasmus. Tan solo quedaban dos. Y entre estas dos universidades, acabé decantándome por la de Murcia (¡era la primera vez que oía hablar de ella! ).

Ya no me acuerdo de cuál era la segunda opción, pero lo que importa es que al final decidí que mi destino sería Murcia porque la ciudad está cerca de la playa y de la montaña y, como yo soy muy de agua y me encanta la montaña y hacer excursiones, no me lo pensé ni un segundo.

De nuevo empecé a darle rienda suelta a la imaginación y empecé a visualizar nuevos proyectos y una nueva vida, no hay mal que por bien no venga. Y así fue, totalmente. No me arrepiento para nada de aquel malentendido con la administración porque gracias a eso he podido descubrir la ciudad de Murcia y conocer a personas que ahora considero parte de la familia, gracias a eso me siento plena.

Y al fin y al cabo, es mejor alejarse del alboroto que hay en una capital europea, de los atascos, de la contaminación, de la gente atacada de los nervios y de las muchedumbres de gente.

Aunque en Murcia haya más de 400 000 habitantes, uno se siente bien, relajado y tranquilo. Es una ciudad ni muy grande ni muy pequeña y os aseguro que vivir allí es una maravilla. No voy a seguir enrollándome porque ya os hablaré más de Murcia en mi próximo artículo.

Y como diría mi padre (es una de las pocas cosas que se sabe en español):

¡Adiós muchachos!


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