Murcia en Murcia y Tenerife en Tenerife (XIV)
¡Mierda, me he dejado la cartera en el apartahotel! Me dí cuenta cuando ya había llegado a Granada. Obviamente no podía -ni quería regresar- a Málaga.
Cuando llegué a Murcia llamé de inmediato a "Los Amigos Beach Club" y enseguida me tranquilizaron afirmando que allí se encontraba mi mochila de flores estampada, mi cartera con el dinero en su interior y la chaqueta de color lila que también me había olvidado.
- Se lo enviaremos en un paquetito dentro de unos días - me dijo la recepcionista.
- De acuerdo, se lo agradezco muchísimo.
- Tiene que hacerse cargo de los costes del envío...
- Por supuesto, sin problema, claro que sí. Gracias, gracias y gracias. - lo que verdaderamente agradecía de forma tan entusiaste era el poder ahorrarme todo el pesado trámite de cancelar tarjeta de crédito, pedir hora para renovar el DNI, volver a pagar el carnet de conducir, etcétera, etcétera.
En cuanto colgué el teléfono fijo, agarré el móvil para marcar el número del canario.
- ¿Sí? - me contestó por el auricular aquella voz que había estado escuchando durante todo el fin de semana.
- Hola guapo, ¿ya te has olvidado de mí? - comencé juguetona.
- Pues no sé, ¿quién eres?
- Tú tía la de Murcia... - continué creyendo que él así había hecho.
- Pues yo tu sobrino, ¿qué quieres? - ante esa contestación tan seca y cortante deduje que no estaba solo en la habitación. "Seguramente esté con amigos y querrá hacerse el machito delante de ellos, es un crío... vamos a dejarlo y ya mañana hablaremos" concluyó mi mente en una fracción de segundo.
- Nada, simplemente decirte que la cartera está en el hotel, para que no te preocupes y puedas dormir tranquilo... - le vacilé.
- Ah, vale. Pues ya hablamos - sentenció él.
Había algo que olía mal en aquella "conversación" - por llamarla de alguna forma- pero realmente estaba tan cansada después de todo el viaje y haber parado a comer con Iván, que me puse el pijama y caí dormida ipso facto.
Al día siguiente desperté con ese sabor agridulce de la noche anterior. Retomé mi rutina laboral sin dejar de pensar en ello ni en él. Traté de llamarlo pero la operadora automática de su móvil me comunicaba continuamente que estaba apagado o fuera de cobertura. Justo en el momento que me di por vencida fue cuando mi aparato sonó. Era un mensaje desde el móvil de su madre, avisando de que me llamaría al final del día, que estaba muy liado.
Como una boba miraba la pantallita cada diez minutos durante toda la tarde. Por la noche había quedado con una amiga, Blanca, para relatarle con pelos y señales lo sucedido a lo largo del fin de semana. Justo al salir de casa fue cuando el teléfono se iluminó nuevamente:
- ¿Sí? - ¡Mierda, he contestado demasiado rápida!
- Hola murciana... - me saludaba desde el móvil de su madre.
- Hola guapetón... - ¡Joder! me había prometido a mí misma ser igual de cortante que él.
Como iba atravesando a pie las callejuelas en penumbra de mi pueblo hasta llegar al punto de encuentro con Blanca, no pude prestar el 100% de mi atención a lo que Javier me contaba, así que me quedé desconcertada cuando le escuché decir:
- Lo siento por lo de ayer tía, es que estaba delante una amiga y me dejaste cortado... no sabía qué decir... ella estaba allí y yo no quiero hacerle daño a nadie.
- ¿Cómo? Javi, ¿qué dices? - verdaderamente no entendía nada.
- Es que vio las fotos y se enfadó... me cogió el móvil y lo rompió... -narraba él salteadamente. - En ese momento visualicé a Blanca a escasos metros.
- Canario, no sé de qué me estás hablando, acabo de encontrarme con mi amiga. Te dejo, ¿vale? Mañana hablamos con más calma... - Lo cierto era que veía venir lo que Javier me iba a decir y no lo quería escuchar. No era justo que el cuento acabara tan pronto, quería disfrutar un poco más de mi felicidad de adolescente y transmitírsela a Blanca tal cual, así que colgué el teléfono y evité escuchar la verdad... hasta el día siguiente.
Cuando llegó el martes tampoco pudimos coincidir, así que no fue hasta el miércoles cuando me contó que efectivamente, como ya esperaba, el muchacho tenía novia.
- ¡No me lo puedo creer Javier! Pero, ¡serás cabrón!
Me dio por reír. De verdad, juro que me salió sólo. No era hipocresía ni estaba fingiendo que me lo tomaba bien. Me preguntó que qué sentía y yo le contesté que me daba mucha pena. Habíamos pasado un fin de semana genial, de hecho, me podía remontar más atrás, hasta el día en el aeropuerto, su posterior visita a Murcia, cada una de las llamadas de una hora pegados al teléfono durante la semana intermedia,... y ahora resultaba que tenía novia.
- Lo que no entiendo es por qué me mentiste. No tenías ninguna necesidad...
- Ya, no sé, no quería que cambiara nada.
- Es que no iba a cambiar nada, ¿acaso no te di la confianza para que fueras sincero? Yo lo fui en todo momento contigo. Yo fui la primera que te dijo "tú te vuelves a la isla y yo no me voy a quedar pensando en ti".
- Ya... pero yo qué sé. Yo iba a ver a mi padre y de repente te veo allí sentada. No esperaba encontrarte...
- Vale, no esperabas encontrarme. Puedo llegar a entender que te dejaras llevar en el aeropuerto y nos diéramos un par de besos. Incluso acepto que nos embelesáramos con la idea de que el destino había querido que vinieras a Murcia y pasáramos una noche estupenda juntos, pero lo que no concibo de ninguna manera es que si yo te sugiero que dejes pasar el vuelo y te quedes hasta el domingo... ¡Lo hagas! Ahí ya no hay ni destino, ni estrellas, ni nada de nada que nos conduzca a hacerlo. Lo hiciste porque quisiste, ¡con premeditación y alevosía!
La charla se alargó durante un largo tiempo. En ningún momento estaba reprimiéndole ni reprochándole nada, simplemente trataba de hacerle ver que con los sentimientos de la gente no se juega, y menos con los de alguien a quien quieres... Si le haces eso a una niña de dieciocho años lo único que puedes provocarle es que no vuelva a confiar en un hombre el resto de su vida, ¡y ésta acaba de empezar para ella! Lo más gracioso de todo es que no se mostraba arrepentido en ningún momento, e incluso me seguía hablando de cuando vengas a Tenerife...
¿Qué podía hacer yo? No era mi problema. Por supuesto no estaba de acuerdo con todo aquello, pero lo que no debía -ni quería hacer- era anteponer el bienestar de una desconocida al mío propio. Alguien dijo alguna vez "si me engañas es que no me respetas, y si no me respetas es que no me quieres". Por mucho que él dijera que "le tenía cariño", aquel barco estaba hundido. Aunque él no lo afirmaba directamente, me decía entre susurros "un clavo saca a otro clavo, ¿no?" y volvíamos a desvariar. Y pasaron los minutos veloces recordando los momentos vividos en Málaga, y de pronto se dio cuenta que tenía el mismo asiento de vuelta que el que yo tuve de ida, y volvimos a ver señales, y cuando nos despedimos lo hicimos hasta el día siguiente, hasta que el móvil vuelva a sonar.
No sé bien qué porcentaje de Tenerife está en Murcia, ni cuánto de mi tierra se quedó en Tenerife. Ni si quiera puedo afirmar que esta historia esté acabada o que tenga continuación, ni manifestar cuál quiero que sea el final porque no lo sé. Seguiremos viviendo y el tiempo -propulsado por nosotros- pondrá cada cosa y a cada cual en su lugar.
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Comentarios (3 comentarios)
Gabrii Marcháis hace 10 años
.......
Gabrii Marcháis hace 10 años
me he quedado boquiabierta... yo que pensaba que esto acababa ya en boda... que asco de hombres de verdad, pero a ti no te han quitao lo que has bailao!!!!
Vir SN hace 10 años
jajaja, desde luego! eso que me llevo :D veremos a ver si no hay que escribir algún capítulo más... ;)