Mi mundo today
Como cada domingo aquí me encuentro para dar el repaso semanal vivido en esta Murcia, mi hermosa ciudad.
Estoy animada, sí, no lo puedo negar, pero a la vez desconsolada sobre algo que no sé muy bien qué es (quizás precisamente por eso me cueste encontrar la razón para mi consuelo). En algún lugar escribí una vez que de naturaleza era marcapáginas. Sigo manteniéndolo, y a eso "veo la apuesta y sumo esponja". Me empapo de todo lo que me rodea para luego escurrirlo en mi propia personalidad. De esta manera aprendo de lo que me gusta y lo que no, de en qué me gustaría convertirme y cómo no me gustaría comportarme por nada del mundo.
Esta dualidad la encuentro en el trabajo, cuando tengo frente a mí a un jefe que sueña despierto, y detrás a una joven que vive despierta. Quizás no se entienda el matiz. No se preocupen, hay más ejemplos. En el emplazamiento laboral también me encuentro con un hombre que se pone nervioso ante la presentación para un concurso de emprendedores. Él teme no poder transmitir de forma clara y efectiva todo sobre lo que ha estado trabajando, aunque no pierde la sonrisa en ningún momento y con la guasa tiene salida para (casi) todo. Al mismo tiempo hay un par de señoras -llamémoslas así- que siempre llegan tarde y se van unos cuantos minutos antes de su jornada. Les encanta hablar/chismorrear, eso sí, anteponiendo la frase "yo no me creo mejor ni peor que nadie, pero...". Já, me río yo. ¿No me creo mejor ni peor que nadie? Reflexionemos sobre ello por un instante. ... . Ya. Realmente creo férreamente que no, no se creen peor que nadie, igual que mucha gente, porque eso sería infravalorarse y por ende tener que andar continuamente esforzándose por mejorar, qué pereza, ¿no? Pero lo de mirar un poquito por encima del hombro, aaay pájara, el "pero" te delata.
El antagonismo del que hablo también lo encuentro entre los compañeros de academia, cuando observo a ese chico que nunca le roba la palabra a nadie pero que contesta acertadamente cada vez que se le pregunta, y a la chica que suelta un "¡toma!" o "¡yupi!" bajito y agudo en el momento que acierta. A uno lo admiro y la otra me incomoda, ese sencillo análisis me sirve para entender cómo debo comportarme en función de causar una impresión u otra.
Si hablo de mis amigos me da miedo opinar en voz alta. Somos muchos y muy diversos. Por supuesto que hay cosas que detesto y se alejan kilómetros de mi forma de asimilar la vida, aunque eso no signifique que sea malo ni bueno. Hay pataletas que no entiendo, ni tampoco los comportamientos que causan placer por el simple hecho de quedar por encima del otro. No comprendo a las personas que se conforman, que defienden o que no pelean sus opiniones, pero como ya decía, somos más de una docena de gentes variopintas y lo bueno es que permanecemos juntas a pesar de los años. Eso es algo que siempre admiraré y en lo que me apoyaré para seguir avanzando. Durante todo este tiempo he aprendido gracias a ellos que el perdón y la amistad son terminos que van unidos sólo cuando ambos son sinceros.
Por último la familia, aquí en casa es probablemente donde más evidente y dolorosa se vuelve la contriedad. Ambos referentes paternos son tan distintos, están tan alejados el uno del otro que creo que no recuerdan qué fue lo que un día les unió. Hace poco surgió una pregunta que se quedó un tanto en el aire entre mis amigas. ¿Cuál fue la última vez que lloraste? Aquí, en este refugio público confieso que lloro todos los días. Sí. Cada día lloro por dentro. Pero también procuro sacar una sonrisa aunque me cueste, o varias si ni si quiera me lo planteo. Lo curioso que me ocurre entre estas cuatro paredes es que nunca puedo identificarme de la misma manera con cada uno de mis padres. Cuando me fascino con lo luchador que es mi padre, me irrito infinitamente con la cobardía de mi madre, y mientras me quedo maravillada ante la dulzura de ella, me enfurece el despotismo que algunas veces refleja mi padre. Quizás por eso a veces me sienta identificada con la afirmación de "quiero más a mi familia cuando la tengo lejos", y es que entonces no me hacen llorar interiormente día tras día. Pero no es su culpa, de esto también aprendo, y mucho. Soy una esponja y por hoy ya he escurrido suficiente.
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Comentarios (2 comentarios)
Gabrii Marcháis hace 11 años
me encanta leerte siempre que puedo :*o
Vir SN hace 11 años
gracias ^^,