Febrero se va a pasar volando. Literalmente.

Publicado por flag-es Vir SN — hace 10 años

Blog: Murcia. Quién me lo iba a decir
Etiquetas: flag-es Blog Erasmus Murcia, Murcia, España

La vida se ríe de nosotros, y ahora explicaré por qué.

Hace tres días salí de casa decidida a comprar un vuelo cuando regresara a mi hogar nuevamente. Había quedado con mi jefe para aclarar los nuevos horarios de trabajo ya que, en principio, se iba a incrementar el número de grupos de alumnos en los institutos que imparto inglés. Le escribí el viernes para concertar una cita lo antes posible porque, tras las últimas y diarias conversaciones telefónicas con el de Canarias, me había vuelto la ilusión. El tinerfeño me llamaba como si no hubiesemos hecho un parón de dos semanas de silencio, y al colgar el teléfono rápidamente acudía a la aplicación de mensajería instantánea para dedicarme un último buenas noches acompañado del emoticono que te lanza un beso en forma de corazón. La última noche, la del jueves, me escribió además lo siguiente:

"Tengo ganas de ti...".

Sí, exactamente la misma frase que da título al libro de Federico Moccia, el autor que me cautivó en la adolescecia. Como habitualmente me ocurre, "vi señales". Era el momento de actuar, de agarrar el toro por los cuernos y plantarse en Tenerife antes de que vuelva a desaparecer. Sentía que sino lo hacía algo se quedaría pendiente, igual que me ocurrió con 'el ciclista' de Alicante. Me costó tanto recuperarme de aquello que me prometí no estar dispuesta a que me volviese a ocurrir. La noche del viernes estuve supremamente a gusto por pasarla con mis amigas y no con mis no-amigos. Actualmente me encuentro en un punto en el que trato de dar valor a las cosas que tienen importancia y delegar las que no las tienen para quien las quiera. Nunca he creído en la hipocresía pero nunca he sido capaz de no practicarla, hasta ahora.

En ese intento de ser fiel conmigo misma, en el preciso instante que volví a casa el domingo tras haberme tomado un par de cervezas con Kasper y un señor gofre con Juanjo e Isa, compré el vuelo hacia Tenerife. Llevaba todo el fin de semana dándole vueltas, e incluso me desnudé sentimentalmente con Iván respecto a lo que sentía por el de la isla. Comencé a consultar vuelos el viernes y fui comprobando cómo subían de precio, hasta que opté por no dejar pasar ni un segundo más y pillar el que salía desde Valencia la semana siguiente. Me apetecía. Quería hacerlo y eso era suficiente, aunque supusiera destinar la mitad de mi pobre sueldo a ello.

Dormí plácidamente aquella noche. A la mañana siguiente me despertó una llamada al móvil bien temprana. No contesté porque se trataba de un número de esos largos que se pierde por la pantalla (el típico de una entidad pública). No logré conciliar el sueño y me animé entonces a levantarme de la cama. La semana empezaba con un montón de cosas que organizar antes del viaje. Tras desayunar mi zumito de naranja, me dirigí al ordenador como cada mañana. Consulté el email como -maquinalmente- hago siempre, y allí estaba: Un correo de Plan Joven (el programa municipal de intercambios juveniles de la Región de Murcia) con el asunto "The magic of games".

  • Buenos dias.  
  • Una vez finalizado el proceso de selección, me gustaría comunicarte que tu CV y solicitud ha sido aceptada para el semninario que tendrá lugar en Estonia- Tallin desde el 20 al 27 de febrero.    
  • Para ver todas las cuestiones relativas al viaje y al seminario, debemos tener una reunión, con el fin de aclarar posibles dudas y que podais encontrar buenos vuelos.  
  • Un saludo

No me lo podía creer. Había solicitado este servicio de voluntariado europeo igual que solicito todo. Ya ni si quiera me acordaba (¡y mira que fue hace menos de un mes que envié la solicitud!) y resultaba que me lo habían concedido. El corazón comencó a galopar salvaje y la  emoción invadió mis pupilas. ¡Que me voy a Estonia! ¡Y de voluntariado! ¡Y subvencionado! ¡Oléé! Pero en medio de tanta exaltación de pronto me vino a la mente Canarias. Joder, ¿y ahora el trabajo, qué? No puedo faltar tanto sin arriesgarme a perderlo. Si el email me hubiese llegado durante el fin de semana seguro que no hubiese comprado el vuelo. Me considero muy pasional, sobre todo en lo referente a dejarse llevar por las emociones y hacer caso a nuestros instintos, pero al mismo tiempo tengo muy claro que no antepondría nada, por muy canario que sea, a mi estabilidad intelectual o profesional. Lo he hecho siempre en mis relaciones y creo que es uno de los mayores motivos por el cual terminaron todas. Tratando de darle la vuelta al punto de vista, me dije que el email me tenía que llegar lunes porque en el fondo tenía que ir a Canarias (aun no sé por qué, a la vuelta os lo cuento).

Pero esto se queda en nada respecto a las risas que se echa la vida a nuestra costa. Podríamos considerar ese hecho como una leve sonrisilla que nos dedica la vida al ver nuestra cara de tonta frente a la pantalla del ordenador leyendo el email. El descojone viene ahora.

Resulta que el último día que fui al gimansio fue el jueves, ya que el viernes estuve demasiado atareada preparando todo para la graduación. No puedo fingir que no me importó no ver al monitor que tantas risas nos provoca a Blanca y a mí debidas a su espontaneidad. Durante la última semana mi amiga no ha podido ir a las sesiones de spinning porque su madre está en el hospital y, como siempre le ha tocado en la vida, ha tenido que apechugar. Siempre es ella la que me hace sacar fuerzas para embutirme en las mallas a última hora de la tarde después de llevar todo el día trabajando, pero, al no estar, he de encontrar otras motivaciones para no perder el hábito. ¿Para qué voy a negar que me aferro al hecho de echar unas risas con el tiarrón gracioso como excusa para ir al gimnasio? Además, desde que no va Blanca al centro deportivo, me trae en su moto hasta mi misma puerta para que no ande sola a altas horas de la noche. Es por eso, que cuando el jueves fui y no lo vi, me apené.

Al comienzo de la semana la madre de Blanca seguía en el hospital, y por ende, mi amiga allí aprisionada también. Me tocó ir sola al gimnasio de nuevo, y francamente he de reconocer que no iba pensando en encontrarme con el monitor macizorro, pero allí estaba. Me alegré. Además, estaba más guapo, se había cortado el pelo. Entré a la sesión de cinclo indoor con otro de los monitores que conforman la plantilla de Nature, pero mi amigo entró a mitad de la clase para buscar un martillo (Dios sabrá para qué) en la caja de herramientas. Al no estar Blanca me coloqué en otra bicicleta estática que no era la mía habitual, así que pude observar cómo disimuladamente el personaje me buscaba con la mirada en el hueco vacío y luego arrastraba los ojos por el resto de sillines hasta dar con el mío, y lanzarme una sonrisa.

Acabé de ducharme y vestirme más tarde de lo habitual. Cuando no está mi amiga derrocho más tiempo bajo el agua caliente porque siento que nadie está esperándome, pero me equivocaba. Al subir las escaleras y llegar a la puerta allí estaba él.

- Virgi, espérate un ratito que cierro enseguida y te llevo a casa para que no te marches sola.

La verdad es que no tenía ninguna gana de tener que quedarme allí plantada esperando a que él recogiera sus cosas mientras que los machacas de pueblo están jadeando frente al espejo al tiempo que levantan pesas del tamaño de la rueda de un camión. Pero lo hice. Unos minutos antes de la hora nos habíamos quedado solos, así que cerramos el chiringuito y nos marchamos.

Me cedió el casco como la vez anterior. Ya no tenía que explicarme dónde colocar los pies ni cómo agarrarme a su tronco, lo hice instintivamente. En los tres minutos que duró el viaje fuimos charlando por encima del viento que soplaba frío. Al llegar al portal de mi casa nos despedimos con dos cariñosos besos y soltó antes de que me diera media vuelta, no sé con qué intención: "Ahora vendré de nuevo por este parque para pasear a los perros".

Después de una cena saludable (y, en serio, no lo hago como sacrificio, ¡podría pasarme la vida entera comiendo brócoli!) me subí a mi dormitorio como cada noche. Encendí el ordenador para escribir unos emails antes de dormir. Ni si quiera me había puesto el pijama aun cuando escuché una voz familiar desde la calle.

- Sondal, no te alejes demasiado. Sara, ven aquí - les gritaba mi monitor favorito a sus dos perros.

Corrí la cortina, abrí el cristal y luego la mayorquina. Allí estaba él, en medio de la carretera con los brazos en jarras sobre la cadera y mirándome fíjamente (a pesar de la distancia).

- ¡Hombre, Pero si tengo aquí a Romeo! - le saludé divertida.

- ¡Bájate un rato Virgi! - me respondió con alegría, y cierto punto de picardía.

No tardé ni un minuto en cerrar la ventana, abrocharme la cazadora de cuero, bajar las escaleras a prisa y salir por la puerta sin alertar de a dónde o con quién iba. Nos saludamos como si no nos hubiésemos visto apenas unos minutos antes. Mientras paseábamos con la pareja de animalillos, conversamos de temas vanales hasta que de pronto me dejó sin palabras al preguntar:

- ¿Tú besas bien?

- ¿Perdón?

- Que si besas bien.

Tratando de salir del paso haciéndome la tonta dije:

- Pues hombre, si quieres te paso una lista de todos a los que he besado y hacemos una media según lo que opinen.

- Lo digo porque no me importaría comprobarlo... - inquirió visitendo una media sonrisa que me hacía dudar si hablaba en serio o no.

Dubitativa, mi balbuceo iba en aumento conforme se acercaba a mí. No quería que me viera nerviosa y decidí seguirle el juego el cual sabía que no conduciría a ningún lado.

- ¿Quieres comprobarlo entonces? - sonreí.

Ante tal pregunta me miró y se dirigió hacia mí con la intención de no responder verbalmente. Cuando sólo unos pocos centímetros separaban su rostro del mío, abrió la boca en el preciso intante que yo giré mi cara.

- Sabía que te ibas a quitar - se adelantó -. No eres de ese tipo de chicas y me alegro-.

Si hay algo que realmente me enfurece en esta vida es el cinismo. El muy trepa adoptó el papel de que me había puesto a prueba en vez de reconocer que le hice una cobra como un piano. No se le cayó la cara de vergüenza cuando una niñata -como seguramente él me viera- no le besó pensando más en su mujer e hijo que él mismo. Pues como "justiciera minorista" que me considero, no iba a dejar que se saliera con la suya. Estaba dispuesta a ser yo quien le pusiera a prueba a él con el fin de desenmascarar al prototipo socialmente establecido de padre, marido y ciudadano perfecto. Con la voz más dulce que pude entonar le respondí:

- No te creía capaz de hacerlo, por eso me he quitado yo antes de que lo hicieras tú, pero por lo visto te apetece besarme tanto como me apetece a mí que lo hagas... Que sepas que no me quitaré si lo vuelves a intentar.

Estaba vuelto de espaldas cuando le dije aquello, y rápidamente se giro hasta el punto de poder mirarme por encima del hombro con desconfianza. Mi mirada le dio tanta seguridad que se acercó nuevamente hacia mí, encarando esta vez a la mujer y no a la niña. Sus labios fueron por delante y se encontraron con los míos a medio camino. Cerré con fuerza los ojos dejándome llevar y él aprisionó mis brazos. Al separarnos me susurró aun con su nariz pegada a la mía:

- Pues sí que besabas bien, sí.

Abandonamos la oscuridad para pasear por el jardín más cercano. Los perros jugaban entre sí cariñosamente mientras él y yo continuamos hablando como si nada hubiera ocurrido. No sé qué hora era ni cuánto tiempo llevábamos fuera, pero ya era tarde. Me acompañó de nuevo a casa, pero antes de llegar a la puerta volvió a noquearme diciendo:

- Déjame que te dé un beso de buenas noches de verdad.


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