Dos mil casi catorce

Publicado por flag-es Vir SN — hace 10 años

Blog: Murcia. Quién me lo iba a decir
Etiquetas: flag-es Blog Erasmus Murcia, Murcia, España

Hoy es el día. No se puede escapar a él, nadie puede. No te molestes en correr. Hoy es el día... en el que todo el mundo te putea. Vayas donde vayas, mires donde mires.

El ambiente está impregnado de mensajes navideños. Todo apunta al 14 sin darle más cancha al 13, pobre de él, ¿es que nadie se da cuenta que aun no se ha ido? Nos encontramos en plena agonía del año que termina y todo el mundo se dedica a reflexionar sobre lo que fue y apunta hacia lo que vendrá. Nos quedan aun cinco horas -¡horazas!- y en los bares ya se está brindando con chupitos por el dos mil catorce... qué poca vergüenza. Esto es como si tuviésemos un novio o novia con el que hemos mantenido una intensa relación, con sus más y sus menos (hasta en las mejores parejas hay altibajos) y nos pusiésemos a decir en presencia de él o ella cuando nos da un ultimatum que sí, que ha sido muy bonito, siempre lo/la llevarás en el corazón pero todo tiene un fin, hay futuro, eres joven y te queda mucho por vivir, no te puedes atar. Te esperan cosas nuevas, de hecho te ilusiona más ese pibón (el año nuevo) que vas a conocer en breve... no sabes cómo irá, aun os estáis conociendo pero parece que te gusta... Por increíble y apresurado que parezca, habéis comenzado a hacer planes juntos: viajar, trabajar, poneros en forma... Desde luego, está muy feo que le digas esto en su cara al amante que te ha acompañado durante trescientos sesenta y cinco días (lo escribo con letras para que impreione más, porque ¡no es moco de pavo!). Pero claro, él o ella no te pueden culpar, ellos te conocieron así, dejando a otro u otra para ocupar su lugar en tu corazón, ¿quién les diría a ellos que no les harían probar su propia medicina? No tienen derecho a reprocharte nada... ¿o sí?

Personalmente estoy deseando que pase este periodo de tránsito navideño. Siempre he sido muy extreñida por naturaleza, pero es que cuando me obligan a comer algo que no me gusta, aun más. Para mí no tienen ningún tipo de significado especial estos días en los que la mayoría de la gente -no todos- está hipócrita y cínicamente feliz. Me encuentro en un periodo atemporal, como si no estuviese viviendo o empapándome de lo que me rodea. Paso desapercibida por el consumismo en masa, es como si flotara entre los transeuntes que visten gorro de Papá Noel. No entiendo el significado de "¡que es Navidad!" como razón disculpable ni por qué la gente tiene colgados de sus balcones tres muñecos con capa y diferentes coronas que se iluminan (no me vale la excusa de "es por los niños". Ellos no son tontos, ¡están las calles llenas!). Tampoco quiero que todo esto suene como una crítica -que tiene muchas papeletas para que así lo parezca-, pero en realidad no lo es, se trata simplemente de otro punto de vista igualmente válido, ¿no?

Un punto y aparte lo merecen las tradiciones específicas del día treinta y uno. Empezando por la cena. En mi casa cenamos este año mi padre, mi madre y yo. Punto, ya está. Antecedente: Ayer me hice una pizza para cenar y no me la pude acabar porque es demasiado. Continúo: Mi madre lleva una semana calentándose la cabeza con qué va a preparar de cena la noche de fin de año. Yo le trato de explicar que es un día más, que lo importante es que estemos juntos y todas esas formalidades. Ayer se recorrió todos los supermercados de mi pueblo (y el contiguo) para comprar el pescado en un sitio, las verduras en otro, la uva en otro diferente y así. Se ha levantado esta mañana más temprano de lo habitual para comenzar a prepararlo todo y el menú será algo así como entremeses (ensaladilla de marisco, embutido ibérico, gambas rojas, paté con mantequilla, revuelto de setas,...). Sopa de pescado de primero, cordero o pescado de segundo y postre variado (fruta, dulces, turrón, sorbete,...), más la uva a las doce, por supuesto. No hace falta volver al antecedente que puntualicé anteriormente, ¿verdad? Quizás sí. Realmente no entiendo porqué una noche no soy capaz de acabarme una pizza yo sola y al día siguiente tengo que zamparme -porque así dicta la tradición- semejante banquete a la fuerza. Y no hablemos de los turrones... ¿cuántas pastillas diferentes puede haber en mi casa sabiendo que sólo somos cuatro (contando con mi hermano)? No miento si digo que tocamos a más de dos por cabeza, y además están los dulces de Navidad, las peladillas, los Ferreros Rocher, etcétera. Vamos, que no entiendo ahora ni entenderé nunca semejante puesta en escena instaurada por el capitalismo, el gobierno, las familias o qué sé yo el día 31 de diciembre.


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