Días de cine. II y medio

Perdonad que redunde una vez más sobre el mismo tema, pero tenía que compartir la impresión que ayer tuve. 

Este post se ilustra con la fotografía que tomé al reverso de las entradas de cine que compré ayer noche para ver Blue Jasmine. ¿A alguien más le impacta que estén totalmente en blanco?

El sentimiento que me produjo ver desnuda la parte de atrás fue similar al de la profunda tristeza que te invade cuando te comunican que alguien que simplemente conocías ya no está. Es decir, no érais amigos, pero ché, no te caía mal, parecía majo, es una pena no haberte parado a conversar más con él antes de enterarte que se mudaba a México (por ejemplo). Para mí ese conocido entrañable es el cine. Vale que hay una "crisis cultural" que le afecta, vale que la mayoría de espectadores potenciales se queden en eso: potenciales, al dejarse arrastrar por los comentarios de "madre mía, están locos, siete euros por una entrada de cine" y no les falta razón, pero tampoco les sobra cuando despilfarran esa cantidad en otras cosas que tampoco realmente necesitan.

Podemos aceptar que los que un día fueron consumidores del séptimo arte hayan dejado de creer, pero lo que no se puede tolerar es que sea la propia industria la que tire la toalla. La que no promocione una oferta especial en la que durante tres días las entradas te cuestan (tan sólo) 3'50 euros, la que no pague ni un mísero céntimo para que el nombre del (gran y solemne) cine Rex acompañe a los comerciales Thader y Tiro en el artículo de periódico que cubría la noticia, la que por primera vez muestre virgen el reverso de las entradas y convierta en vano el hecho de recibir tu ticket recién impreso y darle la vuelta para ver si hay oferta en las palomitas o esta vez te regalan una Coca-Cola al acabar la película en el McDonald de la esquina.

Pese a todo ello, a algunos todavía nos queda la esperanza de que ese conocido regrese algún día de México y podamos entonces charlar y conocerlo un poco mejor. Seguramente volverá cambiado, con un poco de acento latino seguramente, pero es que la vida consiste en eso: cambios, y no nos podemos quedar atrás.

Antes de finalizar me gustaría agradecer desde aquí (y obviamente de forma simbólica) al señor que rasgaba los tickes al entrar). Había comprado tres entradas como se ve en la foto (había ido con tiempo por si había cola, já...). Una era para mi madre, que no vino, [...], y aquel hombre no dudo en entrar en la taquilla y pedirle a su compañera que me devolviera el dinero. Espero que sin escribir una sola palabra más -porque así me dejó-  entendáis lo que sentí.

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