Despejando la "x"
He de confesar algo: Tenerife sigue presente. He de confesar algo más (a consecuencia de la primera confidencia): estoy asustada.
Recuerdo perfectamente el primer día de clase de la asignatura "Comunicación Social". Marta Martín (la coordinadora) nos lanzó la siguiente pregunta: ¿Qué es lo que más asusta a las personas? La mayoría de nosotros respondimos la muerte muy convencidos de nuestra contestación. Ella nos corrigió automáticamente. "La incertidumbre" dijo con credulidad. "El no saber qué va a pasar. Todo aquello que escapa de nuestro control nos produce miedo".
No hace mucho leí algo así como que si sentimos miedo es porque estamos vivos, y así es. Estoy asustada, y ese miedo me provoca seguir viviendo, querer descubrir el porvenir y disipar la o las dudas que me atormentan. Como una regla de tres simple, Tenerife sigue presente porque aun no he resuelto el misterio que lo envuelve. Actualmente me hallo tratando de despejar la "x".
Por un lado me bombardeo a mí misma con máximas del tipo: no puede ser, está muy lejos, no es factible, es apenas un crío, miente más que corre, olvídate ya, etcétera. Hay veces que hasta me lo creo, pero todo cambia cuando el móvil vuelve a sonar y su nombre ilumina la pantalla. Le recibo con la misma simpatía de siempre. En cada nueva llamada es como si descubriera su voz por primera vez. Me hace reír y yo a él. El llamarme es lo primero que hace cuando llega a casa después de trabajar hasta a mediodía. Pasan los minutos sin que nos demos cuenta, y si es fin de semana las horas corren igual de veloces.
Lo malo de todo esto es que no suelta prenda. Es desesperadamente reservado y eso me hace dudar. Su historia personal la protege bajo mil candados, lo cual me impide conocerlo realmente. En muchas cosas dudo de si no me quiere contar algo porque es mentira o porque realmente no quiere compartirlo ni conmigo ni con nadie. No sé cuántas veces me habrá dicho ¿y qué quieres que te diga? como argumentando "soy así y nada va a cambiar". Yo, que soy muy lista para algunas cosas, le sé llevar por el camino que quiero para sorprenderlo al destapar sus propias mentiras. Él se ríe cuando lo descubro, pero sigue ahí, y creo que valora que yo también siga ahí. Lo justifico afirmando que es porque no me importa, si me importara no toleraría ni un sólo engaño, pero ahora no estoy del todo segura de ello. No quiero cometer la equivocación de prejuzgar y no tener la suficiente paciencia como para conocer la solución de "x". No me atrevo a preguntarle qué piensa de nosotros, no quiero asustarle y que desaparezca sin dejar rastro (sé que así sucedería, de hecho, probablemente sucederá algún día). Cuando creo que ha llegado el momento de tirar la toalla de pronto me comienza a hablar de su familia sin que yo se lo pida directamente. También relata superfluamente la separación de sus padres y el trágico altercado con su abuela. Reconozco en su rostro a través de la pantalla del ordenador la misma mirada que cuando oculta otras cosas y detectó que esa emoción es la que provoca conectar con el dolor. Cuando bromeamos y le digo "cuando yo te pregunto no abres el pico, pero seguro que de la murciana lo cuentas todo por ahí...", él me contesta sin pensar que "la murciana son cosas buenas, otras cosas son diferentes coño". Me doy cuenta que evita utilizar las palabras "malas", "tristes" y sobre todo "dolorosas" en lugar de "diferentes". Es entonces cuando le o me doy otra oportunidad (no tengo claro a quién) y decido seguir estando ahí, querer llegar a conocerlo con sus cosas buenas y, particularmente, con las malas.
Estoy malacostumbrada a que los chicos me hagan caso. Eso produce que encuentre muy interesante al medio-pájaro que no me lo hace. Continuamente me considero para él un pasatiempo, alguien a quien llamar y poco más. Yo le hablo de volver a vernos, y él me sigue el juego pero nunca se moja. Cuando le propongo comprar un décimo de Navidad a medias veo que se ilusiona, pero no descodifico adecuadamente si es ilusión viene dada por compartir algo conmigo o por el décimo. Desconozco si mantiene la relación que tenía cuando nos conocimos, y no me veo con ningún derecho de preguntarle al respecto (aunque a veces lo hago). Me la jugué al enviarle una postal navideña-personalizada, y creo que realmente le gustó pero resulta que la tenía en la habitación de al lado. Ignoro por completo si sus sentimientos han sido impedidos y desconoce la forma de expresarlos o si simplemente esto se trata de una de cal y otra de arena...
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Comentarios (3 comentarios)
Gabrii Marcháis hace 10 años
para cuando un reencuentro????
Vir SN hace 10 años
estamos trabajando en ello (respuesta muy de político :P)
Gabrii Marcháis hace 10 años
seguro que nos sorprendes cuando menos lo esperemos......