Subiendo a la torre de la iglesia de San Pedro

Múnich, preciosa. Alemania, encantadora.

Estoy segura de que ya tenéis una idea de lo que pienso de la joya de la corona bávara. Múnich es una ciudad que atrae a mucha gente. Esto es algo que os puedo asegurar, después de toda la gente que he tenido que esquivar durante mi visita. La ciudad es por excelencia la experiencia alemana. Hay comida, cultura... y por no mencionar la cerveza. Incluso yo, que no la soporto, he encontrado una que me gusta. Así que estoy segura de que en Múnich encontrarás lo que te gusta; hay algo para cada uno: comida, parques, actividades...

En el fin de semana que pasé allí, estaba totalmente en modo turístico. Y también en un modo "soy una estudiante sin un duro". Mi amiga y yo estábamos buscando la mejor manera de gastar nuestro dinero sin vaciar la cartera, porque en Múnich es muy fácil hacer eso (es la ciudad más cara de Alemania). Además, solo teníamos dos días, así que ver la ciudad entera iba a ser un pequeño problema.

Pero ¡problema resuelto! La torre de la Iglesia de San Pedro en Marienplatz. A tan solo un minuto a pie de la plaza central de la ciudad, Marienplatz, encontraréis la Iglesia de San Pedro. Por fuera parece un poco más sosa en comparación con el ayuntamiento, pero el interior es bastante agradable. Entramos un domingo por la mañana, olvidando por completo que estaría a reventar. Sin embargo, sí que encontramos la salida que nos acercaría un poco más al cielo (o algo así). Pronto estábamos fuera de nuevo buscando las señales de la torre. Había una pequeña caseta donde vendían las entradas para subir. ¡Solo 2 euros para estudiantes!

La torre tiene 306 escalones, que no parecen tantos hasta que entras y ves que la escalera es enana, y que hay gente bajando. Quiero decir, las buenas vistas tienen un precio, supongo. Sí que ayuda cuando tienes que parar para dejar pasar a la gente porque así puedes descansar un ratito... Tras 306 escalones me lo merecía, digo yo.

(Vista desde arriba)

Una vez arriba, sales a una preciosa vista de Múnich. Incluso aunque estaba nublado, se podía ver la mayoría de la ciudad. Se supone que en un día despejado, se pueden ver los Alpes al sur. Pero ese día me alegré de haber subido a esa hora, porque vimos justo a tiempo el carrillón del ayuntamiento, que tiene lugar todos los días a las 11 a. m., 12 p. m. y 5p. m. (al menos en verano). Para el carrillón no pasa el tiempo y, sinceramente, me fascinó la música y los personajes mostrando escenas del folclore bávaro.

(Ayuntamiento y Catedral de Nuestra Señora de Múnich)

Rodeamos la torre para poder ver otros sitios, como el Parque Olímpico, la súper amarilla Theatinekirche (Iglesia de los Teatinos) y la adorable Frauenkirche (Iglesia de Nuestra Señora). Si tenéis la oportunidad, también deberíais entrar a estas iglesias porque son espléndidas por dentro.

(El edificio amarillo detrás del Ayuntamiento es la Theatinekirche cerca de Odeonsplatz y, mucho más allá, junto a esa cosa que parece una aguja, está el Parque Olímpico)

Bajar fue un poco más rápido, pero os recomendaría que os agarrarais a la baranda. Está un poco empinado y a nadie le gusta rodar escaleras abajo. Una vez en la calle, nos tomamos un café en la cafetería que está en la misma calle. Era uno de los pocos sitios abierto un domingo, así que a caballo regalado no le mires el diente. Pero la leche manchada estaba riquísimo, así que diría que nos lo merecíamos después de todos esos escalones y conseguir no caernos.

En general no puedo recomendar una actividad mejor y más barata, que acelere el corazón y realmente merezca la pena subir.

(viendo la lejanía)