Senderismo en Herzogstand
Alarma a las 7:00, "tupper" para la comida listo, botella de agua, y nos vamos a la montaña.
Una hora y media de tren y autobús desde Hauptbahnhof, y hemos llegado a otro de los fascinantes rincones de Baviera: Walchensee. Desde este inmenso y cristalino lago, de los más turquesas que jamás había visto, emprendemos la marcha por un sendero, desde el que no perdemos las vistas a su orilla.
Hace calor, pero tenemos la oportunidad de refrescarnos en un pequeño arroyo que cae al suelo en forma de cascada. Desde ahí, nos mojamos, bebemos el agua que nos da la montaña, y disfrutamos de las espectaculares vistas que ya desde el principio la montaña nos regala.
Pequeño arroyo que cae en forma de cascada a mitad del camino. Junio, 2018.
Tres horas después de comenzar la marcha, hemos llegado a la cima de Herzogstand. Las vistas, sobrecogedoras, te hacen verdaderamente cuestionarte cómo es posible que el ser humano siga pensando que es el eje en torno al que el ecosistema gira.
Vistas desde Herzogstand. Junio, 2018.
Tenemos hambre y nos sentamos a comer en un saliente de la montaña que nos aísla del resto. Podemos ver cómo las vistas del lago, las laderas de las montañas, y la frondosidad, empiezan a ser sustituidas por una espesa niebla a través de la cual sólo puede uno intuir el libre vuelo de los pájaros que pasan alrededor. Es entonces cuando cae la primera lluvia, nos ponemos a cubierto para terminar la comida, y cuando hemos acabado ya no llueve más, y podemos reemprender la marcha
El camino que sigue ahora, es un sendero situado sobre la montaña que une las cimas de Herzogstand y Heimgarten, nuestra segunda parada. Caminar por este sendero, dentro de una nube, como estábamos nosotros, daba la completa sensación de estar andando en el vacío, en un sendero en el que sólo puedes divisar el camino, que se ve rodeado por una niebla que le da un aspecto mágico.
La niebla daba un aspécto mágico al sendero. Herzogstand. Junio, 2018.
Era como andar sobre el vacío. Herzogstand. Junio, 2018.
Vistas desde el sendero desde Herzogstand a Heimgarten. Junio, 2018.
Tras este camino, llegamos a la segunda cima, Heimgarten, y comienza el descenso, y por si no era todo ya suficientemente espectacular, la naturaleza decide hacernos otro regalo.
Hace calor, vamos sudando, y de repente escuchamos un trueno. Este va seguido de otro, y después va otro.
Rompe a llover.
Sentir la lluvia fresca en la cara, los brazos, el pelo, la tripa, sentir como corren las gotas por tu cuerpo, y descubrir que estás en medio de la nada, sólo tú y la naturaleza, en plena conexión, en la cual, ella se entrega a ti, ofreciéndotelo todo.
Escuchas cómo el cielo se rompe en truenos de forma incesante ahí arriba, y que nosotros, tan pequeños, abajo, somos tan frágiles... Son estas cosas las que me hacen sentir viva. Huír de la rutina, de la sociedad, y su monotonía. Simplemente, pararte, y disfrutar de las grandes cosas de la vida que, sin tener precio, tienen mucho valor.
El día ha acabado con el sol secándonos a la orilla del lago, comiendo frutas silvestres (suerte contar con una miembro del grupo que sabía de botánica, jeje), y bebiendo agua del río. No se me ocurre mejor final para día tan fantástico.
Arcoiris en Walchensee. Junio, 2018.
Una vez más, gracias Erasmus por hacerme ver quién soy, y qué quiero. Ahora mi labor, es no dejar de recordarlo.
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