Navidad en Múnich
"Leo, sentada en mi escritorio, mientras desayuno. Hoy he decidido no hacer caso a la tecnología en la medida de lo posible. Suena Chopin en mi altavoz, y me voy sumiendo en un entorno de paz y tranquilidad... Qué poco necesitamos realmente. De repente, alzo la vista a la ventana y descubro pequeños y delicados copos de nieve cayendo dulcemente sobre las desnudas ramas de los árboles, el suelo, y los caminantes. Los copos, tan frágiles como son, se ven perdidos. Se mueven hacia todos lados, pero sin dirigirse a ningun lugar. Sólo disfrutan de sus últimos instantes revoloteando libremente, hasta que, el calor del sol, los funda, y pasen a ser lo que siempre fueron; agua." Extracto de mi diario, del 30 de noviembre de 2017.
Hoy vengo a hablar de la Navidad en Múnich, ya que, proviniendo de un país como España, pude fácilmente sorprenderme y disfrutar por lo que fue una Navidad blanca, repleta de mercadillos y espíritu navideño.
Además, uno de mis mejores amigos del primer semestre, Jerome, de Bélgica, supo transmitirme su pasión por la Navidad y explicarme, desde su propia perspectiva, cómo se celebra en Centroeuropa, lo que me llevaron, en conjunto, a vivir la experiencia completa y, sin duda, una de las Navidades más especiales hasta el momento.
Lo primero, y lo que más me hipnotizó de este invierno, fue la rapidez con la que la ciudad quedó blanca por la nieve. Una mañana como otra cualquiera, me levanté para ir a clase y me percaté de que todo el camino hasta el autobús estaba nevado, los árboles, los edificios, el pavimento, nada quedaba sin cubrir.
Buenos y nevados días en noviembre. Múnich, 2017.
Esto fue, sin duda, uno de los más grandes contrastes con respecto a España, donde tan sólo he visto nevar una vez en la ciudad, dejando la calle más bien encharcada, en lugar de blanca.
Por otro lado, el centro de la ciudad estaba repleto de mercadilllos Navideños donde vendían de todo: pinchos de fruta cubiertos de chocolate, crêpes, pizzas, sopas, dulces de todo tipo que nunca antes había visto, cerveza, vino caliente (o Glühwein, del que hablaré más adelante), adornos de Navidad, bufandas, zapatillas para el hogar, y una interminable variedad de todo tipo de artilugios. Pero no solo exploamos los mercados de Múnich, sino que también fuimos a Nüremberg, con fama de tener uno de los mercados navideños más bonitos del mundo, y Regensburg, a visitar los que esas ciudades albergaban, y ocupando prácticamente el completo noviembre y diciembre en disfrutar del auténtico espíritu navideño de Bavaria.
Plaza central de Nürenberg, ocupada por los pequeños puestos de Navidad, y un Escenario donde artistas inundaban el lugar de alegría con su música.
Un carruaje paseando por una de las acogedoras calles de Nüremberg.
Nunca antes había visto mercados de Navidad tan bien preparados y ambientados, y fue por ese mismo motivo, que visitar uno, sólo me daba más ganas de descubrir el siguiente.
En Múnich, había mercados de Navidad en, entre otros lugares, Marienplatz, Residenz (el Palacio Real), Odeonsplatz, Wittelsbacherplatz, Rindermarkt,... Además del extenso Winter Tollwood festival, que tomaba lugar en Theresienwiese, enorme explanada donde se celebra la Oktoberfest en septiembre, y que estaba repleto de carpas con puestos de todo tipo, atracciones navideñas, acogedores bares donde beber Glühwein, y una larga lista de etcéteras.
Con mi madre, que estaba de visita, en el Rindermarkt.
Pero, de todos ellos, el mercadillo que más me gustó fue el medieval, en Wittelsbacherplatz. Todas las cabañas seguían la misma línea de diseño artesanal, con clásicos farolillos iluminando toda la plaza, vestimentas de la época, y, en uno de los espacios libres, una banda de músicos tocando instrumentos como la gaita o el cuerno, en torno a los que se reunía un grupo de personas bailando al son de los ritmos medievales.
Y para beber...
Por último, y para despedir esta bonita etapa del año, os hablaré de la bebida típica para estas fechas en Alemania, y, por lo general, en toda Centroeuropa: el Glühwein (en alemán), o vino caliente.
Esta bebida, consiste en; vino (como es natural), ralladura de naranja, limón, azúcar, canela, jengibre, y otras especias, dependiendo de la casa. Una vez tenemos el brevaje, simplemente se calienta en una olla hasta que empiece a hervir, ¡Y ya estaría!
De esta manera, esta sencilla receta podíamos encontrarla en prácticamente todos los puestos navideños, en el supermercado para calentar en casa, e incluso en los restaurantes, por un periodo de tiempo limitado.
Normalmente, te lo servían en una tacita con motivos de las fechas, que, por unos 2 o 3 euros te podías llevar a casa.
Bebiendo Glühwein en tazas con forma de bota, en el Tollwood festival con mi madre.
Estaba muy rico, y realmente venía genial para combatir el frío del invierno alemán.
Otra variedad que también servían en algunos puestos, incluía un chorro de ron, donde encendían una llama, que hacía glasear el terrón de azúcar que lo acompañaba. ¡No se me ocurre nada mejor contra el frío!
Calentándome a la llama del Glühwein con ron, en el mercado medieval de Múnich.
Y bueno, esto ha sido todo por hoy, espero haberos transportado por un ratito a esta bonita época del año, y que, si la tenéis, ¡no perdáis la oportunidad de vivir por vosotros mismos todo lo que aquí os he contado!
Un saludo, y hasta la próxima.
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Comentarios (1 comentarios)
Rocio Rentero hace 6 años
Que buenos recuerdos !!! Fantástico Munich !!