El Mont Saint-Michel

Mont Saint-Michel.

¡Hola a todas y todos! De la variedad de lugares que me gusta tratar mis entradas, me di cuenta de que aún no he tocado ningún destino francés, así que ya es momento de hacerlo.

Hace dos años, en el verano de 2017, tuve la oportunidad de pasar un mes en Francia y de descubrir muchos lugares increíbles de los que les iré hablando de vez en cuando. Esta vez quiero empezar con uno de los lugares más especiales de la República Francesa, ubicado entre las regiones de Bretaña y Normandía, que se disputan su posesión. Se trata de uno de mis lugares favoritos de Francia y de los más bonitos que he conocido en mis viajes por el continente europeo: el Mont Saint-Michel (se traduciría al español como Monte de San Miguel). Aquí les dejo una foto de este lugar, al que probablemente reconozcan de alguna otra fotografía que hayan visto antes:

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Yo pude conocer este increíble lugar gracias a la amabilidad y generosidad de la familia francesa que me recibió, los esposos Alain y Claudine Aubert, a quienes dedico esta entrada de mi blog.

Cómo llegar

Lamentablemente no les puedo dar información sobre transportes públicos que los y las puedan llevar a este destino, pues yo llegué ahí en automóvil desde Ouistreham (una playa normanda a menos de una hora de trayecto). Como sea, estoy segura de que debe de haber muchos tours saliendo de París u otras ciudades importantes de Francia. Si llegan a visitar este bello país, no pueden dejar pasar la oportunidad de visitar una de las joyas más bellas que tienen. Francia no es solo París, y eso me quedó muy claro cuando visité esta belleza de lugar.

Si están en las regiones de Normandía o Bretaña, seguro de ahí debe de haber opciones de autobuses o incluso trenes, transporte público al fin y al cabo, para llegar hasta aquí por su cuenta sin que tengan que contratar un tour. También pueden rentar un automóvil y manejar ustedes mismos o ustedes mismas hasta acá. Eso ya es cuestión del tipo de viaje que ustedes deseen realizar.

Llegada al Mont Saint-Michel.

Hasta ahora no les he dicho exactamente lo que es este monte porque di por supuesto que ustedes ya sabían de qué se trata. Pero, si no lo saben, les explico: se trata de un monte-ciudad-isla que se encuentra a unos cuantos metros de la orilla. Dependiendo de la marea, la isla puede estar más, o menos, conectada con la tierra. En época de sequía, es decir, cuando no llueve mucho, la isla ya no es tanto una isla, y es posible llegar hasta ella caminando o a caballo por la parte donde en otras temporadas se encuentra el mar que la separa de la costa.

Sin embargo, vayas en tour o por tu cuenta, lo más común es llegar atravesando un largo puente que te conduce hasta la isla. Cuando yo fui, eran tiempos de sequía, por lo que sí me tocó ver a algunas personas que caminaban sobre la arena en el territorio de lo que antes era mar, pero  no es lo más común.

Qué hacer en el Mont Saint-Michel

Una vez que se llega a la isla-monte, entrar ahí es como transportarse a la Edad Media. En realidad creo que nadie vive ahí, por lo que prácticamente en todos lados lo que encontrarán son negocios hechos para los turistas: tiendas de recuerditos, restaurantes, bares, heladerías. Hoy en día el Mont Saint-Michel vive sobre todo para el turismo y para las peregrinaciones, es decir, para los y las creyentes que desean visitar este lugar que en la Edad Media tuvo tanta importancia en el ámbito religioso.

Hay muchísimos negocios y tiendas muy interesantes, y algo que me pareció muy bonito es que todas las tiendas tienen sus letreros al estilo medieval, con un gran colorido, y letras e imágenes muy bellas. Si tienen mucho tiempo, les recomiendo que le den un vistazo a lo que les llame la atención. Les presento a continuación una fotografía que yo tomé, en la que pueden ver un poco de una calle con sus negocios, y en particular pueden apreciar el colorido de sus letreros y su estilo, podría decirse, medieval.

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Para comer, hay muchísimos restaurantes, y todos suelen tener siempre mucha gente, por lo que hay que esperar algo de tiempo para ser atendidos o atendidas. Cuando yo fui era verano, entonces era la temporada más alta en cuanto a visitas y turismo. Si ustedes llegan a ir en otra temporada, probablemente les toque un poco más tranquilo.

También hay alguno que otro museo, pero yo no entré a ninguno, así que no podría  recomendarles nada en particular. Lo que sí les puedo recomendar es que caminen y disfruten esas calles y callejones tan particulares que tiene este sitio. Ya que se trata de una isla-monte, podrán imaginar que las calles y callejones van hacia arriba (algunas son muy empinadas); es en la punta donde se encuentra la atracción principal del lugar: la iglesia y abadía.

Así como hay peregrinaciones hacia Santiago de Compostela (el conocido camino de Santiago, del que hablo en algunas de mis entradas), hacia el Vaticano o hacia el Santuario de la Virgen de Guadalupe aquí en México, el Mont Saint-Michel ha sido uno de los destinos más populares hacia los que se dirigen peregrinos y peregrinas desde hace cientos de años. Es por esto que en la iglesia es donde se reúnen tanto los que vienen aquí con fines turísticos como quienes lo hacen con fines religiosos.

Subir hasta la iglesia puede ser algo cansado por lo empinado de las calles, pero si les resulta pesado pueden irse deteniendo en las tiendas que vayan encontrando para que tengan ratos de descanso. En todo el pueblo, si es que se le puede llamar así, las calles son preciosas y da gusto solo caminar por ellas, admirar su sencillez y conservación, sentir a través de estas calles y callejones la posibilidad de vivir un pedazo de la Edad Media en pleno siglo XXI. Es esto en lo que hago más énfasis porque fue uno de los aspectos que más me maravillaron de este mágico destino.

Una vez que se llega a la cima, donde están la iglesia y la abadía, se debe comprar un boleto de entrada, cuyo precio ignoro, por lo que no les puedo decir si es caro o no, y también se pueden contratar tours y audioguías, pero desde luego eso ya es un precio más caro. Les aseguro que vale la pena pagar lo que cueste el boleto para entrar, pues es lo más representativo y relevante del Mont Saint-Michel, y no conocer su iglesia y abadía sería perderse del corazón que dio sentido y mantuvo vivo a este lugar desde su fundación en la Edad Media.

Si han leído “El nombre de la rosa”, o  conocen cualquier otro libro o película ambientados en un monasterio medieval, cuando entren a la abadía se identificarán con sus escenarios. A mí me pasó eso, caminar por el refractario y por demás espacios de la vida cotidiana de los monjes me hizo reconocer los escenarios de ese libro que tanto me gustó, que, por cierto, si no lo han leído se los recomiendo mucho. Visitar este monasterio permite conocer una parte importante de la vida medieval en Francia, lo que equivale también a descubrir un poco sobre el pasado de Europa por el que no necesariamente se tiene que interesar todo el mundo, aunque sí les puedo decir que de él se nutren tantas películas, series y libros en la actualidad, que realmente no es un mundo que nos resulte tan ajeno y por lo tanto sí puede que tenga cierto interés para la gente de hoy.

La visita a la abadía y la iglesia puede tomar el tiempo que ustedes decidan, dependiendo si son muy admiradores y admiradoras de los detalles o prefieren no dedicarle tanto tiempo a ver las cosas. Cuando yo fui, nosotros y nosotras duramos aproximadamente una hora ahí adentro. Puede que no haya tantas cosas a las que dedicarle tiempo, o puede que sí, eso depende ya del interés que tenga cada quién y de las ganas de conocer toda la abadía o solo lo más resaltable. En la entrada pueden tomar folletos (vienen en varios idiomas) en los que resumen la historia del lugar y dan información de los lugares más destacados de esta abadía.

Por la salida hay una tienda de regalos donde venden recuerditos muy particulares con la forma del Mont Saint-Michel. Si quieren llevar de recuerdo algo demasiado típico o particular, les recomiendo que den un vistazo a lo que ofrece esta tienda, pues cuenta con productos que no se pueden encontrar en las otras tiendas de recuerditos del monte-isla. Yo, por ejemplo, encontré una caja de música con un diseño del Mont Saint-Michel que me encantó y me compré, y no volví a ver algo similar en ningún otro lugar de Francia.

En la parte donde se tiene acceso a la iglesia, hay una terraza de donde se puede ver la bahía y, en tiempo de marea alta, se puede apreciar toda el agua que rodea a la isla. Cuando yo fui la marea estaba muy baja, pero de todas maneras la vista era preciosa. Eso pasa si ven hacia abajo, pero si miran hacia arriba se encontrarán la estatua de San Miguel Arcángel, quien da el nombre al monte y a la isla, que se encuentra matando a un dragón en la punta de una de las torres.

A continuación incluyo una foto que tomé desde la terraza desde donde se alcanza a ver la parte baja del monte y alrededor la parte que se encuentra desértica debido a la falta de lluvia y de marea, con algunas personas caminando ahí para acceder a la “isla”:

 

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¿Cuánto tiempo estar en el Mont Saint-Michel?

Les recomiendo dedicarle todo un día a este lugar tan mágico y precioso de la costa francesa (tomando en cuenta desde luego el tiempo que se hace en el trayecto de ida y de regreso desde el lugar donde se estén hospedando), para que tengan suficiente tiempo para deambular y perderse por sus callecitas medievales, bobear en sus tiendas y admirar sus detalles antiguos y los de todas las construcciones, comer  algún platillo típico de la región (como las ostras) en sus restaurantes, y conocer la abadía e iglesia que se sitúan en la cima del monte.

Francia es un país con muchísimos monumentos históricos y patrimonios espectaculares, pero me atrevo a decir que el Mont Saint-Michel es uno de los más imperdibles, de los más especiales y de los más únicos. A mí es simplemente uno de los lugares que más me impactaron durante mi verano en Francia. Su arquitectura, su historia, su ambiente, su ubicación... ¡Son tantos detalles que hacen al Mont Saint-Michel único! Así que si llegan a planear un viaje a Francia, no olviden dedicarle un día a esta belleza normanda-bretona, y se darán cuenta de por qué es una de las joyas francesas más bellas. Para despedirme, les dejo una última foto tomada por mí de esta joya medieval (disculpen que se vea volteada, pero no encontré la manera de ponerla al derecho):

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¡Gracias por su atención y hasta la próxima!


Galería de fotos


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