La lección que aprendí en Miami: ten dinero para el Uber
Grande, pija y no de mi agrado
Una de las tres ciudades que menos me gustan de los Estados Unidos es Miami. No obstante, no está en el primer puesto, así que puedo tolerar una visita rápida a esta ciudad. Las otras dos en mi lista son Nueva York y Los Ángeles. Irónicamente, estas tres ciudades son normalmente los destinos favoritos para la mayoría de turistas, pero en realidad no saben que la mejor ciudad para visitar de Estados Unidos es Boston (excepto cuando hay tormentas de nieve). La que menos tolero es Los Ángeles porque es la más grande y, probablemente, la ciudad en la que más contaminación atmosférica haya.
En comparación con mi ciudad, Boston, estas tres ciudades son demasiado grandes, demasiado abrumadoras por la cantidad de gente que hay y, además, están demasiado esparcidas. Pero, lo peor de todo, es el aire de pretenciosidad que caracteriza a las personas de aquí. Sin duda, hay muchísima diversidad en Los Ángeles, Nueva York y Miami pero la forma en la que actúa la gente para sentirse mejores que los demás e impresionar a todos me saca de quicio —ya sea por el bronceado del que alardean, por el tipo de ropa que llevan, qué coche conducen, en qué edificio o zona viven, en qué restaurantes comen o a qué discotecas van a bailar.
El tamaño de estas ciudades me abruma muchísimo. Son tan grandes que te puede costar una hora atravesar Miami o Los Ángeles en coche. Boston, sin embargo, está muy bien recogida, por lo que solo cuesta unos 30 minutos conducir de un lado a otro de la ciudad.
Los Ángeles es una ciudad de tráfico constante y Miami tiene horas de congestión horribles, lo cual hace que conducir sea aún menos conveniente. Lo peor de todo es que ninguno de los sistemas de transporte público de estas dos ciudades son eficientes y lo normal en Miami es que haga tanto calor que sea motivo de desánimo para salir a dar un paseo largo. Le doy un pase en este punto a Nueva York, porque, aunque puede que el tráfico sea malo, se puede ir caminando a todas partes y el metro funciona muy bien y es suficiente para desplazarse por la ciudad.
A pesar de todas mis quejas, todavía voy a Miami, Nueva York o Los Ángeles de vez en cuando para hacer alguna escapada, visitar a alguna amiga o volver a alguna de estas ciudades a las que tanto bombo se les da y que, al menos por un rato, aportan algo de diversión artificial a mi vida tranquila.
Esta foto es del complejo de lujo Key Biscayne en Miami, tomada desde el puerto en un barco de crucero hace cuatro años. Desde esta perspectiva, la ciudad es preciosa sin duda pero, por dentro, para mí, es demasiado agobiante.
La viajera low-cost
La última vez que estuve en Miami me quedé en la parte norte de la ciudad, en Aventura y Sunny Isles. He estado y me he alojado en otras partes de la ciudad, como en Brickell, South Beach y Lincoln Road, pero los amigos a los que estaba visitando esa vez viven en el norte. Fuera como fuera, no me apetecía ver el centro porque solo fui hasta ahí para ir a la playa y ver a mis amigas de la universidad, a quienes no había visto desde que nos graduamos hacía ya más de dos años.
Igual habéis deducido por mis últimos posts que soy, probablemente, una de las viajeras que más barato se lo monta de todas las que conozcáis. Estuve dudando de si ir a Miami o no durante el fin de semana del Labor Day porque no quería gastarme más de 300 dólares en total, incluyendo los billetes de ida y vuelta y los demás gastos. Estuve mirando precios durante dos semanas revisándolos una y otra vez. Los precios de los vuelos eran desalentadores y estaba empezando a perder la esperanza, pero justo un par de días antes de coger el avión encontré exactamente lo que estaba buscando: la ida a primera hora de la mañana y la vuelta por la noche, todo por 260 $. Lo adquirí sin pensármelo dos veces y me emocioné al pensar que me iba de viaje.
En la maleta metí el pijama, un neceser de aseo para el cepillo de dientes, el bañador, unos pantalones cortos, una camiseta, un vestido para la playa y un par de detallitos para mis dos amigas. Para que el viaje sea perfecto lo mejor es coger solo lo necesario, sobre todo para los viajes improvisados.
Ah, y me llevé 30 $. Todavía no me habían pagado el primer mes de mi nuevo trabajo así que, prácticamente, me llevé el dinero que me quedaba en el banco, 20 $ y mi padre, muy generosamente, me dio otros 10 $. Gracias, papá, con eso basta para comprarme una botella de agua en Miami.
Y parece mentira que al final solo me gastara 10 $ durante aquellos tres días en Miami, increíble ¿verdad? Pues sí y no. Tener un presupuesto ajustado y viajar con lo puesto está bien y hasta es de admirar, pero llega un punto en el que hay que tener en cuenta la calidad del viaje. Esto es lo que aprendí de este viaje: ten dinero a mano para poder tener la independencia suficiente para moverte por la ciudad y no tener que depender de nadie o ser un inconveniente para los demás.
Atrapada en el lujo
Una de las amigas a las que estaba visitando ahí vive en Aventura y la otra vive en Sunny Isles con sus dos hijos y su madre. Su marido estaba fuera esos días por trabajo y ella tenía que trabajar también, así que la mayor parte del tiempo su madre está sola y con los niños. Llegué a Miami siendo consciente de que mi amiga de Sunny Isles estaría trabajando durante el día, pero al menos podría pasar tiempo con su madre y los niños y verla a ella después de trabajar.
Debo admitir que, aunque no me guste lo falso o lo pretencioso, por supuesto valoro y aprecio las cosas bonitas. Es solo que no me gusta que la gente presuma de lo que tiene o se compare con los demás para parecer mejores. Estando en el piso de mi amiga en Aventura, me quedé maravillada e impresionada por la limpieza, el mármol blanco tan brillante, el estilo tan moderno de los muebles, el tamaño tan enorme de las televisiones (sí, tiene más de una), la decoración tan simple pero tan sofisticada y las vistas tan sobrecogedoras desde las ventanas y el balcón.
Las vistas de Miami por la noche desde el piso de mi amiga de Aventura son bastante guays.
Mi amiga ya me había advertido de antemano que durante ese fin de semana estaría algo ocupada cuidando del bebé de una amiga suya mientras su amiga se preparara las cosas para irse de viaje y que luego los llevaría al aeropuerto. Le dije que lo entendía y que para mí no era un problema que no pudiera estar conmigo todo el tiempo. Después de que me enseñara dónde estaba la comida y cómo llegar a la piscina, me dejó en el paraíso de su casa y se fue a ayudar a su amiga. El mundo del lujo y ensueño pronto se convertiría en una cárcel.
En cuanto me desperté en la cama king con los rayos de sol atravesando las ventanas blancas salí al balcón a disfrutar de mi desayuno y a relajarme con el precioso paisaje de la mañana.
Sin embargo, a eso de las 11:30 ya empecé a ponerme nerviosa. Iba a quedarme en Miami solo por tres días y ese era el único día entero que pasaría ahí, ya que en los otros dos tenía el vuelo o de ida o de vuelta. Así que no me apetecía bajar yo sola a la piscina sino que quería aprovechar bien el poco tiempo que estaría ahí. Mientras estaba en el apartamento de Aventura decidí ir a Sunny Isles y pasar el día con la madre y los hijos de mi amiga, ya que prefería eso a quedarme sola.
Esperaba que alguien me pudiera llevar desde Aventura hasta Sunny Isles, ya que en coche eran solo 15 minutos, pero mis dos amigas estaban igualmente ocupadas. Según crecía mi impaciencia, me sentía cada vez más desesperada por salir y buscar la manera de llegar a Sunny Isles. Sabía que solo tenía unos pocos dólares en el banco y que solo llevaba 30 $ en mi bolso, así que llamar a un Uber no habría sido una buena opción. Estuve buscando información sobre el transporte público y los buses de Miami, pero el autobús que más cerca paraba estaba muy lejos. Tenía poca batería en el móvil y quería esperarme un poco a que se cargara más antes de salir a cualquier sitio y perderme con el teléfono sin batería.
Al rato, todas mis ideas empezaban a cojear y solo me quedaban un par de opciones. Todavía podía intentar encontrar la parada de bus pero el recorrido completo sería de una hora (y hacía una humedad y un calor insoportable ahí fuera). Podría pedirle a mi amiga que me llevara hasta allí pero estaba intentando ser educada y no quería que al hablar mi amiga se diera cuenta de mi desesperación.
Al final la llamé y le pregunté si podía llevarme y entonces ella me preguntó que por qué no cogía un Uber que me llevara hasta allí. Le expliqué mi situación económica y su gran consejo fue... ¡que no debería ir a sitios como Miami sin tener dinero para el Uber! Ella podía haberme pagado el Uber (y yo se lo devolvería después) pero me daba tanta vergüenza preguntarle que al final lo que pasó fue que me pasé el día frustrada y culpándome.
A eso de las 16:30 finalmente pudo venir y recogerme y llevamos a su amiga y su bebé al aeropuerto. Algo después finalmente fuimos para Sunny Isles y nos reunimos con los hijos y la madre de mi otra amiga.
Tuve suerte de, al menos, haber aprovechado bien los otros dos días que estuve en Miami pero me arrepiento de no haber aprovechado al máximo los tres días que estuve allí.
Mi idea de unas vacaciones perfectas: sentarme en la playa y ponerme al día con mis amigas.
La vida “bougie”
En el tiempo que estuve allí aprendí una nueva palabra. Mi amiga de Aventura no paraba de decir de mí que no era nada “bougie”. Me dijo: “le he dicho a mi amiga (la del bebé) que te podía invitar a su casa y no preocuparse de que estuviera súper ordenada, perfecta y presentable porque tú no eres nada “bougie”. Era la primera vez que oía esta palabra y le pregunté al respecto. Me dijo que “bougie” es alguien pedante y que quiere aparentar ser de clase más alta. Estoy de acuerdo con ella en que no soy así para nada. Aún así, busqué la palabra y en el Urban Dictionary (el diccionario de palabras coloquiales en inglés) ponía: “Adjetivo que denota la voluntad de aspirar a una clase más alta de lo que esa persona es. Proviene del francés ‘bourgeois’, que significa ‘de clase media o alta’ y los comunistas lo utilizaban como un término despectivo”. Ahora lo entiendo todo.
Practicidad
Estoy orgullosa de no ser una “bougie” pero sé que peco mucho de lo contrario: soy algo baratera incluso con lo que respecta a mí, sobre todo en lo que se refiere a la comodidad y a hacer el mejor uso de mi tiempo para asegurarme de pasármelo lo mejor posible dentro de mi presupuesto. No tiene sentido comprar un billete súper bien de precio si luego te vas a quedar encerrada en casa todo el tiempo porque no quieres gastarte dinero para moverte por la ciudad. Depender de tus amigas para desplazarte es una mala idea porque casi seguramente les molestará ser tu taxista (de gratis) y lo más probable es que te enfades con ellas porque no puedan estar a tu servicio y llevarte a donde quieras. Tener independencia al viajar es imprescindible y, por desgracia, en el mundo en el que vivimos es imposible tener libertad sin tener dinero.
Conclusiones: cinco días después
Han pasado ya unos días desde que tuve mi experiencia en Miami y, mientras escribo esto, tanto Miami como el resto del país, Florida, está sumida en la catástrofe del Huracán Irma. Estoy muy agradecida de haber podido visitar la ciudad y a mis amigas mientras la ciudad estaba intacta, especialmente porque no tenía ni idea de lo que iba a pasar. Puede que haya sido pura suerte o un milagro que me comprara el billete de vuelta a solo unos días antes de que empezara la destrucción de la ciudad. Sea lo que sea, me siento afortunada por haber podido visitar Miami durante esos días.
Mis amigas, a las que había ido a visitar, están ahora mismo en la carretera, intentando llegar tan lejos como les sea posible para escapar del peligro inevitable que hay en lo que hasta ahora era un paraíso. Ojalá que la ciudad y sus residentes se recuperen pronto y me tomo este momento para recordarme a mí misma y a mis lectores de Erasmusu que nada dura para siempre. Así que, cuando viajéis, tened en cuenta mis consejos y aprovechad al máximo el tiempo en el que estéis explorando el mundo.
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