…y entonces conocí el Paraíso
En enero del 2011 llegue a Puerto Rico, con la intención de realizar mi maestría en ciencias biológicas y porque no enamorarme de la tan, nombrada isla del encanto. Y si que es un encanto, porque si te gusta el mar nada mejor que estar en un sitio que en cualquiera de sus latitudes te encuentras con la arena blanca del mar caribe, nada mejor que una isla que puedes darle la vuelta en un día y deleitarte con su amable gente y sentir en cada una de tus células que la vida es allí, donde la tranquilidad es una constante y nada puede alterar la calma de tan maravillosa combinación de sensaciones.
Pero cuando pensaba que mi estancia en Puerto Rico no podía ser mejor, una tarde de verano trabajando en el laboratorio de microbiología, un compañero comento que varios profesores de diferentes áreas de biología: herpetólogos, biólogos marinos, botánicos entre otros se iban a vacacionar a una isla llamada Mona. Entonces pregunte que es Mona, y me dijeron que se trataba de un parque natural protegido, donde solo habitan los guardabosques. Entonces me dije, ¡aunque no tienes dinero tienes que llegar a ese lugar!
… y llegue a Mona, desde su avistamiento en la distancia, Mona ya era lo más alucinante que había visto, una pequeña isla rodeada de grandes cavernas y cuevas que escondían una atmosfera de misterio, bosque seco compuesto de cactus. Pisar esa arena fue la conexión con algo que ha estado hace tanto tiempo allí y que posee la historia de los primeros colonos que llegaron a América y que tenían como parada obligada esta isla para abastecerse de agua.
Una isla que fue la cuna de uno de los tesoros mas grandes del siglo XIX, el guano utilizado como abono. Y aunque ya no hay rastros de aquellos murciélagos dueños y habitantes de las cuevas. Quedo la imprenta de lo que fue para ello su hogar lleno de recovecos. Pero no solo los murciélagos dejaron huellas en las cuevas, los petroglifos que exponen estas cuevas, son los manifiestos de una etnia extinta, los Tainos. Indígenas guerreros que en sus faenas de caza atrapaban a los gigantes del mar, las ballenas. Etnia; que se niegan a ser olvidada, se inmortalizó en esos muros.
La Isla tiene dos sitios donde se puede dormir en tiendas de campaña, no hay energía y en las noches ves el centelleo de ojos que brillan en la oscuridad.
Con una fauna bastante peculiar, debido a las intervenciones antropomórficas, mona te roba el corazón con sus particularidades:
Gatos, cerdos y cabras fueron introducidos en la época de la colonia. Pero quizás el animal más emblemático de la isla son los Cobos, cangrejos ermitaños, tan grades y robustos, que en vida he visto, algunos alcanzan hasta 20 cm. Era extraños verlos bajar y rodar por el acantila, dirigiéndose a la playa para el gran evento de desove durante la luna llena.
Una isla rica en fauna y flora, como un paraíso perdido que te deleita con cada una de sus peculiaridades y que nunca sales del asombro.
Además, en estas hermosas arenas vienen a desovar las tortugas carey y como toda isla, aísla, no podía faltar el animal endémico, unas enormes iguanas (Cyclura cornuta stejnegeri) únicas en su especie y habitantes exclusivos de Mona, que te recuerdan a los dinosaurios.
En una palabra, Mona alucinante.
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