Pisando suelo español


Hoy me propongo contaros mi llegada a España, cómo fueron esos días de vuelta y sobre todo esas primeras horas de asentamiento. Creo que fue una de las sensaciones más raras que he experimentado a lo largo de mi vida. No sabría explicaros de una manera explícita qué es lo que se siente exactamente, es un tanto extraño. Y por otro lado es un recuerdo un tanto agridulce para mí, de echo más agrio que dulce. Digo esto porque es cierto que siempre se tienen ganas de volver a ver a los tuyos, darles un abrazo y ver que están bien. No os vayáis a pensar que no quería ver a mi familia, por supuesto que sí, al igual que a amigos cercanos.

La sensación de tener que desarraigarte de un lugar en el que te has sentido como en casa y que no puedes volver a llamarlo nunca más "un lugar" porque ha comenzado (desde antes de darnos cuenta) a formar parte de nosotros mismos no es nada fácil. Porque de hecho, siempre quedará guardado en nuestro interior, además que como ya sabéis hoy en día con la cantidad de avances que tenemos y de los cuales podemos sacar partido, como en el caso de montar en avión podemos revivir la experiencia y volver a nuestro sitio por unos días. Que por cierto, estoy deseando volver aunque sean unos días de nada.

Pisando suelo español

 La primera vez que llegué a Portsmouth, como ya os conté sentí que era una extranjera, que el sitio era extraño para mí y que no sabía ni si quiera encontrar un supermercado o cualquier cosa que encontraría con facilidad en mi ciudad. Cada sitio a mi alrededor era algo nuevo completamente y en ese momento, ya desde el minuto 1, nada más y nada menos, comienza a producirse el cambio. Aunque no nos demos cuenta, desde el momento en el que llegas a la que será tu ciudad durante el próximo curso cada imagen que entra por tu retina, cada olor, cada ruido, cada calle comienza a formar parte de la que será tu vida, y todo eso serán los recuerdos de los cuales más adelante te acordarás y sacarás de vez en cuando a la luz para revivirlos en tu cabeza.

Pisando suelo español

Bueno, prosigo con la vuelta a casa. Una vez llegué al aeropuerto en tren, que como ya os dije lo cogí en Fratton, me dispuse a dar una vuelta por el aeropuerto para encontrar mi puerta de embarque que por cierto aún no estaba anunciada, era demasiado pronto para ello. Mi avión salía a las 8 y algo o 9 de la mañana y esta vez no tuve que hacer noche, y menos mal porque la otra vez se me hizo eterno. Una vez monté al avión que por cierto volé con AirEuropa y muy a gusto empecé a asimilar que esto llegaba hasta ahí, aunque os digo una cosa, una vez alguien me dijo que un viaje o una aventura no termina hasta volver a casa, hasta que no se deshacen las maletas y uno cierra esa puertecita tras de sí.

Vinieron a buscarme mi tío y mi madre al aeropuerto. Tenía muchas ganas de verles la verdad. Como desde Guadalajara no se tarda mucho vinieron a buscarme en coche, no se tarda más de 50 minutos a Barajas. Volví en el coche mirando por la carretera en cada momento, mirando los coches pasar y pensar la cantidad de cosas que habían pasado al cabo de ese tiempo que estuve ausente. Llegamos a casa de mi abuela, tenía muchas ganas de darle un beso. Mi hermana tenía instituto por lo tanto la vi cuando salió de clase... Tenía muchas ganas de abrazarles a todos, les había echado de menos. Y lo mejor de lo mejor fue EL PLATO DE COMIDA. Una de las razones por las que echaba de menos España (tampoco mucho) fue ¡por la comida tan rica que tenemos aqui! En serio, qué bien me supo ese platazo de albóndigas que me tenía preparado mi abu. Estaba buenísimo. Es como si después de todo ese tiempo que no estuve en casa hubiese desarrollado mucho más el sentido del gusto, porque de verdad cuando me metí la primera cucharada de carne con caldo a la boca fue increíble. Se que lo estoy narrando de una manera muy efusiva, pero es que de verdad que no he podído hacerlo de otra manera. Lo sentí así, qué rica me sabía la comida, mucho más que antes de irme la verdad. Una de las razones por las que mi madre quería que me fuese de casa (y me apoyó para irme de Erasmus) fue también para ver si mejoraba un poco mi apetito, ya que nunca he comido muy bien que se diga, pero lo mejoró con creces. Mi madre está super contenta porque desde que volví a casa como muchísimo mejor que antes.

A continuación, después de haber comido en casa de mi abuela, y haber recibido a mi hermana que llegaba del Instituto, ese día no hice mucho más. Tenía muchas ganas de que mi hermana me contase todo lo que había hecho en este tiempo, aunque obviamente habíamos hablado pero no era lo mismo que hablar en persona, ya sabéis. Nos echábamos de menos (aunque a veces somos el perro y el gato). Después de un rato me acordé del envío que hice en Portsmouth de mis cosas (las que no me cabían en la maleta). Consulté el estado de la caja ya que todavía no la había recibido y todos mis amigos sí. A todo esto resolví el problemilla que había habido cuando di la dirección ya que no había puesto el número de piso. Bueno, una vez resulto me tumbé un rato en la cama a pensar en todo. Momento de reflexión. No recuerdo ese día con mucha claridad ya que eran demasiadas emociones y cosas juntas. Pero sí que es verdad que no hice mucho más que pensar en mis cosas y estar con la familia. También hice Skype con mi chico ya que le había dejado a muchos kilómetros de distancia y la verdad que pasamos de estar todo el día juntos a estar a 2000 kilómetros de distancia (más o menos) y vernos a través de una pantalla de ordenador. Se hizo dura la vuelta, muy dura. Pero bueno, nos quedaba un pequeño consuelo, el viaje.

Creo que os había contado acerca de un viaje que teníamos pensado hacer la familia erasmus justo al volver a España. Si no es así os lo recuerdo en un momento: habíamos hablado (los de siempre) de hacer un pequeño viaje para volver a reunirnos en España una vez todos estuvieramos de vuelta. El viaje iba a ser en Águilas, Murcia, en casa de Miguel. De allí era María otra de las chicas que salía de fiesta muchas veces con nosotros e íbamos a quedar con ella allí también, por lo tanto seríamos uno más. Lo de Murcia llevábamos pensándolo un montón de meses, yo diría que desde finales de enero de ese mismo año. Estuvo muy bien tener ese viaje ahí ya que la tristeza era un poquito menor pensando que íbamos a volver a vernos en una semana o poco más.

Murcia, Águilas (foto de introducción a lo que os contaré en la próxima entrada)

Pisando suelo español

Por otro lado, los días siguientes me dediqué a ver a amigos, estar con la familia y disfrutar de la vuelta un poquito, que también había ganas de pasar tiempo con los míos. Por otro lado, me didiqué a escribirle una especie de diario a Ál para cuando nos viésemos en Murcia dárselo. Me lo curré mucho y lo hice con muchísimo cariño. Era un diario hecho a mano, escrito y con fotos de prácticamente todo lo que habíamos vivido en esos meses tan intensos. como el día 23 nos íbamos a Murcia no tuve tampoco mucho tiempo más para hacer demasiadas cosas y como tenía tantísimas ganas de ir hice la maleta con días de antelacion: muy raro en mí. Ya sabéis el dicho, sarna con gusto no pica.

Tocaba abrir los ojos a la realidad que habíamos dejado atrás.

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