29/10/12: Paseos en bicicleta por el "Parc de la Tête d'Or"

Lunes 29 de octubre de 2012. Eran las vacaciones de Todos los Santos y la mayoría de gente que conocía se había ido al Reino Unido a pasar la semana, pero semanas antes me volví loca pensando que no querría volver a Londres, así que cuando se acercaron las vacaciones ya era demasiado tarde, los precios de los vuelos eran demasiado caros, costaban unos 200 euros. Ya había reservado los vuelos para Navidad y había pagado menos de 100 euros, así que después de examinar otras opciones, como autobuses y trenes, estaba claro que pasaría las vacaciones sola en Lyon.

A veces pensaba que sería buena idea viajar un poco, quizás a Barcelona o a Florencia en coche, pero ya era tarde y salía bastante caro, y al final decidí que no quería viajar sola. Tuve también la intención de de ahorrar porque tenía pensado comprar mi quinta cámara de fotos en 2 años, ¡la necesitaba por muchas razones!

Si hacía buen tiempo, pensaba alquilar una bicicleta e iría al parque de la Tête d'Or. Sin embargo, los primeros días de vacaciones no hacía muy buen tiempo, de hecho, hacía mucho viento, algunas veces llovía y otras nevaba. De repente, a pesar de que hacía buen tiempo el jueves, tuve que poner en marcha el radiador y ponerme ropa abrigada, porque no me gusta mucho el frío, solo si hago esquí, pero rara vez lo hago.

Pasé los primeros día encerrada en mi habitación haciendo las tareas de casa, siendo una estudiante ejemplar. El lunes, se acabó el mal tiempo por fin y el cielo estaba claro y azul, pero hacía bastante frío aún. Decidí ir un poco al parque, por que no había visto la mayor parte del parque de la Tête d'Or, solamente el zoo. Llegué a las puertas del parque donde estaban las bicicletas. Como era por la tarde, la mayoría de las bicicletas ya estaban cogidas.

Me alegré mucho de que no se hiciera una cola detrás de mi mientras utilizaba la máquina, ya que al principio encontré el sistema bastante difícil de comprender y muy complicado. No había nadie para ayudarme. Pero abrí una cuenta y pude coger la bicicleta. Tuve que hacer algo más y luego tenía dos bicicletas para elegir, yo elegí la número 2. El siguiente desafío fue bajar el sillín que era bastante difícil por el peso de la bicicleta y de la fuerza que había que hacer.

Al principio, estaba un poco nerviosa porque hacía mucho tiempo que no montaba en bicicleta. No me gustan mucho las calles con tráfico, por lo que tuve problemas cuando empecé a aprender pero esto os lo contaré otro día. Tras cinco minutos ya tenia más confianza, como si nunca hubiera dejado de montar en bici.

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Me gustó el aire fresco y el calor del sol y el frío de las sombras. Me gustó mucho ver el parque entero que es bastante grande. No había mucha gente, así que no tuve el problema de obstaculizar otras personas. Lo último que quería en el mundo era tener un accidente.

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Lo mas estresante era el hecho de que muchos de los caminos pequeños que parecían ser muy bonitos como los caminos cerca del lago, estaba prohibido su paso con bicicleta. Me hubiera gustado hacer más fotos, pero tenía cuidado de no dejar la bicicleta mucho tiemposola, ya que no quería perder ciento cincuenta euros. Otro día volvería a pie. Me gustaron mucho las fotos que hice.

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Creo que el parque es un lugar que merece la pena visitar. Se pueden visitar los jardines del zoo, jugar a juegos, hacer picnic si hace buen tiempo (se que hablo mucho del tiempo, ¡pero es que soy británica! ).

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Después de dos horas, decidí devolver la bicicleta a su sitio. Esta vez había mucha gente. Un hombre francés estaba enfadado con el funcionamiento así que le ofrecí mi ayuda, porque no iban a ayudarle. Comprendí la razón. Les estaba insultando. Finalmente, se resolvieron todos sus problemas y pudo coger la bicicleta que yo había devuelto minutos antes.

Estaba contenta de haber ayudado a alguien y fui en dirección a la estación de metro. Iba a mitad de camino entre el parque y el metro cuando me dí cuenta de que había olvidado mis guantes favoritos en la cesta de la bicicleta. El sentimiento de felicidad se fue de pronto y volvió la tristeza.

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Continué todo recto y en lugar de ir al metro, fui al centro comercial Part Dieu. Allí traté de buscar otros guantes como los míos, pero no encontré nada parecido. Sin embargo, pasé una hora y media en la tienda de arte comprando cosas para hacer las tarjetas de Navidad. Por el momento solo había hecho una pequeña tarjeta y no era muy bonita. Tenía casi dos meses y cinco días libres para hacerlas, así que creía que tendría tiempo.


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