05/01/2013: De vuelta a Francia: de Londres a París y de París a Lyon
De vuelta a Francia: de Londres a París y de París a Lyon
Sábado 5 de enero de 2013
Ya se han acabado las vacaciones de Navidad y me gustaría quedarme en Inglaterra una semana más, pero debo volver para hacer los exámenes y empezar el segundo semestre en la Universidad de Lyon 2. Conforme se iban acabando las vacaciones más me iba acostumbrado a la vida familiar y la vida inglesa, pero me tocaba hacer ya la maleta y preparar mi viaje de vuelta a Francia.
Para ahorrar me elegí el trayecto más largo hasta Lyon. Los vuelos más baratos que iban de Gatwick a Lyon salían por la mañana temprano, y sabía que esos vuelos no me vendrían bien porque a esa hora de la mañana sería bastante difícil llegar hasta el aeropuerto. Así que al final encontré un vuelo por treinta libras esterlinas de Luton a París. El vuelo era también por la mañana temprano, pero me costaría menos llegar hasta el aeropuerto porque mi padre podía llevarme en coche. En cuanto llegase a París cogería el autobús de Eurolines hasta Lyon.
No tenía muchas ganas de volver a Francia porque llevaba ya mucho tiempo viviendo allí y ya era lo normal. Echaba mucho de menos Inglaterra y aún no estaba lista para volver a irme. Pese a que no tuviera ganas, una pequeña parte de mi sí que quería volver y retomar mi vida porque tampoco me gusta mucho quedarme en la casa de campo de mi madre demasiado tiempo porque no hay mucho que hacer, prefiero mi vida de chica independiente en la universidad. Me costó mucho hacerme la maleta porque no estaba preparada para dejar parte de mi ropa en el armario u otras cosas que me traje de la universidad. Además, no sabía si al volver estaría todo en mi habitación cuando volviera porque he descubierto que durante las vacaciones alguien hurgó entre mis cosas y se llevó alguna que otra cosa, como si estuviera muerta. No me hacía mucha gracia, no me gusta la manera en la que algunas personas tratan algunas cosas y yo me he gastado mucho dinero comprándome cosas. Pero me parecía que sería imposible poder cargar con todo, así que tuve que dejar algunas cosas para no pasarme del peso límite de EasyJet, además me costaría un montón tener que cargar con una maleta tan pesada por todo París.
Me tuve que levantar a las cuatro de la mañana para asegurarme de no perder el vuelo, pero llegaría a Lyon a las nueve y media de la noche. En un mundo ideal, me hubiera podido acostar más temprano esa noche, pero tuve algún que otro problema a la hora de hacer la maleta. No había caído en que llevaba tantas cosas que tenía que encontrar algo donde meterlas. Por la noche me fui con mi madre al Tesco y me compré además unas sopas instantáneas, chocolate caliente y té, menos mal que eso no pesaba. Pero por alguna extraña razón, la maleta acabó pesando más. Finalmente acabé acostándome a medianoche.
Tres horas después sonó mi despertador y tuve que levantarme. En una hora llegaría mi padre, estaría en casa a las cinco para dejarme en el aeropuerto de Luton, que no estaba muy lejos de la casa de mi madre. Creyó que la maleta pesaba demasiado así que hizo una parada para sacar cosas del coche. Estuvimos hablando sobre el problema del peso, pero al final quedamos en que si me tocaba pagar alguna tasa tampoco sería el fin del mundo. Veinte minutos más tarde, ya estaba sola con mi maleta lista para empezar mi viaje, la larga y agotadora odisea hasta llegar a Lyon.
La mañana anterior recibí un correo de EasyJet donde me aconsejaban que fuera antes al aeropuerto porque habría mucha gente. Como no creía que fuese a haber mucha gente allí a las cinco de la mañana y como vivía tan cerca del aeropuerto decidí no hacerle caso al mensaje. Por suerte no había mucha cola en la taquilla para el check-in del vuelo. Le di al hombre mi pasaporte y vi lo que pesaba la maleta realmente. Y de hecho sí, pesaba demasiado, pesaba veinte kilos con cuatro, así que por suerte, como se pasaba por menos de un kilo del límite no tuve que pagar nada. Me sentí muy aliviada y al fin pude relajarme un poco antes del vuelo, por lo que seguí hacia los controles de seguridad.
No tuve ningún problema, pero tal y como decía el mensaje, había tanta gente que no había sitio donde sentarse en la sala de embarque, así que decidí ir a darme una vuelta por las tiendas, aunque como había tanta gente costaba poder ver las cosas que había. Tenía mucha sed y estaba tan cansada que parecía un zombie, así que fui al Boots a comprarme una bebida de jengibre baja en calorías y un cepillo de dientes porque el mío me lo dejé en casa de mi madre. Entré a Dixons para ver cámaras de fotos, pero no encontré la que yo quería. Al final acabé encontrando un sitio donde pude ponerme a ver cosas por Internet, ¡pero en esas seis horas no había pasado nada nuevo en Facebook!
En cuanto apareció en la pantalla la puerta de mi vuelo me levanté y fui hasta allí. Aún seguía cansada pese a haber podido comer y beber algo. Lo único que quería era una cama, pero por desgracia aún quedaba mucho para eso. Empecé de arrepentirme de mi elección por ahorrar dinero y me tiré pensando en eso todo el día. Una vez ya en la puerta, pude ver como otros vuelos estaban embarcando ya. Uno iba a Génova y otro a Grenoble. Me cabreé conmigo misma porque podría haberme cogido un vuelo a Génova o a Grenoble y coger el tren por el mismo precio que vale el autobús desde París. Sin embargo, ya no había nada que hacer. No estaba nada nerviosa, justo al contrario que la última vez que viajé en avión, pero la cosa cambió en cuanto las mujeres comunicaron a los viajeros que llevaban maletas pequeñas las pusieran donde las maletas grandes en los compartimentos de equipaje. Ya se yo la de problemas que puede llegar a causar una cantidad excesiva de maletas en los vuelos, pero llevo bastantes cosas para entretenerme en la mochila. Había mucha gente y el vuelo estaba completo, ¡está claro que París es más popular que Lyon!
Me gustó el vuelo a París porque se me hizo cortísimo, de hecho dura menos de una hora. No hubo ningún problema durante el vuelo y fue bastante tranquilo. Para entretenerme me puse a leerme la única revista que me traje, la del National Geographic, las demás las dejé en mi cuarto con la esperanza de que nadie las tocara y para que mi mochila no pesara tanto. La revista era la más actual y hablaba mucho sobre exploración. Encontré un artículo muy interesante escrito por David Dobbs que iba sobre un gen llamado DRD4 que estaba relacionado con el mayor grado de curiosidad que poseen las personas a las que les gusta explorar más que a otras. Pese a que el año de Erasmus no fuese un gran viaje en el sentido de que no navegamos en velero los mares del mundo o que no salimos en busca de nuevas islas, en este año se exploran nuevas culturas y salgo en busca de nuevos lugares que descubrir y a los que ir. Antes de llegar a Lyon no conocía nada sobre la ciudad, era territorio desconocido. Podríamos decir que soy una pequeña exploradora en el sentido de que exploro culturas, además estaba de camino a París para conocer un poco la ciudad a la vez que ahorro dinero.
Me puse a pensar en las posibilidades que tenía de poseer uno de esos genes y en si los estudiantes Erasmus que tuvieran ese gen tendrían más ventajas en un país extranjero.
Al principio pensé en mi familia y en mi y en nuestra historia. El artículo dice que este gen lo posee el 20 % de la población y que no es muy común en los asiáticos, así que la verdad es que no creo que sea muy probable que yo lo tenga. Sin embargo, mi familia ha migrado mucho (de la India al Reino Unido y de la India a Uganda para después ir al Reino Unido, además yo ahora estoy en Francia). ¿Por qué mis abuelos decidieron cambiar sus vidas por otra de la que no saben nada? ¿Puede que sea por los genes? ¿Las circunstancias? ¿Puede que ambas cosas? No estoy segura.
A pesar de que mi estancia en Francia no suponga una gran migración, mi año de Erasmus ha acabado siendo una gran aventura. Me puse a pensar mientras estaba sentada en los asientos del fondo del avión y llegué a la conclusión de que no era posible que yo tuviera ese gen. Me puse a pensar en las veces en las que he tenido que tomar una decisión y me dí cuenta de que es verdad que suelo elegir la opción que ya conozco en lugar de intentar experimentar cosas nuevas. Me paso casi todo el tiempo echando de menos mi vida simple y cómoda en Londres. Al empezar el Erasmus jamás habría dicho que cambiaría mi vida inglesa por la nueva vida francesa, pero al final no me quedó más opción que hacerlo con tal de conseguir el título. Aunque una pequeña parte de mi estaba lista para irse de intercambio y vivir la vida lyonesa. Además, el trabajo que he hecho a la hora de escribir este blog demuestra perfectamente mi capacidad de poder explorar la ciudad de Lyon y de vivir nuevas experiencias. Pero al final al llegar la noche casi siempre me quedaba en la cama, no como los otros estudiantes que no temen a la oscuridad ni a las calles de Lyon de noche. No me gusta tener que volver sola a la residencia, además de que aquí no conozco a nadie, no es como en Inglaterra. Sin embargo sí que conozco a gente a la que le gusta apuntarse a lo que sea y siempre acaban conociendo gente nueva y bares nuevos, pero no es mi rollo. En Inglaterra sí que lo sería, pero aquí no. Esta gente no ha tenido ningún problema a la hora de adaptarse a la vida en Lyon, es como si Lyon fuera la luz de sus días. Para mi, estaba claro que Londres siempre sería mi luz.
Seguí dándole vueltas y al final caí en que había muchos más factores a tener en cuenta a la hora de hacerse explorador o de que una persona decida emigrar. Factores como la situación, la personalidad o quizás la presión de grupo. Por ejemplo, mi novio se está pensando el irse a vivir a Canadá o a Nueva Zelanda. Estoy enamorada de él, ¿debería hacerlo también por él? Además, soy una persona tímida y la razón por la que no salgo por la noche es porque sin mis amigos de Inglaterra no me siento segura, sé que si salgo con mis amigos de Lyon me sentiría muy vulnerable al ir sola. Por desgracia no tengo ni tiempo ni dinero para descubrir si tengo o no ese gen, pero el pensar en ello al menos me ha tenido entretenida durante el vuelo.
Terminé la revista y aún no habíamos llegado a París, así que me puse a leerme un capítulo del libro que me había traído, "El Hobbit" de J. R. R. Tolkien, que trata sobre una historia de aventuras en lugares inexplorados en busca de cosas sorprendentes, algunas están chulas y otras no tanto, podría decir que se parece mucho a mi año de Erasmus. Me identifico con el personaje de Bilbo Bolsón porque hay días que Lyon me encanta y hay días que lo único que me gustaría sería estar en Roehampton andando por el campus verde, o puede que en una casita o en un cómodo apartamento en Londres con mi novio. Me puse a leerme uno o dos capítulos y fue entonces cuando de pronto aterrizó el avión sin ninguna complicación. ¡Buenos días París!
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