Volveré (I)

Ha llegado el momento de decir hasta luego a París. Ésta es mi última noche en la ciudad donde las estaciones de metros están subvencionadas por el Mcdonals y, si soy sincera, me ha dejado un dulce sabor de boca. Me ha gustado comprobar que en cada esquina hay un café y que París es una ciudad multicultural y multirracial.

El problema de idealizar ciudades (o personas), algo que hago normalmente, es que si te decepcionan, la caída desde la nube es muy dura. A pesar de que no he conocido todos los lugares principales que ofrece París, estoy satisfecha con el recorrido que he hecho estos días.

Y para que mentir, estoy satisfecha con lo bien que he dormido estos días. No me gusta madrugar. Se suele pensar que al visitar un lugar tienes que levantarte a las 5 de la mañana a aprovechar todos los minutos que pases en él. Durante mi estancia en París he preferido levantarme cuando me ha apetecido con la promesa de que algún día volveré y conoceré los rincones que me quedan. No iré a la Torre, ni al arco del triunfo, ni me haré fotos en el café de Amelie mientras la gente se averguenza de mí.

La próxima vez, conoceré los lugares desconocidos por los turistas, iré al bar con el mejor chocolate caliente de París, no me hará ilusión cada tontería que vea en la tienda de souvenirs (y menos si es una caja de música con La Vie en rose). Porque algún año de estos volveré. Espero que acompañada ya que no me gustan los viajes en solitario (o sí, no lo sé).

Sé que todo lo de arriba es un poco lioso, pero cuando estoy cansada mi habitual desorden mental se acentúa. Y estoy muertísima...