The walking red
Nuestra residencia se ha quedado sin Internet. Llevamos así desde ayer y parece que sean dos semanas que estamos sin poder conectarnos a la red. Y es que ha sido en estos días que nos hemos dado cuenta de lo realmente enganchados que estamos a la red inalámbrica.
Parecemos zombis andantes en busca de WI-FI, necesitamos nuestra dosis diaria y estamos dispuestos a hacer cualquier cosa para no quedar-nos sin ella. La solución más fácil ha sido la de trasladarnos a las aulas de informática de la universidad en cuadrilla. Es aquí donde me encuentro ahora mismo, rodeado de wifi-adictos, saciando nuestra sed cibernética.
Hemos vuelto al pasado, lejos quedan esos días en que te pasabas las horas muertas en el Facebook, Youtube, Twitter, blogs, diarios digitales (deportivos sobretodo), películas… Sin ir más lejos ayer noche volvimos a los históricos (y prehistóricos) juegos de mesa. Era tarde y se acercaba nuestra siguiente dosis de wifi. Se nos notaba en las caras. Cada vez que alguien comentaba algo gracioso, enseguida buscábamos en su camisa la casilla de “me gusta”. Nos comportamos como auténticos animales, la gente se estaba volviendo loca, cada uno intentaba imitar el sonido de algún animal; éramos gorilas, caballos, asnos, perros, gatos, monos, etc. Entre “haus haus haus” “huhuhuhu” “iiijijjiiii”alguien pareció gritar “tweet tweet tweet”. De ahí pasamos a dar golpes con las manos en la mesa, hasta que el guardia de seguridad volvió a hacer acto de presencia para poner fin al escándalo que estábamos montando. El síndrome de abstinencia cada vez era mayor. Conseguimos aguantar pasando a un juego de matar haciendo guiños y lanzando besos al aire. Se hacía más patente la necesidad de enchufarnos a la red. Los juegos por suerte terminaron allí, no vallase ser que nos matáramos de verdad.
Conseguimos superar nuestra primera noche sin WI-FI acudiendo al Morandi Club. Era gratis y no podíamos faltar a la cita. Fuimos realmente unos VIP allí, con mesa reservada, nos pinchaban la música que pedíamos y nos invitaban a cervezas. ¿Qué más podríamos pedir después de un día tan duro sin nuestra droga favorita?
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