Snow Riders
Aprovechando la nevada que cayó en Suiza y que teníamos coche alquilado, ayer nos fuimos a esquiar a la estación de Andermatt, una estación que queda a hora y media de Lugano aproximadamente. El ski pass nos salió por 53 francos más 5 de depósito que al final no conseguimos recuperar.
Lo más duro de ir a esquiar es el madrugar y el tener que salir del coche una vez ahí con -10 ºC bajo cero, aunque se aguantaba mucho mejor con el solecito que pegaba. Empezamos con algo suave subiendo con el telesilla y bajando nuestra primera pista del día sin apenas nadie más que nosotros. Luego nos aventuramos a ir al Snow Park que había para poner en práctica nuestras habilidades encima de la tabla, pero acabó siendo una demostración de nuestras habilidades rebozándonos por la nieve. Cómo nos gusta rebozarnos la verdad. Yo iba con mi nueva flamante GoPro hero2 en plan pro y lo máximo que pude registrar fue mi espectacular caída tras intentar realizar un doble mortal en mi primer salto de la historia. Sí, fue mortal.
Después de bajar varias pistas rojas y negras de pacotilla decidimos ir a lo grande. Intentamos subir por tele arrastre kilométrico. Los 7 minutos más agónicos de mi vida. Cabe decir que no lo logré a la primera. La primera me salí del carril y por poco me caigo del precipicio; la segunda no pudimos sortear un bache que nos encontramos apenas cuando nos quedaban unos metros; y la tercera fue la vencida, después de superar un momento crítico dónde llegué a estar prácticamente por los suelos y pude recuperarme gracias a que el cacharro se me quedó clavado en un tobillo. Definitivamente los tele arrastres no son para mí, bueno sí, para arrastrarme literalmente como ya me ha sucedido alguna vez.
Ya por la tarde cogimos un tren que nos llevaba a una estación a 30 minutos de la primera, donde aprovechamos para comer unos bocatas. Éramos 3 y para que uno no se quedara descolgado en el telesilla, decidí hinchar una muñeca hinchable para que me hiciera compañía durante el trayecto. Luego esquié un rato con ella mientras la gente se descojonaba y se quedaban flipando. No era para menos, pero nos echamos unas risas. Bajamos hasta el pueblo por pista con una niebla que no nos dejaba ver más que dos metros. Ahí nos hinchamos a practicar giros ya que nadie podía ver nuestras, a veces patéticas, caídas, no sin antes esquiar por fuera pista.
Al final de la jornada decidimos tomar una reconfortante cerveza para recuperarnos de nuestras múltiples caídas, lo que nos hizo perder hasta dos trenes. Por suerte la revisora no nos hizo pagar billete para la muñeca hinchable. Un detalle. Acabamos el día siendo todo unos Snow Riders.
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