Oktoberfest: ¡¡Prooost!!
Los viajes exprés e improvisados me encantan. El de Oktoberfest, la fiesta de la cerveza en Múnich, fue el primer viaje que realizamos algunos amigos de aquí Lugano.
Alquilamos un Opel Astra y esa misma tarde (viernes) ya estábamos en marcha para participar en la fiesta alemana por excelencia. De camino, cumplí otro de mis simples sueños, viajar de un país a otro de noche, por carreteras oscuras, pasando por pueblos y bosques y haciendo una parada para cenar en un Mc Donald’s perdido en medio de la nada.
Llegamos a Múnich sobre las 11 de la noche, casi cinco horas después de embarcarnos en esta aventura, que por muy poco acaba en tragedia. De repente, conduciendo por el carril izquierdo para adelantar a un coche, nos encontramos con un vehículo estacionado en medio de nuestro carril con los warning. Sólo sé que si escribo este post ahora es gracias a nuestra amiga María que tuvo unos reflejos de lince y logró esquivarlo ‘in extremis’, teniendo que acelerar para acabar de adelantar al de la derecha y quedándonos quizás a dos palmos de la colisión con el de delante.
Una vez ahí la zona del Oktoberfest en sí ya estaba cerrada y nos conformamos con tomar nuestras primeras birras en la Marienplatz, gracias a unos simpáticos americanos que nos invitaron a sentarnos con ellos. Acto seguido fuimos a aparcar el coche justo en la entrada del Oktoberfest, pues como no, íbamos a dormir en el coche, pero no tres o cuatro, sino seis personas, la sexta en el maletero. Y porqué no teníamos baca, sino otro más que dormiría arriba atado.
Nos levantamos relativamente pronto para reservar mesa dentro de las tabernas, pero sólo pudimos conseguir una fuera. Se ve que hay gente que reserva mesas de un año para otro como si del restaurante del mismísimo Ferrán Adrià se tratara. En Múnich fue donde definitivamente me enganché a la birra, aunque unos meses antes ya empecé a hacer un buen precalentamiento en un viaje que realicé en Bélgica con los de clase.
Lo peor fue a la mañana siguiente cuando después de cenar en el KFC y salir de fiesta mi estómago estaba a punto de estallar literalmente. Me desplacé hasta la estación de tren para ir al servicio pensando que eran gratuitos y ¡zasca! No lo eran. Me había dejado la cartera y el coche quedaba a 20 minutos, y ya me veis buscando a la desesperada alguna monedilla por el suelo de la estación por si sonaba la flauta. No hubo suerte y la única flauta que iba sonando era la mía, pero por fortuna encontré un restaurante italiano donde supliqué, con mi poco vocabulario de italiano que tenía, que me dejara pasar sin consumir nada.
El ambiente del Oktober era espectacular, digno de admirar. Nos tuvimos que apuntar nuestros números de teléfono en los brazos por si acaso nos perdíamos entre la multitud. Y así fue. Al cabo de unas cuantas jarras nos perdimos y nos separamos cada uno por su cuenta, en plan cuando las bolas de dragón de Son Goku se separan una vez se ha concedido un deseo. Y mi deseo fue y será ese para los próximos años: Volvernos a reunir en el Oktoberfest y juntar de nuevo nuestras jarras a la vez que coreamos la mítica palabra que aprendimos para brindar: “¡Proooooost! ”.
Galería de fotos
¿Quieres tener tu propio blog Erasmus?
Si estás viviendo una experiencia en el extranjero, eres un viajero empedernido o quieres dar a conocer la ciudad donde vives... ¡crea tu propio blog y cuenta tus aventuras!
¡Quiero crear mi blog Erasmus! →
Comentarios (0 comentarios)