El almacén
En Lugano existe un lugar donde los sueños se pueden hacer realidad. Se trata de un almacén, propiedad del ayuntamiento, donde la gente va a dejar las cosas viejas o que ya no usan, o simplemente cosas perdidas que se encuentran por la ciudad. Somos Erasmus y cuando oímos que dan algo gratis ahí que vamos, a cuál peces cuando les tiras pan. Lo llamamos;el almacén;.
Para llegar ahí es toda una odisea, en plan el Señor de los Anillos cuando se adentran a las tierras de Mordor. Queda a media hora del centro de la ciudad. Para ello hemos de coger una bici (Velopass, la cuál sale gratis para los estudiantes de la universidad; Sí otra vez gratis) en la estación de la misma universidad e ir subiendo hasta llegar a la estación del estadio que queda a unos 10 minutos. Una vez aparcadas, seguimos a pie otros 15 minutos pasando por caminos moribundos y de tierra bordeando el río.
Una vez ahí, la primera persona que nos encontramos es “il capo”. Él es quién nos da permiso para coger las cosas que queramos/necesitamos. Tened cuidado, porque si tocáis algo que no está permitido, como unos juguetes que nos quisimos llevar y que iban destinados a los niños del hospital, te puede sacar una escopeta y disparar al aire sin ningún tipo de reparo (sólo para espantar, cuál conejos). Es un tipo duro. De pocas palabras pero contundentes.
En dos días que fuimos hemos adquirido un sofá de una plaza, él cuál descansa en paz en mi habitación; un futbolín mini para pasar los ratos muertos; y una colección de libros que de momento sirven de decoración y pisapapeles. Entre otras cosas se pueden encontrar equipos de esquí viejos, televisiones y radiocasetes de los años 80, lámparas, extintores vacíos, cuadros que pueden oscilar entre un valor de 5 a 15 francos y los famosos juguetes para los niños del hospital, los cuáles son intocables.
Si vives en Lugano, es una visitada obligada al menos una vez al mes. Nunca sabes lo que te puedes encontrar cada vez. Quizás un día encuentras unas llaves perdidas de un coche o la bota de una amiga nuestra que desapareció misteriosamente de la residencia. ¡Larga vida al almacén!
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