Comienza la aventura: Bélgica y Holanda
No me queda otra opción que contaros mi viaje de no hace mucho tiempo en el cuál me fui junto con otros cuatro compañeros más de residencia de estudiantes a Bélgica y Holanda; visitando a nuestro paso por estos dos países del centro de Europa las ciudades de Bruselas, Brujas, Amsterdam, Rotterdam, Utrecht y Eindhoven. Sinceramente ha sido un viaje inolvidable y es que pronto empezaron a pasar cosas que jamás se me olvidarán, hartándome de reir en general en los días en los que he estado allí y a pesar de haber visitado anteriormente (también una muy buena experiencia), la ciudad de Amsterdam.
Pero no nos vayamos por las ramas y pongamos las cosas claras antes de que comience a contar las distintas anécdotas que servirán para que aprendan todos los Erasmus que hagan algún viaje a lo largo de su experiencia de los errores que fuimos cometiendo todos a lo largo del viaje y que nos han ido costando caro a todos los que fuimos. Lo primero Antonio: ¿cuándo te fuiste y por cuánto tiempo?
Pues nos fuimos el reciente uno de Febrero de 2013, desde la ciudad de Varsovia en avión (aeropuerto de Chopin no Modlin, menos mal que me trae aquellos recuerdos tan preciados de cuando se nos canceló el vuelo de vuelta a Navidad), hasta la ciudad de Bruselas. La compañía la mítica Ryanair, siendo la vuelta desde Eindhoven el seis de Febrero de nuevo hasta Varsovia.
Pero es que el viaje no fue nada tranquilo ni plácido, de hecho podría calificarlo de miles de millones de maneras y todas sería contrarias a esos adjetivos que acabo de nombrar. ¿Por qué? Pues porque parece que las desviaciones negativas en este tipo de viajes me persiguen porque no es normal lo que me ha pasado (¿os fijáis que sigo haciéndome el interesante pero no empiezo a contar la historia?).
Bueno ya dejándome de introducciones y preludios, tengo que decir que el vuelo de ida del día uno de febrero salía a las 14,30 de la tarde en Varsovia como había dicho antes, pero que para llegar con tiempo, el tren que tendríamos que coger desde Łódź hasta la capital polaca saldría a las 9,27 (cosa que me enterá cuando estaba en el tranvía hacia la estación y no antes), por lo que habíamos quedado a las ocho en punto en la parada del doce todos juntos para llegar con más que suficiente tiempo y no correr ningún riesgo (repito, ningún riesgo y recuerden estas palabras), a la hora de poder tener la mínima posibilidad de perder el tren.
Decir también, que el día anterior había ido junto con otro compañero a imprimir las tarjetas de embarque de los vuelos y que me las había guardado yo en una de las cremalleras del chaquetón (y alguno se preguntará: ¿y a mi eso qué me importa? Pues ahora se verá), para dárselas a la mañana siguiente que los vería sin dudar. De hecho dos de los compañeros con los que me fui están viviendo ahora en la misma residencia que yo, en el edificio número diez, por lo que había quedado con ellos al estar preparado para tirar a la tiendecita que hay al lado del edificio y comprar algo para la mañana siguiente y la hora de comer.
Mi idea era la siguiente: me pongo la alarma a las siete de la mañana, me levanto con tiempo para preparar la maleta (es que uff que pereza hacer la maleta por la noche el día anterior, y eso que no salimos finalmente y menos mal), me ducho, me visto y sobrándome media hora hasta las ocho (positivismo exacerbado total), me bajo con estos, los despierto seguramente porque alguno estaría dormido si no los dos y vamos relajadamente a la tiendecita a tenerlo todo preparado.
Pero claro, esa es simplemente la teoría y hay que ver qué pocas veces que la teoría y la práctica coinciden en todo, y es que una vez más me tenían que pasar cosas para luego tener material para escribir en el blog. ¿Qué me pasó? Lo peor que me podía pasar y era que a pesar de tener hasta cinco alarmas en el móvil puestas, con el sonido a tope, hasta arriba y con la música como despertador que supuestamente no para hasta que no le das a algún botón; pues no se cómo no la escuché, pero es que no escuché ninguna de las cinco alarmas, por lo que mi única explicación es que mi maravilloso móvil (nótese la ironía en esas últimas palabras o bien míreselo porque no las pilla), se colapsó en esos minutos y estaría apagado o reiniciándose sólo para no escuchar nada. Porque además no me había acostado tan tarde, serían las dos de la mañana o así y podría dormir a priori hasta cinco horas, lo cual para otras ocasiones no está nada pero que nada mal para descansar algo al menos.
En definitiva que no escuché las alarmas y cuando me doy cuenta me está vibrando la almohada (que lógicamente no es que mi almohada me estuviera dando masajes, sino que mi móvil estaba vivo de nuevo, y a "buenas horas, mangas verdes" como dice el refrán), despertándome al poco tiempo y mirando la hora primeramente cuando veo un contundente 8,07 (lo recuerdo a la perfección). Era la llamada de uno de los que se vendría al viaje y es que claramente tras haberme escrito por sms y al whatsapp y no contestarle, ya se imaginarían lo que estaba pasando.
Ellos estaban todos, los cuatro con los que estaría durante los cinco días que supuestamente duraría el viaje, más dos personas más que nos acompañarían solo en la ida hacia Bruselas. Lógicamente al ver el percal, se montaron en el tranvía todos menos dos, los dos que vivían conmigo y es que recuerden ahora lo del abrigo y los billetes porque es un dato fundamental que juega un papel primordial en la historia.
Yo al ver la hora de la llamada, lo primero que pensé fue: "hostiaaa que son más de las ocho y he quedado a las ocho, hace siete minutos y encima tendría que ducharme, vestirme, desayunar y preparar la maleta, buah estoy fuerísima". Porque de hecho mi pensamiento era ya de para qué se lo voy a coger el móvil si ya no llego igualmente, lo mejor es cerrar los ojos y dar por perdido el vuelo y el viaje. Y encima cojo y me vuelvo a quedar dormido pasando de todos dando ya por hecho de que se habían ido y de que no llegaba ni de coña aunque fuera el hombre más rápido del Mundo.
Pasaron los minutos, seguía teniendo llamadas y llamadas perdidas de mis compañeros hasta que llegaron las 8,30 y escucho cómo alguien llama a la puerta de mi habitación. Era el gallego que se vendría con los demás andaluces en el viaje, venía a por las tarjetas de embarque que se encontraban en mi chaqueta, despertándome claramente y haciéndome que las buscara para poder llevárselas y no tener que pagar lo 72,50 euros que tienes que poner en el caso de presentarte en el vuelo sin esa tarjeta de embarque (un timo en condiciones, exactamente como estamos pensando ahora mismo todos). Rápidamente cogió los papeles y se largó, haciéndole yo la pregunta de que a qué hora salía el tren y él sin saber la respuesta con seguridad.
Fue entonces cuando rápidamente me entró la rabia que llevo dentro alguna que otra vez y mandé un sms a uno de los que ya habían cogido el tranvía rumbo a la estación de trenes. Me respondió rápidamente y me dijo en ese mismo minuto que eran las 8,35, que el tren hacia Varsovia saldría a las 9,37, por lo que quedaban justo en ese momento una hora y dos minutos para que saliera aquel tren y yo en ese momento me veía con muchísimas posibilidades de salvar todo aquel problema.
Empecé a preparar la maleta la velocidad de la luz y fue la vez más rápida que me he duchado en toda mi vida, de hecho si llega al minuto y medio es un auténtico milagro de la naturaleza. No podía perder el dinero del hostal y del vuelo así como así por haberme quedado dormido, y más habiendo perdido veinte minutos con el pensamiento de que ya no iba a llegar ni de coña mientras estaba tirado en la cama durmiendo. Tenía que intentarlo como fuera y fue esa actitud la que me permitió salir de mi casa a toda velocidad en el minuto 47 de la hora en cuestión, es decir eran las 8,47 cuando yo corría con el chaquetón puesto y la maleta en la mano.
Para rematar la jugada no tenía ni un duro encima, y no se me ocurre otra cosa que cuando voy corriendo a toda prisa hacia el tranvía, me paro a sacar dinero (manda huevos, para pegarme un correazo merecidísimo la verdad). Saco el dinero correspondiente que creía oportuno y de nuevo empiezo a correr a toda velocidad, justo cuando miro dando la curva de que viene el tranvía número doce que es justo el que me hacía falta para llegar a la estación correspondiente. De nuevo meto el sprint de mi vida y aunque el tranvía había ya cerrado incluso las puertas, justo llegué en el momento en el que pude darle al botón y se abrieron automáticamente de nuevo.
"Uffff, estoy dentrísimo, desviación positiva esto que acaba de ocurrir", pensé al instante mientras descansaba sentado del esfuerzo realizado y resoplaba una y otra vez sin parar con dolor en el biceps de correr con la maleta en brazos. En ese justo momento eran las 8,57 y a priori quedarían cuarenta minutos para que saliera el tren hacia Varsovia, por lo que escribí a todos de que estaba montado yendo hacia allá y de que estaba dentrísimo. ¿O no?
Continuará.....
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Comentarios (4 comentarios)
Alberto García hace 11 años
Eres un melón jajaja
Anthony Power hace 11 años
Psss simplemente me gusta el riesgo xD
Saul Latorre hace 11 años
Vives al límite primo
Paqui Tarta hace 11 años
pero melon