Lisboa que bella eres!

Fui a pasar unos días a Lisboa en verano y quedé enamorada de esta ciudad tan blanca y bonita.

Llegamos a Lisboa

Nos alojamos en un apartamento airbnb cerca de la parada de metro de Olaias que por dentro es de colores muy vivos y hace como vidrieras ¡muy bonita!

Cuando llegó la chica nos dio las llaves de nuestro apartamento con cocina, baño y vistas a la piscina de la comunidad.

Nos entendimos perfectamente hablando en gallego y portugués a pesar de que se empeñaba en contestarme todo en inglés pensando que no la iba a entender. Después de darnos las llaves y enseñarnos el piso, fuimos a ver la piscina que era pequeña pero para relajarse en horas de mucho calor era perfecta.

Explorando

Normalmente cuando voy de viaje organizo qué quiero ver cada día. Así que, esa misma tarde nos fuimos a ver el centro, lo más bonito es la praça do comercio. Es una plaza enorme cuadrada y los colores protagonistas son el blanco y el amarillo. Nosotras llegamos por la zona del puerto pero puedes ir por el centro y disfrutar después del paseo marítimo. Al hacerlo en este sentido, nos metimos por el centro después de estar en la plaza y paseamos por las calles empedradas llenas de turistas.

Aprovechamos para ir a un mirador y ver las vistas de la ciudad en Jardim de San Pedro de Alcántara y subimos la cuesta en el tranvía de Avda. da libertade. Nos sentamos un rato en los banquitos del jardín a la sombra porque hacía un calor agobiante y nos compramos una botella de agua en una cafetería al lado del jardín. 

Fuimos a merendar a Belém un pastel típico de Portugal, ¡la famosa nata. Allí se encuentra la fábrica que tenía mucha cola. Nosotras nos colamos porque había como una fila para comprar y llevar los pastelitos y otra para esperar por una mesa (cosa que no pensábamos hacer porque estaba a tope). Entonces nos pusimos en la cola de esperar mesa, que no tenía a nadie pedimos y nos lo llevamos. El pastel estaba riquísimo de hojaldre y crema por dentro, aparte te dan canela y azúcar para echar por encima y endulzarlo más todavía.  ¡Delicioso!

Luego fuimos a dar un paseo por la zona y vimos el mosteiro dos Jerónimos y su jardín. Muy cerca queda el Padrao dos descubrimentos, un monumento curioso.

Nuestro cansancio nos pedía cama, así que fuimos hasta Olaias, nuestra parada de metro y cogimos comida en el supermercado para cenar en el apartamento.

Sintra

Para ir a Sintra cogimos un tren en la estación que nos dejaba directamente allí. Luego hicimos una cola bastante larga para coger un bus que nos llevaba al Palacio da Pena. La verdad que el sitio es espectacular, merece la pena pasar el día paseando por el Palacio pero en nuestro caso hicimos una visita rápida porque hacía calor y no había mucha sombra.

Estuvimos haciendo fotos y tuvimos un percance con mi mochila ya que me la quité para hacer fotos y me la dejé olvidada en el suelo. En cuanto me percaté de que me faltaba la mochila, volví al lugar dónde me la había dejado pero ¡ya no estaba allí!

 Rápidamente hablamos con uno de seguridad. La había cogido un español que iba con su madre y se la estaba dando a un guardia de seguridad. Al final todo quedó en un susto y comprobamos la seguridad del lugar.

Entramos en el castillo para ver las salas que tenía ambientadas y al final del recorrido llegas a una azotea con vistas a todo el castillo ¡impresionante!

Al bajar comimos algo rápido en la cafetería enfrente de la estación y nos volvimos a Lisboa.

Más Lisboa

Para aprovechar la tarde convencí a mi hermana para ir al Palacio de Ajuda.

Cuesta llegar porque está bastante alejado de la zona turística y nos subimos en un bus que nos llevó por unos barrios un poco raros pero llegamos sin problemas allí. Cuándo nos bajamos pensábamos que estaba cerrado porque no vimos ninguna señalización pero investigamos un poco para encontrar la puerta a la taquilla. El Palacio es impresionante y lo que más me gustó son los artículos que hay en una vitrina que fueron regalos para la realeza muy curiosos. La vigilante me respondió a lo que yo le pregunte ya que no contratamos ningún guía y fue muy amable. Otra de las cosas que me llamaron la atención, es que hay una mesa perfectamente montada con cubertería, loza y demás complementos de la realeza que me encantó. 

Cuándo acabamos de verlo todo nos fuimos al apartamento a disfrutar de la piscina.

Último día en Lisboa

El último día nos lo tomamos un poco de relax para disfrutar más de Lisboa. Cogimos el tranvía 28 que te hace un recorrido estupendo por toda Lisboa a precio de un viaje y te enseña los barrios más empinados sin necesidad de ir subiendo tú las cuestas. Esa zona es menos turística pero está bien verla para ver como son los verdaderos barrios de Lisboa y no las zonas tan turísticas. Las calles empinadas con los tendales de las casas, la combinación de colores en los azulejos es muy típico portugués y merece la pena verlo.

Dimos un paseo por la zona comercial y fuimos al barrio de Chiado para ver A Brasileira , la famosa cafetería que frecuentaba un poeta llamado Fernando Pessoa. Estuvimos tomando un café y un bollito. 

El último día fuimos a cenar a un restaurante que tenía buena fama a pesar de que estaba lejísimos. Laurentina o rei do bacalhau , que rico todo. La lasaña de bacalao exquisita, las croquetas estaban muy ricas también y de postre habíamos pedido baba de camello que lleva caramelo ¡buenísimo!

Al terminar de comer dimos una vuelta por el centro para bajar la cena porque no podíamos ni andar casi. 

Pienso volver algún día a Lisboa porque aún me quedaron alguna cosas por ver y es una ciudad preciosa.