Portugal, Día 5.

El quinto día de nuestro viaje en Portugal, estábamos en Lisboa. Después de desayunar en nuestro hostel, decidimos de separarnos, porque queríamos hacer cosas distintas. Giulia, Susi, Michele y yo fuimos a ver el monumento de “Cristo Rey” y Christophe con Jonathan fueron a un free walking tour dedicado al street-art -algo muy característico por las calles de Portugal y con una historia bastante interesante. Pero como ya era nuestro último día en Lisboa, no podíamos encontrar tiempo para verlo todo.

La verdad es que yo quería visitar también un museo dedicado a Fernando Pessoa (que se llama “Casa de Fernando Pessoa”), como él es un de mis poetas favoritos y también los portugueses son muy orgullosos de él, pero, desgraciadamente, el museo permanecía cerrado los fines de semana. Entonces, decidí que entre los dos planes alternativos, prefería ver el monumento histórico de Cristo Rey. Fuimos a un puerto de donde ibamos a coger el ferry para ir a Cacilhas. El viaje en Ferry no duraba mucho, creo que eran, más o menos, unos veinte minutos. Después, había un bus hasta el monumento, pero decidimos de caminar. La verdad es que era más camino que lo que esperábamos, entonces estábamos bastante cansados -también el monumento se encontraba en un sitio alto y eso no nos ayudaba caminar hasta allí! Cuando llegamos, admiramos tanto la estatua (que se construyó el año 1959) pero también la vista increíble de ese sitio. Nos quedamos allí una media hora y luego ya teníamos hambre y decidimos de volver a la ciudad, cerca del puerto, para encontrar un lugar para comer. Esta vez no nos equivocamos pensando que podíamos caminar de nuevo -elegimos directamente la solución del bus. Llegando al puerto, buscamos un poco y pronto encontramos un restaurante pequeño y tranquilo. Nos sentamos ahí y probamos el pescado que estaba muy rico y barato! Nosotros nos sentimos fuera -hacía calor y queríamos estar al sol- pero dentro había un grupo de música que presentaba el fado: la música famosa de Portugal, que muestra su melancolía característica, normalmente con solo un cantante y los instrumentos típicos de ese tipo de música. La mujer que cantaba tenía una voz muy buena y había un punto en el que entré en el restaurante para poder verla y escucharla mejor. El fado es una experiencia que cada uno que viaja a Portugal tiene que vivir -aunque sea solo unos minutos, como la mía.

Luego, después de descansar un poco, fuimos a coger el próximo Ferry para volver a Lisboa. Llamamos a los demás para ver donde estaban, pero no les pudimos encontrar. Entonces decidimos de ir a Belém para probar los pasteles tan famosos y decidimos de llamar a los chicos en llegar para que viniesen con nosotros. Belém es un barrio increíble, había un parque muy grande, donde la gente hacía deporte o simplemente estaba en familia. Claro que también los turistas se habían dado cuenta de ese espacio y se quedaban ahí tranquilamente, antes de seguir su camino. A nosotros también nos gustó mucho ese parque y decidimos a volver ahí después de comprar los pasteles. Christophe nos había explicado, más o menos, donde se encontraba la famosa Pastelería de Belem. Pero la verdad es que lo descubrimos gracias a la cola enorme! Mucha gente estaba esperando para comprar y probar los pasteles, entonces vimos a una cola demasiado larga y entendimos que tendríamos que esperar bastante. Y así era. Cuando por fin entramos dentro de la Pastelería, vimos que también había mesas y sillas, donde la gente se sentía, tomaba café o té y comía los pasteles estos o otros tipos de dulces portugueses. Compramos dos paquetes de seis pasteles y fuimos al parque para probarles. Estaban muy ricos y cada uno comió sus tres pasteles muy pronto!

Luego nos paseamos un poco y llamamos de nuevo a los chicos. Desgraciadamente, había una mala noticia: Christophe, que es muy alto, se había pegado la cabeza en un semáforo (los semáforos en Portugal son bastante bajos! ) y los chicos habían ido al hospital y luego volvieron al hostel. Nosotros estábamos muy tristes, porque no sabíamos nada, entonces queríamos volver pronto para ver que tal nuestro amigo. Primero, volvimos a la pastelería y compramos unos pasteles para Christophe. Luego ya cogímos el próximo tren para volver al hostel. Christophe se sentía mejor, pero todavía le dolía bastante la cabeza. Decidimos de no hacer planes por esa noche y simplemente quedarnos con nuestro amigo. Nos fuimos en el salón del hostel, tranquilamente, y dormimos bastante pronto. En todo caso, el día siguiente nos esperaba un viaje hasta Coimbra.



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