Un descanso de tres semanas.
Y cuando me quise dar cuenta acabaron las vacaciones y lo que es peor, que después de ellas viene el último tirón, ese en el que tienes que estar encerrada haciendo mil cosas, todas las que vas dejando y las que no. Después de estar en casa, se supone que se viene con más fuerzas para, estando al límite, dar el máximo en el mínimo.
Y aún así, eso no es malo comparado con saber que este viaje fue un auténtico aburrimiento. Eso de llegar a tiempo al aeropuerto, que no tengas problemas con los kilos del equipaje, que todo salga asquerosamente bien y que la historia se repita en el viaje de vuelta a Liège, me resulta más insoportable. Pensaba que se convertiría en una aventura, cuando nada más empezar el señor autobusero con sus acelerones hizo que cayera de rodillas en medio del bus, agarrando una maleta con cada mano, quedando cada una a un lado. Si yo me hubiera visto desde fuera seguro que hubiera pensado que parecía un Cristo Crucificado o algo así. En ese momento me dije, empezamos bien, a ver cómo supero esto. Pero luego en la estación de tren cuando me encontré con dos amigos belgas, pensé ¿han venido a despedirse de mi?¿Pero como han sabido que me iba ahora en este tren? Pero no, ellos iban a otra parte, solo que cogían el mismo que yo. Tonta de mi. Fue solo coincidencia. Mi cara de ilusión máxima se apagó justo en ese instante. Vaya chasco. Al menos eso fue contrarrestado con la aparición estelar de una colega erasmus que dentro del avión me dijo: ¿Qué pasa tronca? Y allí estaba ella, Fátima, que había ido por la puerta de atrás del avión para pillarme dentro del mismo y así poder sentarnos juntas y hacer el vuelo...Sí, vamos, que tal como nos sentamos nos quedamos las dos dormidas. Que después del que pasa tronca, no hubo mucha más conversación. Pero bueno, al menos no íbamos del todo solas.
Y dos horas más tarde, despertarte de nuevo en Sevilla, que llueva en Semana Santa, como si a alguien sorprendiera ese hecho, que tengas que hacer cosas de clase y que luego en realidad solo pierdas el tiempo, que salgas de fiesta con los amigos y comas las comidas que hace tu madre, podrían haber hecho de tres semanas de descanso unas vacaciones inmejorables si al llegar y al preguntarme alguien qué tal viaje hubiera tenido algo más que decir que un triste 'bien'.
Y es que a mí, así no me gusta viajar. Prefiero pensar que todo saldrá mal y se convertirá en una catástrofe, pero que al menos tendré algo digno que contar.
Y como considero que esto no ha sido una aventura pido disculpas, que está muy de moda:
Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir.
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Comentarios (1 comentarios)
charo velez hace 12 años
yo despues de semana santa lo que necesitaba era un buen descanso y como me compre hace poquito un colchon excelente he recargado las pilas jejeje http://natursom.es/productos-descanso/topsom.html