De vuelta a casa por Navidad.
Martes, 20 de diciembre, un día cualquiera como otro de tantos o al menos era lo que pensaba. Salgo de casa, temprano por la mañana, como cualquier otro día, la diferencia era que esta vez llevaba dos maletas. Me volvía a España. Pero los problemas empezaron justo en el momento de salir.
Salgo de casa, está lloviendo y aunque quisiera no podía usar ningún paraguas, llevaba las dos manos ocupadas. Voy hasta la parada del bus. Empieza a llover más fuerte. Llega el bus, lleno como siempre. El conductor decide no abrir la puerta por lo que me tengo que colar por la puerta de atrás. Casi no consigo entrar. La gente no hacía hueco, ni para mí ni para las maletas. Casi me caigo y casi se me cae la maleta encima por intentar ponerla dentro. La solución, entrar a empujones. Consecuencia, minutos de malas miradas e infinito desprecio. El bus sigue su camino haciendo sus correspondientes paradas y el conductor sigue sin querer abrir la puerta delantera, por lo cual, la gente entraba por la puerta por la que entré yo. Todo el mundo intentaba entrar por el lugar en el que estaban mis maletas. No hubo ni uno que no se tropezara con ellas.
Llego a la estación. Maldigo el tiempo, que no mejora. Tengo que esperar para coger el tren. Entretanto, conozco un muchacho italiano, Jhonas. Iba para el aeropuerto también. Quince minutos después avisan que se han cancelado los trenes a Charleroi, la ciudad donde está el aeropuerto. Pregunto en información y al parecer hay incidencias (no me digas) y no saben si los trenes siguientes harán su recorrido. Me recomiendan que, en vista de que nada es seguro, vaya hasta Namur y desde allí intente ir en tren hasta Charleroi. Ya en el tren con el iltaliano, conocimos a dos personas más que les había pasado lo mismo que a nosotros, Gil (o algo así) y Susana.
Llegamos a Namur. Todos los trenes a Charleroi están cancelados. TODOS. Se supone que durante el miércoles y el jueves habría huelga, pero no el martes. Vamos los cuatro a la estación de autobuses que hay al lado de la de tren. Hay un bus para Charleroi. Teníamos que darnos prisa porque lo perdíamos. Nos quedamos allí, los muchachos y yo, mientras Susana se volvió a la estación de tren. Nos llama por teléfono. Teníamos unos escasos minutos para llegar que venía un tren con destino ‘el maldito aeropuerto’. Corre de nuevo tirando de las maletas. Seguía lloviendo en Bélgica.
Llego a Charleroi y me encuentro con amigos que iban al mismo sitio y que venían desde Liège. Al parecer el tren que me dijeron en información que no sabían si iba a llegar, llegó y yo lo cogí en Namur en vez de allí. Ganas de matar aumentando. Luego tienes que coger otro bus que te lleva justo al aeropuerto. Yo iba con tiempo de sobra, pero Jhonas por ejemplo casi pierde el avión. Llegas y te pones a pesar las maletas. Sobran cinco kilos. ¿Y dónde los meto?
Lo siguiente me recuerda al viaje que hice para ir a Bélgica. Tuve que abrir las maletas y empezar a sacar ropa como una loca. Al final conseguí dejar las maletas en su justo peso. Como regalo, llevaba puesto tres pantalones y cinco sudaderas, más la chaqueta. Por no decir que una muchacha que conocí allí, Aranza, y que venía en mi mismo vuelo se ofreció a llevarme algo de ropa en su maleta. Iba por el aeropuerto que no podía caminar, era más fácil tirarme en el suelo y rodar. A la hora de pasar por el detector, tienes que quitarte todo lo que lleves encima. Yo llevaba un cinturón puesto, en el primer pantalón. Al final pité, pero por las botas. Me las tuve que quitar y ponérmelas después, con mis tres pantalones. Aquello no era normal. Pero peor fue cuando dije de ir al baño. Que tortura de día, y aún me quedaba un vuelo con Ryanair y su mercadillo. Estando en la puerta de embarque había un hombre que pensaba poner una denuncia porque no sabía que si se pasaba de peso tenía que pagar 20 euros el kilo. Le sobraron ocho y pagó por ellos porque lo que llevaba en la maleta eran cervezas. Más de uno dijo que se las tendría que haber bebido allí, total, estuvimos una hora esperando porque el vuelo vino con retraso, así al menos la espera no hubiera sido tan larga.
Ya después del vuelo, al llagar a Barajas pude quitarme tanta ropa y poder guardarla en mi maleta, todo el mundo se reía al verme, pero yo estaba recuperando la movilidad en mis extremidades, lo cual me era indispensable, iba a adentrarme en el metro de Madrid. Dicen que es uno de los mejores de ¿Europa? ¿En serio? Pues a mi sobraran escaleras y me faltaban algunas mecánicas y algún que otro ascensor. No es agradable tirar de dos maletas, una en cada brazo.
Y ya después de todo el día de viaje, llegué por fin a casa de un colega, pensando he sobrevivido al metro. MENTIRA. Me robaron el ladrillaco de móvil belga que tenía, de estos con pantalla a color, pero que no tienen ni para politonos. Yo sabía que la cosa en España estaba mal, pero no sabía que para tanto. Vamos yo digo de robar y me encuentro con ese teléfono y es que yo creo que lo devuelvo. Pero bueno ahora ya estoy en casa y como predije, enferma. Vaya Navidad me espera.
¿Quieres tener tu propio blog Erasmus?
Si estás viviendo una experiencia en el extranjero, eres un viajero empedernido o quieres dar a conocer la ciudad donde vives... ¡crea tu propio blog y cuenta tus aventuras!
¡Quiero crear mi blog Erasmus! →
Comentarios (0 comentarios)