Lanzarote: mi primera visita a las islas (IV)

Teguise

El último día siempre hacemos algo más relajado para que nos dé tiempo a hacer las maletas por la tarde, esta vez escogimos visitar la que fue la capital de Lanzarote durante cuatro siglos (S.XV-S.XIX), es decir, la ciudad de Teguise. Como en la isla las distancias son tan cortas, decidimos pasar antes por el MIAC (Museo Internacional de Arte Contemporáneo) ya que soy estudiante de historia nunca está de más pasarse por el museo más destacado de la capital actual, Arrecife, y solo tuvimos que tomar una pequeña desviación de nuestro camino hacia Teguise.

La sede del museo es el Castillo de San José, en el cual se encuentra habilitadas unas pocas salas expositivas con una muestra bastante breve de algunas obras de artistas contemporáneos renombrados, sobre todo españoles; también tiene una cafetería en la que se muestran más obras, y por último puede subirse a visitar el “mirador” que constituye la terraza superior de la fortaleza del castillo, desde la cual lo más interesante es ver las estatuas “flotantes” que se descubren cuando baja la marea y forman parte de todo este moderno paisaje artístico. 

Nuestro plan inicial era pasar antes de llegar a la ciudad por alguno de los famosos viñedos de la isla, pero el único que no precisaba de previa reserva se encontraba en obras de remodelación, por lo que estaba cerrado y tuvimos que dirigirnos directamente a Teguise, aunque un poco decepcionados, sobre todo mi madre le encanta el vino de allí y a todos nos apetecía mucho hacer una pequeña cata.

Llegamos a Teguise y el aparcamiento era una cuestión prácticamente imposible, asi que después de dar un par de bastantes vueltas desistimos de intentar aparcar cerca del centro, por lo que volvimos a la entrada de la ciudad donde había más sitios y pudimos iniciar la visita.

Nada más bajarnos del coche, al estar en la entrada nos encontramos un cartel turístico que presentaba información de todos los puntos de interés, aun así fuimos a la mini oficina de turismo, pasada la impresionante plaza central. A pesar de que había varios conventos, una ermita, una iglesia y otros monumentos religiosos, queríamos tener un día relejado y consideramos que centraríamos la visita en el Castillo de Santa Bárbara, sede del museo de la piratería, un concepto que nos parecía muy curioso y gracioso, y por ello interesante.

La escarpada subida estaba llena de curvas y llegar hasta allí en coche (porque a pie es un suicidio) fue, cuanto menos, tenso. Hubo un momento que casi nos salimos de la carretera, bueno si se puede llamar a ese espacio delimitado de tierra asfaltado así; salirse suponía caerse por el barranco ya que el castillo, por si no lo había comentado, está en lo alto de un volcán, vamos una aventura en toda regla. La cuesta es muy pronunciada y las curvas muy cerradas y había momentos en que no se sabía si la curva giraba a la derecha o la izquierda por lo que recomiendo extremo cuidado para los valientes que decidan llegar al castillo.

Por fin llegamos, y la verdad es que las vistas de la pequeña población de Teguise merecían los sustos de la subida. Lanzarote parece tener unas reglas de urbanismo que dictan que todas las casas y edificios deben de pintarse en blanco (vimos algunas de un marrón claro pero eran poco frecuentes) con las ventanas y puertas en azul o verde, lo cual dota a toda la isla de un aire de homogeneidad muy atractivo y refuerza la sensación paradisiaca de isla de reposo y disfrute. Al otro lado, pasado el castillo, se veía el cráter del antiguo volcán, en el que me resultó curioso que se podía observar como alguien había escrito con grandes piedras su nombre a tamaño enorme, que hacían que se pudiese leer desde la posición en alto del castillo.

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Al castillo, y por tanto, al museo, se accedía a través de unas escaleras estrechas que parecían de época y daban lugar a un puente levadizo también muy estrecho que daba mucho vértigo pues aunque no era apenas largo, para pasarlo no había ningún tipo de pasamanos o barrera que te separase del vacío, y te metía mucho en la situación de castillo, era muy real. Una vez dentro estaba la taquilla en la que se pagaba la entrada de 3 euros por adulto, pues los niños entraban gratis.

Dentro estaba el museo de la piratería que al final resultó ser más grande e interesante de lo que yo me imaginaba, es bastante recomendable porque tiene muchas curiosidades presentadas de forma muy didáctica con muchos recursos diferentes y toda la información está relacionada con la historia de la isla de Lanzarote, que por desgracia, al ser una isla, era un emplazamiento estratégico que tuvo mucho contacto con piratas.

Dentro había portadas de películas, comics y revistas cuya temática estaba relacionada con piratas. Más adelante se encontraban diversas ilustraciones con estilos muy diferentes que versaban en torno al tema y habían sido pintadas especialmente para el lugar. Una simulación de un camarote, una sala interactiva con un video educativo, cartelas enormes con ilustraciones acompañadas de texto a modo de fascículos individuales de piratas concretos, una armería y hasta incluso varias maquetas de barcos, había de todo y en cada rincón te encontrabas algo sorprendente cuando pensabas que el museo ya había terminado.

Incluso, a mitad de la visita encontrabas e un hueco la posibilidad de subir otras escaleras e piedra, las cuales daban a la terraza superior del castillo, donde además de tener unas mejores vistas todavía, había una sala que reproducía una especie de estancia en la que se reunirían los piratas con pinturas de gran formato de seres mitad hombre/mujer, mitad animales diversos, reunidos en torno a una gran mesa, con música de fondo. 

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La visita duró como unos 45 minutos y ya eran casi las dos de la tarde, es decir, hora de comer, asique bajamos por la infernal cuesta de las curvas para poder encontrar un sitio en el tomar algo. Queríamos variar y probar un poco de comida típicamente canaria asique buscamos en google un sitio para ello, y el ganador fue La Cantina, ya que vimos que su carta tenía muchas posibilidades de platos típicos canarios y además una terraza cubierta con algunas sombrillas, perfecto porque las nubes empezaban a anunciar lluvia.

Lo que más rentable sale de toda la carta son las tablas por unos 15 eurosy son para dos personas, nosotros nos pedimos la Tabla Canaria, además de dos entrantes y nos quedamos bastante llenos siendo 3. Esta Tabla tenía queso típico de Teguise, potaje de garbanzos, papas arrugadas con su respectivo mojo verde y mojo rojo, pimientos de padrón, piña de millo (una mazorca de maíz) y gofio (un alimento típico hecho con una especie de harina oscura y a veces acompañado de pasas). Fue un plato perfecto para conocer muy de cerca los alimentos más típicos de Canarias.

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Una vez acabamos de comer, volvimos de nuevo a la plaza central de camino al coche, que rodeada de casas blancas y con la iglesia de ladrillo, conformaba, junto a las palmeras, una estampa típica del paisaje de las islas. Esta última vista fue un broche perfecto para un gran viaje.

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Si estás de Erasmus en España, Lanzarote es un destino asequible y cercano totalmente recomendable para esas pequeñas escapadas o mini viajes que suelen hacerse cuando estás viviendo una estancia prolongada en un país distinto.


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