Lanzarote: mi primera visita a las islas (II)

Maravillas Naturales: Día 2

  • Los Hervideros

La salida del Timanfaya fue mucho más fluida que la entrada y enseguida nos encaminamos hacia Los Hervideros, un acantilado muy especial formado tras las erupciones volcánicas del siglo XVIII. Éstos están ubicados en la costa oeste de Yaiza; sin embargo, llegar hasta allí no es tan fácil, de hecho nos equivocamos en un par de desviaciones pues las poblaciones son muy pequeñas y el GPS se confunde a menudo.

Lo que al principio parecía un problema que iba a ocasionarnos retrasos incomodos, se convirtió en una ventaja pues esta desviación nos hizo ver de lejos (porque no paramos en el mirador) las Salinas del Janubio, que constituyen un paraje muy interesante, ya que además de tener un micro ecosistema propio, es curioso ver las pequeñas pirámides de sal de diferentes tamaños apiladas en fila. Además pasamos por allí en un momento en el que el sol brillaba especialmente (el resto del día estuvo un poco nublado) y la vista con el sol reflejado era espectacular.

Nos quedamos con las ganas de verlas más cerca y hacer un par de fotos pero seguimos avanzando y nos paramos en un rincón de la carretera LZ-703 que parecía un apartadero, el cual confundimos con la entrada a los hervideros (que realmente estaba como 500 metros más adelante), de todo se saca el lado positivo y así pudimos ver un trozo de playa de arena negra que se encontraba entre las Salinas, las cuales se veían a lo lejos, y los Hervideros, que estaban más cerca de lo que pensábamos. 

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Por fin conseguimos llegar a Los Hervideros que se reconocían claramente por haber muchos coches parados en fila en una extensión de gravilla bastante grande, mucha gente asomada haciendo fotografías, y unos acantilados que se ven perfectamente desde la carretera, pero equivocarse cuando estás haciendo turismo muchas veces te permite conocer rincones que ni siquiera te habías planteado en la organización inicial de la visita, y eso hace que el viaje tenga un encanto especial.

Este monumento natural se constituye como un tramo de costa acantilada caracterizado por una especie de formación en M creada por las dos grandes cuevas esculpidas por el rápido enfriamiento de la lava al contacto con el agua y la erosión posterior de las olas. Supongo que el nombre se lo pusieron porque cuando hay mucha marejada, las olas chocan con tanta fuerza y vehemencia que parece que el agua está en ebullición.

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La visita de este punto de interés turístico es totalmente gratuita, y se puede hacer desde diversos ángulos pues ya desde el parking, nada más abandonas el coche, se puede apreciar la imponente vista desde un “paseo” acondicionado por la mano del hombre para que sea estable, aunque es mejor evitar resbalones tontos y hay que tener muchas precauciones. Se puede dar casi la vuelta entera por ese camino, llegando a la parte más ancha del acantilado donde están habilitadas unas escaleras a través de la roca que llevan a diversos miradores desde los cuales tienes la sensación de sumergirte en la roca para ver el hipnotizador movimiento del mar en su contacto con la pared rocosa.

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  • Charco de los Clicos (Laguna Verde)

La última parada de este día habría de ser inevitablemente el último punto dentro de este triángulo paisajístico de maravillas que se encuentran dentro del Parque Natural de los Volcanes. También en Yaiza y también gratuita es la visita al Lago Verde que se descubre en el centro del cráter de una montaña ubicada al lado del pueblecito vecino del Golfo.

Para ver este extraño fenómeno de la naturaleza puedes aparcar en un apartadero (muy similar a los que están a lo largo de todo el recorrido) al lado de un bar con tienda de regalos incluida. A tan solo unos pasos se encuentra el camino, cuesta arriba, que conduce al mirador ya que al Charco de los Clicos no se puede acceder desde abajo por estar protegido de bañistas insensatos.

Cuando se culmina la subida, no muy costosa gracias a la ayuda de una cuerda que actúa a modo de pasamanos, accedes al mirador el cual no es muy espacioso asique es mejor esperar a que se despeje para poder tener una visión completa de todos los detalles de este paraje tan asombroso.

El interés turístico de esta zona viene determinado por el extraño color del lago, verde, una anomalía producida por los organismos vegetales que están en suspensión en el agua del mar que se concentra en esa zona después de haber surgido en la superficie a través de los canales subterráneos que conectan el cráter con el mar. Es recomendable visitarlo cuando hace mucho sol pues el color de la laguna se aprecia mucho más brillante y espectacular; por desgracia a nosotros justo nos tocó un día un poco nublado oscureciendo el verde a un tono esmeralda.

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La visión se completa con una heterogénea mezcla de texturas ocasionada por la diferente formación de las montañas que circundan el lugar. El paseo por el que se accede está conformado por arena muy fina de color rojizo que se superpone a la arena negra de la playa y de la propia montaña que se ve enfrente del mirador, la cual además es realmente extraña, nunca había visto algo así, lo primero que se me vino a la cabeza es que parecía una montaña pintada para un comic pues en ciertas zonas parece pulida en facetas que se intercalan con otras como rugosas. Es algo realmente digno de ver.

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Como esta visita no dura mucho y para compensar un poco el viaje, además de que era demasiado pronto para volver al hotel, decidimos bajar a la playa que se ve desde el mirador y a la que se accede solo bajando una cuesta de tierra desandando los pasos desde el mirador.

No sé muy bien por qué pero en la orilla había unas barcas abandonadas en diferentes posturas, lo cual quedaba bastante pintoresco y bonito. La playa era preciosa, la lava hacía que hubiese mucho recovecos curiosos en los que la gente, supongo, había colocado estratégicamente algunas piedras colocadas en pirámide como haciendo equilibrios; lo malo, es que cuanto más avanzabas hacia la laguna a nivel del mar, había cada vez más bichos pequeños como mosquitos en masa que se apelotonaban volando y era muy incómodo pasar por ahí, asique decidimos volver antes de que se pusiese a llover sin poder ver el Charco de los Clicos a una distancia prudente.

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