Convertirme en voluntaria europea, la experiencia que cambió mi vida
Primero de todo me presento, mi nombre es Marina, soy española y actualmente vivo en los Países Bajos o como muchos le decimos, Holanda. Siempre había pensado que haría mi vida en España, concretamente en Madrid, ciudad donde nací, aunque fantaseaba con la idea de mudarme a alguno de los muchos y maravillosos lugares de las costas españolas, ya que desde pequeña he sido una enamorada del mar.
Lo que nunca había imaginado era vivir en el extranjero y no porque no me guste viajar, todo lo contrario, más bien debido a mi desconocimiento e inseguridad a la hora de comunicarme en otro idioma, este era mi mayor temor. Pero esta idea fue cambiando poco a poco cuando terminé mis estudios universitarios de psicología y mi situación laboral en ese momento era bastante precaria.
Como un gran porcentaje de la población estudiante, desde que empecé mis estudios superiores quise ser los más independiente económicamente posible, por lo que empecé a trabajar y a combinar trabajos temporales con mis estudios. Hasta ese momento yo era feliz con lo que hacía y con lo que obtenía a cambio, ya que mis objetivos eran terminar mi carrera, especializarme y poder vivir ejerciendo de lo que me gustaba. Pero nadie nos avisa de que esto no es fácil.
Fueron pasando los años, me licencié, hice un máster de dos años y seguí trabajando en puesto poco cualificados que nada tenían que ver con mi vocación y estudios. Debido a esta situación, la idea de marcharme al extranjero iba invadiendo cada vez más mi cabeza, pero me daba miedo lanzarme a la aventura e irme sola. Hasta que en el verano del 2017, justo después de firmar un contrato indefinido tras un año trabajando como dependienta, decidí buscar formas de irme a otro país a vivir y me topé con el programa Erasmus+ de Servicio de Voluntariado Europeo, desde ahora EVS (European Voluntary Service).
Muy brevemente, el EVS es un programa financiado por la Comisión Europea para jóvenes europeos de entre 18 a 30 años que quieren vivir una experiencia de máximo 12 meses de duración como voluntarios en un país distinto de su país de residencia. Para mí, esto fue la oportunidad de oro de llevar a cabo aquella idea que llevaba ya tiempo rondándome por la cabeza, ya que no te vas simplemente al extranjero por tu cuenta, con tus ahorros y a tu suerte, sino que te vas respaldado por dos organizaciones, una de envío desde tu país de residencia y otra de acogida en el país al que vas a desarrollar tu voluntariado, que se encargarán de darte un alojamiento, manutención, cobertura sanitaria y un dinero de bolsillo, la cantidad dependerá de cada proyecto y país. Además, dependiendo del proyecto, también te pueden proporcionar transporte, cursos de idiomas y un porcentaje de los gastos del viaje tanto de ida como de vuelta. Por lo que el riesgo es mucho menor que si te vas tu solo.
Una vez tomada la decisión de que me iba, no paré de buscar y aplicar a proyectos de mi interés y en relación con lo que yo había estudiado, porque esto es otra de las ventajas que tiene el EVS, hay cientos de proyectos y eres tú quien elige el país, la temática, la fecha y la duración que más se adapte a lo que quieres en ese momento. Se diferencian dos tipos de voluntariados, los de corta duración que son desde 2 semanas a 2 meses y los de larga duración que van desde los 2 meses hasta un máximo de un año. Si te decides por un EVS de corta duración, más tardes podrías realizar otro distinto de larga duración, pero esto no es posible al contrario, es decir, si haces un EVS de larga duración, no podrías hacer luego otro ni de larga ni de corta duración. Algo importante es que solo se puede participar una vez en la vida en este servicio de voluntariado.
En mi caso, apliqué a varios proyectos en los que se trabajaba con niños, ya que quería ampliar mi experiencia en este ámbito y decidí hace el voluntariado de larga duración, porque quería exprimir la experiencia el mayor tiempo posible. Finalmente, fui seleccionada para participar en dos proyectos distintos, pero ambos con niños, uno en Dinamarca y otro en los Países Bajos. Tras sopesar los pro y contras, me decanté por el proyecto en los Países Bajos, más concretamente en un pueblecito llamado Rijswijk en la ciudad de la Haya.
El 1 de Septiembre de 2017 volé desde el aeropuerto de Madrid a Schiphol, el aeropuerto de Amsterdam y allí me estaba esperando mi coordinador, con el que ya había tenido una entrevista por Skype e intercambiado varios mails. Fuimos en coche hasta la casa dónde iba a pasar el resto del año y allí me encontré con los otros cinco voluntarios de cinco nacionalidades distintas, que iban a compartir conmigo esta experiencia, eran dos chicos, de Malta y Grecia y tres chicas, de Francia, Italia y Alemania.
El lugar dónde colaboramos como voluntarios se trata de un centro joven e intercultural dónde se ofrecen diferentes tipos de cursos, talleres y actividades extraescolares para los niños cuando acaban su horario escolar. Por ejemplo, algunas de estas actividades son deportes, cursos de cocina en su idioma nativo, el holandés, pero también otros en inglés, clases de baile, talleres de manualidades, magia y ciencia, jardinería, etc. Otra labor en la que estábamos muy implicados los voluntarios era en las actividades de los miércoles, día en el que los colegios terminan antes, sobre las 12. 30-13. 00 y los niños vienen al centro a jugar y pasar el tiempo hasta que sus padres o tutores pueden recogerles. Nuestra tarea era preparar los programas de actividades y juegos siguiendo una temática que cada miércoles cambiaba, por ejemplo, un miércoles éramos entrenadores Pokemon, al siguiente viajábamos al Antiguo Egipto y otro luchábamos contra piratas.
Otro día muy especial también, eran los jueves, cuando un grupo de niños sirios refugiados venía en autobús al centro durante dos horas y media aproximadamente a jugar, pasarlo bien, conocer otros niños y aprender. En este caso, también éramos los voluntarios los responsables de preparar todas las actividades y programación de la tarde. Este mismo día, el centro era cedido a una asociación de niños con diversidad multifuncional, que venían también a pasar la tarde realizando talleres y actividades en integración con el resto de los niños. En especial, estas actividades tenían gran interés para mí y es por ello que focalicé mi proyecto personal en trabajar con estos niños, creando una hermosa galería de arte al final del curso escolar.
Para terminar, también se preparan diferentes campamentos en las vacaciones escolares, en los cuales el centro se llena de niños divididos en grupos por edad. En cada grupo hay una serie de coordinadores, monitores y voluntarios que preparan durante esos días una gran cantidad de juegos, actuaciones y actividades, y se encargan del cuidado y disfrute de todos los niños.
Aunque me dejo muchas otras tareas en el tintero, en resumen, ese ha sido mi trabajo como voluntaria este año en un centro multicultural en Holanda. Además del aprendizaje que obtienes estando en contacto todos los días con niños y otros monitores, he conocido a muchísima gente de todas partes del mundo, he aprendido y puesto en práctica parte de la cultura y festejos de este país, he conocido y viajado a otros lugares, ya no solo dentro de los Países Bajos, si no de otros países, como Bélgica, Francia o Croacia. Pero sobre todo, el mayor aprendizaje que he logrado en esta experiencia, ha sido sobre mí misma, sobre mis limitaciones, mis miedos, mis habilidades… y por supuesto he mejorado bastante el nivel de inglés, lo cual era una de las principales barreras que me impedían dar el paso a vivir en el extranjero.
A pesar de que mi EVS finalizó el pasado 31 de Agosto, continuo viviendo en Holanda. Tras este año aquí, he decidido que quiero seguir creciendo tanto en lo personal como en lo laboral, la parte más frustrada de mi vida en España, y considero que este puede ser un buen país para conseguirlo. Por supuesto que echo de menos muchas cosas de mi país que antes no tenía tan en cuenta y ahora valoro más. Y sobre todo echo de menos a mi familia y amigos.
Tras esta experiencia solo puedo animar a todo aquel que se esté planteando irse fuera, que no lo dude. Ya sea a través de este programa de Erasmus+ u otros programas de movilidad internacional o bien por su propia cuenta, que no tenga miedo a salir de su zona de confort y cambiar aquello que no gusta o con lo que no se está conforme, porque para cambiar algo primero hay que cambiarse a uno mismo.
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