El géiser de Herlany — Este de Eslovaquia, «naturaleza en estado puro» (1/3)
14 de abril de 2016
Esta fue una de las razones que me hicieron decantarme por Eslovaquia para irme de Erasmus: la naturaleza. Tiene nueve parques nacionales dentro de una superficie reducida (49036 km²), así que no le faltan espacios naturales protegidos precisamente. El 40 % de la superficie son bosques y el 80 % es terreno montañoso, pese a no tener mar, no podemos decir que la geografía haya servido de poco al país. Sin haberlo planeado, en mi fin de semana a mitad de abril hice tres paradas verdes en el este del país. Fue una oportunidad (que no se presenta tan a menudo cuando no se tiene coche) para poder cambiar los zapatos de ciudad por los de senderismo.
Día 1
¡El geyser de Herlany tiene su propio horario! La columna de agua de este pequeño pueblo (termal desde el siglo XVII) no está ahí permanentemente. Entra en erupción cada 34-36 horas desde el año 1875. Este jueves la quedada era de 16:00 a 18:00. El emplazamiento de la municipalidad siempre establece un periodo de dos horas al que recomienda llegar con una hora de antelación.
Cogí desde la estación de autobuses de Kosice uno de los diez autobuses diarios que pasan por la famosa parada de «Herlansky geysir», a 20km al noreste. Pero tuve que conformarme y coger el autobús que salía a las 16:45. Me la jugué (la razón la diré más adelante) y corrí el riesgo de irme con las manos vacías.
El lugar se encontraba en los montes de Slanské, era la viva imagen de lo bucólico. Los árboles bajos, que lo que tenían de verde era a causa del muérdago, señalizan el camino hacia la lo alto de la cuesta, hacia el horizonte. Otros árboles empiezan a echar las primeras hojas de un suave matiz verdoso. Por otra parte, los árboles fruteros están hasta arriba de flores blancas a la espera de que broten las primeras yemas. La hierba, bien repartida, cubre por completo todas las laderas. Entre las vacas y la brisa marina, Normandía parece que se ofrece a todo el mundo en pleno centro del continente europeo.
Por instinto, al bajar del autobús supe que el géiser saldría del medio del parque arbolado que estaba decorado con esculturas de madera que representaban el patrimonio local. Sin embargo, delante había algo parecido a una fuente frente a la vacía pagoda, y pensé que había llegado tarde. Los embaldosados estaban secos. Habían dos personas cualquiera ahí sentadas esperando en los bancos de alrededor. ¿Habría aún esperanza?
El géiser de Herlany, que se muestra cada 34-36 horas, hace emerger un chorro de agua fría (10-18°C) que proviene de una profundidad de 400 metros bajo tierra.
De pronto, el agua salió despedida de la piedra central de mármol rosa. A continuación se eleva hasta arriba. A la misma vez, acudieron todos los vecinos, los abuelos y sus nietos a presenciarlo. En cuestión de segundos, el géiser se rodeó de una decena de personas.
El géiser llegaba a una altura de apenas 10 metros, y los entendidos se lamentaban: "Anda, ya podría llegar hasta los veinte o treinta metros. " Pero aquellas personas que crearon el géiser en busca de una fuente en los años 1870, sí que podrían haber expresado mucho más su decepción: "Por aquel entonces, ¡si hubiéramos llegado a excavar hasta los 330 metros de profundidad, esto podría haber llegado a subir 112 metros! "
Pero los chiquillos se lo pasan en grande con ese espectáculo, dan saltos y aplauden diciendo "estoy contento". El olor a azufre y el fuel que sube a 404, 5 metros de profundidad y que ha impregnado todo el aire no parece molestarles.
Al cambo de 20 minutos, tan solo queda alguna que otra viejecita que espera paciente a ver como muere el géiser, que ya su altura se igualaba a la de un hombre. A los 30 minutos la tierra se lo traga tras su último borboteo, como el de una poción mágica de druida.
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