Verano en el Pirineo Aragonés

Publicado por flag-es Laura de las heras — hace 10 años

Blog: Mapa mundi
Etiquetas: flag-es Blog Erasmus Huesca, Huesca, España

Cada verano me reservo unos días para irme de viaje con mi padre. Él es un amante de la naturaleza y del senderismo, así que nuestros destinos por obligación tienen que incluir la posibilidad de hacer alguna ruta.

Este año el lugar escogido fue el Pirineo Aragonés; ya habíamos estado cuando yo tendría aproximadamente 5 años y, aunque no me gusta repetir los lugares, he de decir que ha merecido la pena puesto que aunque recordaba cosas, me ha gustado verlas con los ojos de ahora.

Para esta aventura conseguimos convencer a nuestros amigos de toda la vida: Teresa, Ángel, y sus hijos, Víctor y Pablo. La experiencia fue todo un éxito y pasamos 5 días buenísimos de andar, ver un entorno natural precioso, comer mucho y reirnos más.

Salimos desde Valencia en coche y teníamos como destino Sieste, una localidad perteneciente al municipio de Boltaña. Allí habían reservado el hotel, que por cierto, fue un acierto total. El hotel se llamaba L' Abadía de Sieste, un espacio rural y tranquilo, donde disfrutar de unas excelentes vistas, de la calidez de los dueños y de unas estupendas cenas y desayunos. Aquí os dejo un par de muestras de los platos, una lasaña de verduras y una crema de calabazín (ambos eran primeros platos de un menú que incluía el segundo plato, bebida y postre).

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Nada más dejar las maletas, hicimos nuestra primera expedición gastronómica comiendo en un asador de Boltaña que nos recomendaron los dueños del hotel. Más tarde, acudimos a visitar el pueblo de al lado, Aínsa, uno de los lugares más famosos del Pirineo Aragonés por su belleza y atractivo turístico.

Este municipio se encuentra en la confluencia de los ríos Cinca y Ara. Sorprende por su arquitectura en piedra y por las impresionantes vistas de la cadena de montañas que lo rodean. Caminar por sus calles es un pasatiempo encantador, visitar la iglesia, subir al campanario por una estrecha escalera, entrar a las tiendas de regalos y productos típicos, tomarse un café en la plaza y acudir a la explanada donde se encuentra el castillo.

Con todo eso ya concluímos la jornada y nos retiramos a descansar al hotel, eso si, tras una buena cena donde organizamos lo que haríamos al día siguiente.

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Nuestra primera ruta fue por el Valle de Pineta. Hicimos una subida de por lo menos hora y media, divisando varias cascadas, hasta llegar a una zona de llanos preciosa. Nos hizo un tiempo estupendo y comimos unos bocadillos en otra área, frente a otra cascada, con una postal natural delante inmejorable. 

Cuando descendíamos a por el coche, empezó a llover ligeramente, cosa que nos hizo aumentar el ritmo y tener que cambiarnos de ropa en el coche. La lluvía no nos desmotivó para visitar el pueblo más cercano al Valle, Bielsa, donde tomamos un café caliente que nos repuso tras la caminata y recorrimos sus calles y monumentos.

La siguiente jornada fue algo más tranquila. Decidimos no ir de ruta y descansar el cuerpo visitando tranquilamente la ciudad de Jaca. Allí pudimos ver su famosa catedral de estilo románico, muy austera pero igualmente bonita; la ciudadela, que ahora tiene un uso militar, y sus museos (el de miniaturas no merece la pena); y el fuerte de Rapitán.

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Por la tarde, cogimos nuevamente el coche y nos dirigimos hacía el balneario de Panticosa. Pasé mucho miedo en este trayecto, ya que se tiene que subir una montaña y la carretera no es muy buena. Además había desprendimientos de rocas y agua que brotaba de la montaña y mojaba el asfalto.

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Finalmente llegamos a la cima y pudimos sacar fotos como la que aparece arriba. El lago de Panticosa es precioso y puedes entender el porqué de establecer un centro curativo allí, en lo alto de la montaña. El primer edificio del balneario se construyó en 1694, pero la mayoría del complejo surgió en el siglo XIX, tiempo en el que recibió las visitas de personalidades como Ortega y Gasset, Ramón y Cajal, Primo de Rivera, entre otros.

Para resumir un poco la experiencia, os cuento que los dos días siguientes de nuestra estancia nos dedicamos también a hacer senderismo, que para mi gusto es el atractivo principal de la zona. Fuimos a hacer rutas al Cañón del Añisclo y al Parque Nacional de Ordesa, ambos impresionantes.

El trayecto para llegar al inicio de la ruta del Cañón lo hicimos en coche. Era una carretera super estrechita, de un solo sentido, que iba bordeando el río. La vegetación era exhuberante y la belleza del entorno, sin igual. Nos fuimos parando cada pocos metros para hacer fotos y poder retratar las formas de las rocas, ramas, árboles... 

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Finalmente llegamos a la zona de aparcamiento y estaba desbordado!! Tuvimos que dejar el coche a un lado de la carretera. Fue sorprendente ver la cantidad de gente que hay apasionada por el senderismo y que acude incluso con niños pequeños a pasar el día en plena naturaleza.

Concretamente esta ruta era mi sencilla, sin apenas subidas duras, y con un trayecto definido de hora y media/ dos horas. Al comenzar, te encuentras con la ermita de San Urbez, esculpida en el interior de una gran roca. Después el sendero te lleva por la orilla del río, y vas cubierto en todo momento por la vegetación del lugar: unos preciosos hayedos y pinares.

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Como había indicado antes, nuestro último día lo dedicamos al Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Fuimos en coche hasta la localidad de Torla, donde hay un gran aparcamiento, y desde donde salen los autobuses que llevan al parque.

Hicimos un ruta de aproximadamente 2 horas y media (solo ida) y por la que atravesamos parajes tan bonitos como las Gradas de Soaso, una serie de pequeñas cascadas seguidas, una zona de praderas, y una cascada que marca el final de la rura, la Cola de Caballo.


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