¿Tienes claro tu destino? Los mejores chollos en alojamientos son los primeros en volar, ¿dejarás que se te adelanten?

¡Quiero buscar casa YA!

Buscando Granada

Publicado por flag-es Juan García Madero — hace 10 años

0 Etiquetas: flag-es Experiencias Erasmus Granada, Granada, España


¿Encontraría aquel bar?

Tantas veces había paseado por estas calles tan ordenadas de Granada, Moral de la Magdalena con Jardines, esquina con Gracia, que a esa hora en que crecen las sombras de los bloques parecen hechas para despistar, para que naufraguen los recién llegados, invitándolos a danzar de aquí para allá, cruce de acera, calle Puentezuelas, Buensuceso, plaza Trinidad, que era tan natural sentirlo todo como dentro de mí, no ya como recuerdos metidos en mi cabeza, sino como parte de ella, unas neuronas conectando a otras con pavimento empedrado.

Y era tan natural sentir esas calles vivas, el estanco que cambiaba de sitio cuando quería tabaco, el café cerrado cuando al fin lo encontraba. La luz bailando como a paso cambiado, radiante en las hojas y en el agua de las fuentes cuando buscaba yo refugio, cadente y plomiza, oculta o esquiva cuando andaba exultante.

 

Y no aparecía el bar de anoche. Su nombre escrito con neón estaría seduciendo ya a otros viajeros una calle más arriba o quizás una más abajo, o en la dimensión de al lado, aquella a la que solo se llega de casualidad, cuando se busca sin mapa y se va bien acompañado. ¿Dónde estuve yo anoche? Perdido un rato entre las faldas de Pedro Antonio, manteniéndome a flote en vasos de chupito. En un momento estuve en el Pub Tango, eso seguro, ¿o fue en realidad que bailaba? Fumando en el García Lorca, tumbados a las estrellas, abrazados al calor y al rocío, rendidos a la hierba verde. Ocultos de la policía veíamos pasear a Federico pensando en Salva, fumábamos despacio la realidad y soltábamos volutas de humor absurdo que dibujaba deseos volubles. Luego había agua de colores y hasta una virgen inmaculada. Quizás paseara por los Jardines del Triunfo, o puede ser que la droga se llame Granada. En algún garito me besó una desconocida. ¿Dónde te esconces ahora? Qué difícil encontrarte.

 

De todas formas seguía andando. Mientras mi memoria callejeaba por la noche pasada, yo daba un paso tras otro sin darme cuenta del olor o del ruido pero sabiendo en el fondo que andaba para eso; las voces incesantes de Mesones mezcladas con la música que escupen sus tiendas, el roce de la gente que se agolpa, las palomas que hacen su guardia en la plaza. Doblo una esquina y está ahí, impasible, la Facultad de Traductores. Recuerdo entonces que debo devolver el libro que pasea conmigo, pero en Noviembre, es más hermosa la luz de las bibliotecas justo antes de cerrar, y el abrigo de los libros ofrece en esos instantes algo más que calor y quedarse y esperar a ser el último es casi una oración, como rezarle a un dios muerto o sentarse junto a la tumba de un artista, así que paso de largo y entro a esperar ese momento en el café de al lado. Cafetería Bohemia se llamaba esto antes. Hace ya tiempo, claro. Cuando esa chica aún ni sabía que iba a venir a estudiar a mi ciudad y aquella tendría ¡Dios mío, cuántos años!

¡Cómo viaja el tiempo en Granada! Con qué velocidad, con qué falta de permiso. Como si las cinco de la tarde tuvieran envidia de las cuatro y las cuatro de las tres y se agolparan todas desordenadas y sin freno, ansiosas por llegar pronto y ver la Alhambra, así han pasado ya cinco o seis o siete años. ¡Qué prisa por vivir de repente! Qué angustia, que se me escapa el tiempo, ¡la cuenta, que tengo planes!:

Tengo que darme prisa si quiero ir caminando despacio. Quiero ver cómo se enciende la noche sentado en el muro del Paseo de los Tristes, serle tan familiar como el musgo o sus cantantes, sentirme desaparecer bajo su constelación de tiempo; pero la camarera está ocupada y no está bien salir de los bares sin sus sonrisas, nunca se sabe cuando puedes quedarte enamorado, y yo no quiero perder la oportunidad de entregar mi alma; así que le hago un gesto con la mano y aunque ella entiende que quiero pagar, no ve que no es con dinero con lo que quiero cerrar el trato.

 

Suena el móvil al atravesar Plaza Nueva. ¿Quién anda ahí? ¿Qué hace un señor un martes por la tarde? Estamos unos cuantos donde siempre, pásate un rato. No puedo, estoy encerrado estudiando. Una cerveza tío, estoy con dos chicas que no conoces. Bueno, acabo este tema y me paso.

 

Como un músico las cuerdas de su guitarra, rasga el Darro las piedras a su paso, bajando incesante y más reluciente a esta hora, reflejos rojos del cielo, la imagen de La Roja reflejada.

Ya la alcanzo yo también, y casi postrado a sus pies, la adoro un instante, miro que no esté la poli y me siento en sus rodillas a liármelo.

A la hora del crepúsculo, en un brindis íntimo con la Alhambra y la ciudad, busco el mechero en mi bolsillo y dejo que vayan arrastrándose las leyes lógicas y las prisas, quedándose sólo el deseo.

Haz que este momento sea eterno.

Déjame sólo seguir buscando.

Que no se concrete nunca el deseo. Que seas tú entera, Granada, la amante nunca saciada. Que el polvo de estrellas flote siempre en el aire, tan leve y tan profundo tu roce, tan tentador y atractivo el pecado.

 


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