Raices árabes

Se fue a Granada por silencio y tiempo y Granada le sobredió armonía y eternidad. -Juan Ramón Jiménez

No se preocupen que yo tampoco sé quién es ese Juan Ramón, pero quería iniciar este post con algo tan poético como Granada y tratar de introducirlos un poco al encanto de la ciudad. A ver si se puede entender con solo leerlo: Granada es un lugar con una especie de hechizo. Hay en las calles y en los edificios algo que te hace sentir en otro tiempo y fuera de España, y es que ahí estuvieron los árabes por nada menos que 700 años. 

Según me dijeron mis amables anfitriones, lo que más vale la pena visitar es La Alhambra, pero atención aquí, que para eso hay que comprar la entrada con semanas de anticipación. Como la persona distraída que soy era de esperarse que no tenía eso previsto así que me quedé fuera y no tuve más remedio que recorrer los alrededores de ese mítico lugar. 

Dejando de lado la Alhambra, aún hay mucho que ver.  Los barrios de Albaicín y Sacromonte están llenos de flamenco genuino, casas blancas y hermosas vistas de la Alhambra. Fue en un museo del cerro del Sacromonte donde leí sobre el controversial origen del Flamenco, cuyos intérpretes iniciales (porque primero se cantó antes de bailarse) eran gitanos, de ahí que se crean ellos los inventores al igual que los españoles. Pero de que pertenece a España no hay duda, ya que fue en este territorio donde empezó todo el movimiento. 

Ya que estamos hablando de museos, les cuento que en muchos de ellos la entrada es gratis para personas de la Unión Europea. Aprovechando un poco esta situación y con el deseo de conocer el Museo Arqueológico (y de paso ahorrar unos euros) me acerqué a la señora de la puerta y fingí mi acento español como mejor pude, poniendo especial cuidado en mi pronunciación de las letras s y z. Todo iba bien hasta que ella me contestó algo que no pude comprender y exclamé "¿mande?" al más puro estilo mexicano. Ahí se me calló todo el teatro. Al final debió causarle gracia porque me dejó pasar junto a mis amigos y no nos cobró la entrada. 

Luego en otro sitio que se llama "La casa del Chapiz" donde hay un jardín nazarí, funcionaba igual, a los de la Unión Europea los dejaban pasar gratis y el resto del mundo tenía que pagar. Ahí le hablé en inglés al guardia con la esperanza de que me creyera una turista de la UE, pero cuando me preguntó where are you from, me quedé en blanco porque no había pensado en ningún país del que podía ser originario ese personaje que me estaba inventando. Igual entramos al día siguiente porque era domingo y los domingos casi todo es de entrada libre. 

También caminamos un rato por el Paseo de los tristes y la Carrera del Darro, donde las calles están más vivas que uno mismo. Hay movimiento por todos lados y a penas hay espacio para que transiten los autobuses. Es un sitio muy alegre.

El centro de la ciudad también es algo asombroso, para empezar yo nunca había visto una catedral tan grande, aunque ahora que lo pienso debe haber muchas más grandes alrededor del mundo, pero en ese momento, parada ahí mirando hacia arriba, me pareció enorme. 

Quizá hasta ahora mi relato parezca el de una ciudad normal, con sus museos y lugares bonitos, pero al fin de cuentas normal, pues no lo es. Ya he hablado del hechizo que cae sobre toda la ciudad como mantilla de hilos de seda, y quizá sea ese manto lo que me impide redactar esta entrada, porque he de confesar que es la cuarta vez que lo intento. Pero no puedo escribir sobre Granada y sentir que le hago justicia con mis palabras, algo falta. Falta hablar sobre su arquitectura pero de eso no sé nada, salvo que las construcciones tienen un estilo como del medio oriente, muy estético y delicado, las formas de las puertas te hacen sentir en un palacio de las mil y una noches y los jardines son también de cuento. 

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