Pateándonos Granada.

Publicado por flag-es * A — hace 6 años

Blog: Recorriendo el mundo.
Etiquetas: flag-es Blog Erasmus Granada, Granada, España

Hace un tiempo que quería escribir en algún lugar sobre un viaje a Granada que hice hace un par de años con mis amigos. Y es que fue uno de los viajes más moviditos que he hecho en el que no paramos de patearnos sus calles durante cinco días, incluyendo dos días de festival. También fue uno de los viajes que más ganas he tenido que hacer en mi vida. Así que quería dejar constancia de todo lo que fue y de paso recomendar algunos de los sitios que personalmente me encantaron.

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Llegamos a la estación de autobuses de Granada a eso de la una y media del mediodía y para no perder mucho el tiempo, decidimos ir a comer directamente al salir de la estación. Una de mis amigas había pasado por Granada un par de meses antes, y por casualidad descubrió a dos minutos de la estación de autobuses el mejor bar de toda la ciudad (a pesar de sus pintas cutres por fuera), el bar Borsalino.

De verdad, apuntad bien este sitio porque fue una maravilla y volvería sin dudarlo. Allí, por 2€, nos ofrecieron la primera cerveza Alhambra de nuestro viaje, y nos empezaron a sacar tapas sin parar (ensalada, tortilla francesa de dos huevos, filetes de hamburguesa con pisto y filetes de pollo -una tapa de cada para cada persona-). Te acababas un plato y, aun con la misma cerveza, te sacaban el siguiente. De verdad, si venís a Granada y estáis por la zona de la estación de autobuses, apuntad este sitio en vuestra lista. Intentaré hablar sobre él en una entrada de lugares específicos más adelante.

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Nuestro piso se encontraba justo al lado del río Genil y muy cerquita de Acera del Darro, una de las calles principales de la ciudad. La zona era bastante bonita, muy céntrica, y podías pasearte por allí recorriendo el río y los alrededores. Además todo era muy tranquilo, dejando el jaleo de cualquier calle del casco histórico de Granada algo más alejada, así que pasear por allí era un lujazo.

Preguntamos a la casera que nos dejaba la casa qué podíamos hacer a esas horas por la ciudad, qué nos recomendaba para pasar la tarde, así que decidimos pasar por el Parque de las Ciencias y ver todo lo que nos daba tiempo hasta las siete y media de la tarde, que era cuando cerraba (sí, algo pronto para ser un parque-museo, aunque había que tener en cuenta que era miércoles).

Es un museo muy curioso que me recordó bastante al antiguo Cosmocaixa de Madrid (uno de los que fueron mis museos favoritos cuando era pequeña) ya que es interactivo y puedes investigar tocando absolutamente todo lo que tienen. Nos dijeron que con esa misma entrada podíamos volver al día siguiente para terminar de ver todo lo que no nos había dado  tiempo a ver el día anterior, ya que habíamos comprado la entrada de tarde. No estoy segura de que sigan haciendo esto, pero si es así, aprovechadlo porque es un museo bastante interesante.

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Después del museo, fuimos al Parque García Lorca, un parque parecido al Retiro, muy guay para pasear (aunque aquí los hay bastante más bonitos), tranquilo y con un olor muy fuerte a flores. Allí estuvimos sentados un buen rato hablando sobre nuestros planes para los días siguientes. Y es que teniendo muy cerca una zona de naturaleza, para qué vas a organizar tu viaje metido en casa.

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Ese día nos acostamos muy pronto porque, al no haber podido conseguir entradas anticipadas para ir a la Alhambra, queríamos madrugar para intentar conseguirlas directamente en taquilla (cada día reservan algunas entradas para vender en taquillas, así que siempre queda esa pequeña posibilidad). Lo que no sabíamos era que para conseguir esas entradas teníamos que estar en la cola sobre las 6:30 y 7 de la mañana para intentar asegurarnos las entradas, así que fue un fracaso absoluto. Como el planning de nuestro viaje express había fracasado, cambiamos la ruta y decidimos usar ese día para visitar el centro de Granada y el arte que hay en sus calles.

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Recorrimos todo el barrio del Albaycín (preciosísimo) callejeando y perdiéndonos en rincones muy bonitos, y pasando también, como no, por el Sacromonte. Llegamos al Palacio de los Córdova (Sí, con V) por la Cuesta de los chicos (o chinos, depende de en qué mapa se mire), pudimos adentrarnos en unos jardines también muy bonitos. Si vais a Granada os recomiendo "colaros" en todos los patios abiertos que podáis, porque la verdad es que son preciosos y siempre merece la pena ver su interior.

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Hicimos la parada obligatoria en el famoso Mirador de San Nicolás porque ya que no habíamos podido entrar a la Alhambra, al menos la veíamos de cerca, y nos hicimos las típicas fotos de turistas allí. Normalmente allí hay muy buen ambiente. Siempre hay gente tocando o cantando y muchos artistas pintando las mejores vistas de Granada que hay.

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Encontramos el bañuelo, tras mucho callejear y perdernos mil veces por las calles, y pagamos 2,25€ por entrar. Nos acoplamos a una guía que había por allí y supimos así que todos los residuos de los baños van a parar al Río Darro, y que ‘’Darro’’ significa ‘’Alcantarillado’’, y que por eso se llaman así. Me encantan este tipo de curiosidades de los sitios que visito, supongo que es porque son los detalles que nunca olvidas, así que siempre acabo apuntando todo en mis libretas de viaje.

Llegamos al centro histórico y recorrImos la calle de los Reyes Católicos hasta llegar a la Catedral (enorme, bastante impresionante) pero estaba cerrada y no pudimos pasar, así que dimos una vuelta por el Mercado de Granada antes de ir a comer. También merece bastante la pena este mercado, ya que tienen souvenirs pero también otro tipo de productos artesanales típicos.

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A comer fuimos al bar Garden, al lado de la universidad de Ciencias, bar del que ya hablé en una entrada sobre lugares específicos. Tuvimos que andar durante una media hora hasta llegar allí. Mereció la pena, eso sí. Por 2,10€ una cerveza y una tapa enorme (la que eligieses), o por 3€  una jarra de un litro y una tapa (eso sí, nada de pedir croquetas la próxima vez, que después de ver las patatas con huevo y bacon y los bocatas de calamares, qué decepción que solo pongan dos croquetas).

Por la tarde decidimos volver al Parque de las Ciencias para visitar lo que no habíamos visitado el día anterior y nos volvimos a casa para acostarnos a las once, con la alarma puesta a las 5:30 para ir a la Alhambra (nadie se creía que nos fuésemos a levantar, pero la intención estaba ahí y nosotros queríamos entrar sí o sí). Luego dicen que el turismo de los jóvenes se basa en salir de fiesta, pero ahí estábamos nosotros, con la alarma puesta a las cinco y media de la mañana sin saber lo que iba a esperarnos al día siguiente.

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El despertador sonó a las 5:30 de la mañana y salimos de casa a las seis menos cuarto de la mañana, cuando todavía era de noche y no había ni un alma por la calle porque ni siquiera los jóvenes habían salido aún de las discotecas. Como no habíamos tenido la oportunidad de verlo, de paso subimos por el barrio del Realejo  hasta llegar a las taquillas a las 6:45 y ponernos en la cola, detrás de unas 50 personas como muchísimo. Hacía un frío horrible y el cola cao que llevábamos en una botella de agua se había enfriado cuando llegamos, y encima quedaban casi dos horas para que abriesen. La espera mereció la pena, eso sí, y al final conseguimos seis de las últimas treinta entradas que quedaban ese día. ¡Por fin!

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Nos pateamos la Alhambra en seis horas, desde la nueve de la mañana que abrió hasta las tres de la tarde, cuando acabamos nuestro recorrido. Y qué bonito era todo. Y cuánto nos dolían los pies después de haber estado tantas horas caminando sin parar. Pasamos por el Generalife, el Palacio de Carlos V, el Patio de los Leones, la Alcazaba y en general los principales puntos del lugar. Y al volver hacía el centro, paseamos por el famoso Paseo de los Tristes.


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Cuando volvimos a casa nos quedamos sin siesta porque no teníamos tiempo si queríamos llegar al festival Granada Sound a tiempo para ver a los primeros artistas del día. Tras casi ocho horas de festival y 24 horas sin dormir, ese día volvimos a casa reventadísimos, pero eso sí, con ganas de más al día siguiente. Y es que nada nos iba a impedir disfrutar de nuestro último día en una de las ciudades más bonitas de nuestro país.

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Ese día decidimos levantarnos más tarde si queríamos mantenernos en pie para el último día de festival. Habíamos quedado para comer en el piso alquilado de una amiga sevillana que también había venido a pasar el fin de semana en el festival, así que para ir pasamos de nuevo por las calles principales, incluyendo la calle de bares que no habíamos visto hasta ahora. Después de comer salimos corriendo al festival para llegar al 2x1 que había en cerveza y pasamos nuestras últimas horas en Granada disfrutando de grupos maravillosos y viendo fuegos artificiales.

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Acababa así un viaje de locos, de destrozarnos los pies caminando durante todo el día, de saltar y dejarnos la voz viendo a artistas maravillosos y de enamorarnos de esta ciudad. Todo el que haya estado en Granada me entenderá cuando digo que volvería una y mil veces más, que si por mí fuese recorrería sus calles hasta aprendérmelas, aunque tuviese que ir cada año. Siempre tendemos a apreciar más los viajes fuera de nuestro país, pero lo cierto es que aquí hay uns rincones maravillosos que todo el mundo debería conocer y querer. Y me despido utilizando uno de los versos de la canción que Supersubmarina dedicó a este lugar, "LN Granada"...

                                 Siendo tan pequeño el universo
                                           como pudiste caer allí,
                                siendo tan eterno este momento
                                   como me voy a querer morir
                                          para quedarme sin ti.

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