En nuestra visita a Munich, una de las excursiones que teníamos planeadas y que nos hacía más ilusión era la del castillo de Neuschwanstein, o también llamado el Castillo del Rey loco, que fue luis II de Baviera. Para quien no lo sepa, es un castillo bastante llamativo y sirvió de inspiración a Walt Disney para su castillo.
¿Cómo llegar?
Para llegar allí desde Munich, basta con coger un tren hasta Füssen, que está situado al sur de Alemania. Si habéis leído alguna de mis entradas anteriores, os acordaréis del famoso Bayern Ticket que por 25€ permite coger cualquier tren en Baviera, tantas veces como quieras durante un día. Con este ticket se puede llegar también hasta Füssen, así que ida y vuelta os saldrá por 25€.
Una vez que llegamos a la estación de Füssen, como siempre que visitamos atracciones turísticas, solo tuvimos que seguir a la muchedumbre, y todos nos guiaron hasta unos autobuses que había esperando a los pasajeros para subirlos hasta la montaña donde está situado el castillo, o más bien los castillos. Ah, y el Bayern Ticket también es válido para coger ese bus que os sube hasta la montaña.
Precio
Hay precios diferentes dependiendo de si quieres visitar los dos castillos o solo uno. En el caso del castillo de Neuschwanstein el precio de la entrada general era de trece euros. Aunque siempre es importante preguntar por ofertas especiales para estudiantes, niños, grupos, etc.
Experiencia
Como suele pasarme cuando voy a algún sitio con altas expectativas, quedé un poco decepcionada con la visita al castillo del rey loco. En primer lugar, en la página web ponía que se podían reservar entradas, pero solo si se pagaba con tarjeta en línea y como mucho dos días antes de la visita. Así que decidimos comprarlas in situ, ya que ponía que la venta de entradas en la taquilla era hasta las tres de la tarde aproximadamente.
Había dos castillos que se podían visitar: el castillo de Neuschwanstein y el de Schloss Hohenschwangau. Nosotros salimos bien temprano de Munich, con la intención de llegar relativamente pronto y de visitar solo el primer castillo, y cual fue nuestra sorpresa cuando justo estando en la cola para comprar las entradas, sale un señor anunciando que se han agotado las entradas para visitar ambos castillos. Y esto teniendo en cuenta que eran las 11 de la mañana, y temporada baja de turistas. Pues no me imagino cómo debe ser la venta de entradas en pleno verano, cuando esté lleno de turistas.
En fin, que hicimos el viaje para “nada”. Lo único que podíamos hacer sin entradas era subir hasta lo alto de la montaña para contemplar las vistas y hacernos fotos más de cerca con el castillo, así que eso hicimos.
Se podía subir andando o en una carroza llevada por caballos. Aunque la segunda opción tiene más encanto y es más rápida, también costaba dinero. Como nosotros no llevábamos prisa porque ni teníamos entradas, subimos andando. El camino es bastante largo y cuesta arriba, además en medio de la montaña, como podréis imaginar, hace bastante frío. Tardamos como media hora en subir, andando a paso normal, y cuando llegamos arriba pudimos hacernos algunas fotos con las vistas y entrar a una parte de acceso gratuito, pero que tampoco era gran cosa. El castillo en sí (por fuera), no me impresionó tanto como en las fotos que había visto en Internet, quizás sea porque tan de cerca la perspectiva cambia y no se aprecia su majestuosidad.
En mi opinión, las mejores fotos fueron las que tomamos desde las alturas más bajas, mientras que las de arriba no valían mucho la pena.
Una vez que hicimos todo lo posible arriba del castillo, no nos quedaba otra que volver a bajar. Aprovechamos para comer algo en un puesto que había junto a la taquilla de las entradas, donde vendían las típicas salchichas y perritos calientes de Alemania. Justo al lado del puesto, había un restaurante pero nuestra opción era buena, bonita y barata, y por eso optamos por ella.
Como nuestra excursión resultó un poco “fracaso”, decidimos que lo mejor era coger el primer autobús que nos llevara a la estación de Füssen, y volver a Munich para, al menos, aprovechar el resto del día en la ciudad.