Saludos desde oriente...

Escribo desde una de las más bellas ciudades de Europa, una ciudad situada entre dos continentes. Constantinopla es una ciudad sorprendente. La visité hace unos tres años en una visita fugaz, en la cual vimos lo típico y turístico sin poder descubrir el verdadero encanto y la verdadera magia que tiene esta ciudad.

El motivo que me ha llevado hasta aquí es meramente académico, por lo tanto estoy descubriendo una parte de Estambul que no vería cualquier turista. Al llegar ayer al atardecer vimos el río, las mezquitas al ponerse el sol. La ciudad parece caótica, los edificios son variopintos, hay una gran diversidad de gente… Es una ciudad muy heterogénea y con grandes diferencias.

Por la noche nos dimos un paseo por una calle peatonal muy importante. Nos llamó la atención las luces que decoraban e iluminaban; eran luces de Navidad. Por lo demás, era muy agradable y la temperatura estupenda. Estaba lleno de sitios de comida rápida y nos alegramos al ver que la hostelería no es muy cara.

El día de hoy ha sido agotador. Hemos ido a la universidad donde hemos descubierto como eran los váteres turcos. Se trata de un agujero en el suelo donde dispones una pequeña jarra de agua y mucha imaginación. Nos ha sorprendido de camino por la ciudad, que los autobuses abren sus puertas cuando todavía están en marcha, que los semáforos tienen segunderos tanto para peatones como para coches, se oyen los cantos para llamar a las oraciones desde las mezquitas… Es sorprendente ver a la gente por la calle, resulta fascinante y siempre hay donde mirar.

Todavía no hemos ido a lo típico, por el contrario nos hemos adentrado por un pequeño barrio, no muy lejos de Santa Sofía. Parecía un barrio de una ciudad completamente diferente. Hemos visto a niños lavando alfombras a la puerta de su casa, vendiendo sandía para refrescar a los transeúntes, casas construidas con plásticos y desechos… Todo a un paso de la bella zona de las mezquitas, de donde está el turismo… Me parece curioso y a la vez chocante.