Cabalgata de reyes en Gernika: cómo me enfrenté a una estampida

Publicado por flag- Julen Diez — hace 4 años

Blog: Tradiciones
Etiquetas: flag-es Blog Erasmus EHU, EHU, España

¡Buenos días! Hoy os quiero hablar sobre un evento que sucedió ayer en toda España: la cabalgata de los reyes. Es un evento muy importante en el país porque según cuenta la tradición, al día siguiente, los tres reyes magos van de casa en casa a dejar regalos a los niños y también a mayores a cambio de que éstos dejaran sus calzados debajo del árbol de navidad y un vaso de leche con galletas al lado.

En este artículo os quiero explicar cómo ha sido la cabalgata de reyes en mi ciudad natal: Gernika. Si ya me habéis leído anteriormente, sabréis de lo que hablo, pero si es vuestra primera vez, permitidme hacer una pequeña presentación sobre Germika: es una ciudad de casi veinte mil habitantes situado en Bizkaia, en la reserva natural de Urdaibai (encontraréis más información sobre la zona aquí), y es muy conocida por el cuadro que pintó Pablo Picasso conmemorando el bombardeo de dicha ciudad en la Guerra Civil Española.

Todos los años el 5 de enero, cientos de familias y amigos se reúnen en la estación central de tren de Gernika para esperar la llegada de los reyes. La cabalgata suele iniciarse a las 18:00, y los reyes suelen venir en tren, un tren solamente para ellos. ¿Por qué en tren? Porque antes de venir a Gernika, pasan por otros municipios ubicados por la costa, y es por eso que cogen el tren para llegar aquí.

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Una vez en Gernika, sus sirvientes (mayormente jugadores de equipos de rugby disfrazados y antorchas en la mano) crean un largo pasillo hasta la carretera en el que las carrozas los esperan. No son muy grandes, la verdad, pero cuando eres pequeñito siempre tienes la sensación de que las carrozas son gigantes, al menos es la sensación que yo tenía.

Estas carrozas son transportadas por coches, y dan la vuelta entera al centro de Gernika, hasta llegar al Ayuntamiento. El trayecto puede tardar desde media hora hasta una hora entera. Para animar el ambiente, suelen poner canciones navideñas en vasco relacionados con los reyes magos o con la navidad (que hay muchos, por cierto).

En esta cabalgata, los reyes arrojan caramelos de sabores por todas las calles, y tanto niños como adultos corren detrás de ellos para llevarse las chucherías al bolsillo.

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Puede sonar algo muy normal, muy corriente, algo que se hace en todas las ciudades. Pero las de Gernika no son como os las esperáis. Las cabalgatas de reyes parecen la guerra de Troya, una masacre. Los Juegos del Hambre.

Los tres reyes protagonistas se llaman Melchor, Gaspar y Baltasar. Yo me había enfocado en Baltasar, y esperaba recoger muchos caramelos. Ya sé que pensaréis que eso es de niños, pero a uno nunca se le pierde esa ilusión.

Pues bien, yo no sé cómo les iría a los otros dos reyes, pero os puedo asegurar que la situación de Baltasar era una auténtica locura. Este rey arrojó muchos caramelos, y a veces con una fuerza un poco bruta.

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Pero los recogedores tampoco nos quedaríamos en un nivel más bajo. Los recogedores éramos aún más brutos. Gernika es muy bruta, en sí.

Así que, cada vez que lanzaba caramelos, los niños corrían hasta el punto donde caían y todos se lanzaban al suelo, se empujaban, se agachaban en una velocidad increíble. El asunto es que las calles son un poco estrechas, demasiado para tantos niños por los suelos, así que avanzar era imposible a veces, a menos que quisieras atravesarlos, claro.

Los coches que transportaban las carrozas nunca se quedaban quietos, y mientras los niños seguían en el suelo, algunos agachados y otros caídos, más niños corrían hacia adelante para alcanzar la carroza y conseguir más caramelos. Y yo era, muchas veces, el que se quedaba atascado entre la gente y el que no tenía posibilidad de avanzar si no quería llevarme un niño, un adulto o un carrito de bebé por delante.

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Las calles seguían siendo estrechas, y cada vez aparecían más terrazas, más bares, más gente que no participaba en la estampida. Así que tocaba esquivarlos.

Los niños seguían cayéndose entre la multitud, y yo esquivando adultos, pasando por debajo de mesas de bar (mesas a la altura de los taburetes, tampoco os penséis que soy Spiderman) y pisándole la mano a mi amiga que intentaba coger un caramelo debajo de una silla.

Eso sí, mi amiga se tiraba al suelo a propósito todas las veces que podía para así poder coger más caramelos. Tuvo un momento en el cual estaba compitiendo con un señor mayor por un mísero caramelo y, esta vez, fue ella quien salió perdiendo. Fue el señor quien le tuvo que ayudar a levantarse. Yo, mientras tanto, me estaba comiendo a niños. Incluso ellos me comían a mí, me llevaban hacia adelante sin yo darme cuenta.

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Pero también hubo momentos en el que la cosa se ponía tensa. Dado que la carroza de Baltasar estaba un poco atrás respecto a las otras dos, el coche aceleraba y la carroza iba en una velocidad que nosotros no podíamos. Era ahí en el que todos los recolectores y todos los sirvientes de Baltasar (con las antorchas en la mano) corríamos hacia la carroza. Pero era casi imposible, no había manera de alcanzarlo con tanta gente.

Recuerdo un momento que se llevaba a cabo en una cuesta. Las aceras eran muy estrechas, y los espacios de entre la pared y los sirvientes con las antorchas eran muy pequeños. Y más pequeños eran cuando un grupo de chicas se paró en medio de la acera anonadadas con el ambiente, pero tampoco se apartaron.

Yo, a la velocidad que iba, choqué contra ellas y me quedé enganchado ahí ya que los niños obstaculizaban el camino. Los caramelos se precipitaban en nuestras cabezas y en nuestras capuchas. Por suerte, mi amiga me agarró muy fuerte de la mano y pude continuar. Fue una locura.

La velocidad de los caramelos también era impactante. Caían en todos lados: dentro de las tiendas, en los balcones, en las ventanas, en los toldos, en las plantas, en los andamios. Rebotaban en las ventanas de los coches, en los capós, en las escaleras, en las paredes, en nuestras cabezas. Los niños hacían spagat en el suelo, la gente le daba la vuelta a los paraguas para recoger caramelos, otros caramelos caían de los balcones como si fueran goteras. Los niños se metían debajo de los coches.

Me agachaba y me caían más caramelos. Al final, terminé con dos bolsillos y medio de caramelos. Fue brutal. Incluso terminé sudando. Pero volvería a repetirlo.

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Pero tampoco hay que olvidarse del dato que completaba la cabalgata: las coreografías.

En Gernika existe una escuela de danza muy conocida y de muy buena reputación llamada "Ross", y todos los años sus alumnas y alumnos participan en la cabalgata de los reyes. Como ya es costumbre, las/los bailarinas/bailarines se visten de negro con alguna prenda de color plateado, dorado u otro color diferente. Por ejemplo, las chicas suelen llevar faldas elásticas (al menos da la sensación) de color plateado o verde, y los chicos llevan chalecos sin mangas y de color dorado.

En general, las edades de los artistas son muy diferentes, desde los seis hasta los veinte y pico. Las edades se clasifican en grupos y por carrozas. Los más pequeños suelen ser los que acompañan a Melchor. Y los más veteranos, por así decirlo, acompañan a Gaspar. La que acompaña a Baltasar es la estampida de niños.

Las coreografías suelen ser repetitivas, pero muy bien sincronizadas y preparadas. Se lo curran mucho, la verdad. Es muy inspirador.

Al final del trayecto, los reyes magos se retiran de las carrozas y entran a Kultur Etxe (Casa de la Cultura), en la Plaza de los Fueros. Es la plaza en la que todos los años dan su charla frente al pueblo, y más tarde se sientan en unos tronos justo debajo de la Casa de la Cultura para recibir a los más pequeños, escuchar sus pedidos, recoger algún chupete (muy típico), sacarse una foto y repartir más chuches, aunque esta vez a la mano.

La plaza, en el que también se encuentran el Ayuntamiento y el Museo de La Paz, se llena de gente en este día tan especial, con el propósito de oír a los reyes magos y esperar a la larga (pero animada) cola para conocer a los protagonistas de la noche.

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Yo ya soy muy mayor para eso, pero siempre me ha gustado sacarme una foto con los reyes, sobre todo con Baltasar. Pero esa costumbre ya la he dejado hace tiempo, allá por 2018.

¡Y esto ha sido todo por hoy! Espero que os haya interesado este artículo sobre lo bruto que somos en mi ciudad natal, y también espero que no seamos los únicos de la Península.

¡Un beso y nos vemos en la próxima!


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