Hablando mal y rápido: Primeras impresiones.

Buen mediodía a todo el mundo.

Hoy cumplo mi cuarto día en Durham, pero parece que lleve un mes. Dicen que cuando algo es aburrido, el tiempo pasa más rápido. En este caso ocurre todo lo contrario. Han sido cuatro días, 96 horas, 5760 minutos, 345600 segundos tan intensos y llenos de experiencias que no puedo evitar recordar mi llegada al aeropuerto de Newcastle como algo muy lejano, y sonreír viéndome a mí misma desorientada y llena de miedo.

Mi llegada fue más bien desastrosa. Tras un buen rato vagando por el aeropuerto sin saber siquiera qué hora era, esperando una maleta que no llegaba, finalmente encontré la estación de metro. Llegué allí andando a rastras, cargando con mi vida entera, que ahora pesaba 30 kilos. No acostumbrada a las libras esterlinas, me llevó varios minutos comprar el billete. Finalmente, cogí el tren correcto y llegué a la estación central de Newcastle. Sin embargo, mis desventuras no terminaban ahí. Mi llegada, cosa que no supe hasta que hablé con mi madre, coincidió con unas inundaciones en el noreste de Inglaterra, lo que supuso la cancelación de todos los trenes Newcastle-Durham. En Información solo me decían que no había trenes, que cogiera un autobus. El conductor del autobus decía que no había buses, que cogiera un tren. Finalmente, fui a preguntar inocente y amablemente a un señor con un chaleco reflectante, detalle que me hizo pensar que él sabría lo que estaba pasando ahí. El buen hombre prácticamente me empujó dentro de un taxi, del que seguramente obtendría algún beneficio, pues parecía estar relamiéndose ante lo que había encontrado. Una chica que quiere ir muy lejos, pero no sabe como; que apenas sabe dónde está y que habla con un fuerte acento sureño. La víctima perfecta para sacarle  los cuartos. El taxista no tenía ni pajolera idea de cómo llegar, por lo que tuve que llamar a mi casero y ponerle al teléfono para que le orientara. Finalmente, a mitad de camino, mi casero fue a recogerme, cosa que me hizo ahorrar unas cuantas libras y unos cuantos disgustos.

Llegamos al piso en Framwellgate Moor. Conocí a mis compañeros. Tres chicos alemanes y una chica belga. Pagué al casero, di un vistazo al piso, una ducha y a la cama, siendo apenas las ocho de la tarde. Mi cuerpo no podía más.

En el curso de los siguientes días, las cosas fueron mejorando. Aprendí a coger los principales autobuses y a moverme alrededor de Durham. No soy muy buena orientándome. De hecho, soy horrible. El primer día lo pasé entero vagando alrededor de la ciudad, sin saber muy bien dónde estaba o a dónde estaba yendo. Sin embargo, logré encontrar todo lo que iba buscando e ir a todos los sitios a los que tenía que ir. No sé como lo conseguí, solo sé que, por primera vez, no me asustaba perderme. No me hubiera importado perderme en una ciudad tan preciosa.

Durham es un anacronismo en sí misma. Una macedonia de épocas y estilos, lo que la hace aun más atractiva. Resulta raro ver como han modernizado una ciudad medieval en toda su esencia. Una catedral del siglo XIII y un castillo del siglo XVIII, ambos Patrimonio Mundial de la Humanidad, son los principales centros turísticos de la ciudad. Igualmente, el resto no desmerece. Solo andar por la calle, bajo ese cielo grisáceo, típico inglés, pisando el suelo empedrado y cruzando hermosísimos puentes, hace que te enamores de lo pintoresco de la ciudad. Nunca había disfrutado tanto estando sola. No podría evitar ir sonriendo mientras andaba.

Supongo que a muchos de vosotros os interesará especialmente el tema de cómo conocer gente. En mi caso, como en el de la mayoría, existe un grupo de Facebook formado por futuros estudiantes Erasmus en Durham. Desde ahí se organizan quedadas (el meeting point suele ser Market Place, sitio del que hablaré más adelante) y se va tomando contacto. Por otro lado, tanto las Colleges por separado como la Oficina Internacional en general organizan actividades continuamente, por lo que cada día conoces gente diferente y de todas partes del mundo. Es importante mantenerse al día, revisar el correo y asistir a tantas actividades como puedas. Es bueno tanto para hacer vida social como para ponerse al día en asuntos académicos, burocráticos, etc. A los pocos días conocerás muchísimas caras y, si quieres, puedes ir consolidando un grupo. Eso siempre dependerá de tu individualismo.

Por supuesto, me encantaría poder explicar detalladamente el transcurso de toda mi estancia y daros todos los consejos posibles, tanto sobre papeleo como sobre turismo. Sería genial poder compartir cada pensamiento con vosotros. A lo largo de mi estancia, iré escribiendo nuevas entradas sobre asuntos más concretos y detallados. Esto es solo una pequeña introducción, un resumen de mis primeras impresiones, un batiburrillo de temas que iré perfeccionando con el tiempo.

Termino la entrada dando un consejo, quizás típico, pero no por ello menos importante: estés donde estés, evita a gente que hable tu mismo idioma. Es una tentación muy grande. La mayoría de los estudiantes Erasmus están dispuestos a conocer gente de otras nacionalidades, por lo que no necesitarás escudarte en paisanos para ser aceptado. Así, tu inglés mejorará notablemente en muy poco tiempo. Me atrevo a predecir que, a ese ritmo, en dos o tres semanas cualquier persona conseguiría expresarse con notable fluidez y sin especial esfuerzo, aunque su nivel inicial no fuese especialmente bueno.

Iré escribiendo más y añadiendo fotos y archivos a lo largo de este maravilloso año que me espera.

Gracias por leer. Saludos desde el paraíso.

Carmen.